70 AÑOS DE OTAN

OTAN A LOS SETENTA AÑOS: UNA OPORTUNIDAD DE REFORMA

OTAN ha llegado a su 70 aniversario casi en igual situación prácticamente que cada año de su existencia. Para los comentaristas y expertos de fuera parece que la Alianza está en crisis constantemente y cada una parece que va a serla final. Por el contrario, para quienes están dentro nunca ha parecido más fuerte: actuando en más lugares que nunca antes, atendiendo iniciativas a un ritmo más rápido que nunca y en Cumbres más amplias que nunca. Ahora que la Alianza está arraigada firmemente en su más indispensable misión de defensa colectiva, su futuro parecería más seguro que a largo plazo.

Esta dicotomía producirá un debate que recordará los que OTAN experimentó en sus 40, 50 y 60 aniversarios. Habrá los que insistan en factores que dividen, mientras otros lo harán en los que unan. Algunos analizarán las tendencias estratégicas globales y sostendrán que el Atlántico se está ampliando y que los días en que Europa podía confiar en Norteamérica para su defensa han terminado. Otros verán la deteriorada situación de seguridad internacional y el aumento de dictadores antiliberales como razones parta que los socios trasatlánticos empujen juntos porque representan una parte decreciente de población y poder económico mundiales. Algunos creerán que OTAN es la víctima de la Historia y de las tensiones que presionan hacia el multilateralismo y el orden internacional basado en la ley. Otros verán en la Alianza un valioso baluarte contra estas disruptivas fuerzas y una garantía de que las democracias liberales todavía pueden ser las ganadoras.

El cuadro diario de una OTAN que despliega nuevas tropas en los aliados orientales, realizando importantes maniobras, combatiendo los ciberataques y el terrorismo, desarrollando misiones de instrucción y de creación de capacidad en lugares como Afganistán e Iraq y celebrando la llegada de nuevos miembros estará en agudo contraste con una retórica política y académica que la presenta como obsoleta y a los aliados como un gasto en recursos para poco rendimiento. Resumiendo, los optimistas no verán la necesidad de una reforma, mientras los pesimistas no lo creerán posible. Como con tanta frecuencia en el pasado todo acabará en una elección entre acciones y palabras y lo que más determina su crédito a largo plazo. Si el vaso se encuentra igualmente medio lleno y medio vacío, entonces ambas posturas tienen razón y no hemos adelantado nada.

No obstante, repetir este un tanto estéril debate en su 70 aniversario sería una oportunidad perdida –incluso hasta un error histórico-. Porque sostener que todo está bien o mal en OTAN es distorsionar la realidad y equivocarse.

Por supuesto, la Alianza no lo hace tan mal cuando consideramos las críticas y dudas que afectan a tantos otros pilares institucionales del orden internacional de la posguerra. No es difícil encontrar buenas noticias de OTAN y las frustraciones de las dos últimas Cumbres desmienten un record impresionante de logros concretos. Todo ello indica de qué manera los 29 miembros de OTAN están comprometidos con ella todavía –en financiación, capacidad y tropas y relaciones.

No obstante, sin detenerse en fáciles relatos de crisis también necesitamos reconocer el hecho de que la Alianza actúa hoy día en la más complicada situación de seguridad de su historia. Se enfrenta a un espectro más diverso de amenazas que nunca. Es posible que no sean tan existenciales como la de holocausto nuclear durante la Guerra Fría pero, no obstante, son graves y, si no se atienden, podrían acabar con las libertades individuales y las sociedades democráticas liberales que los habitantes de los países de OTAN dan por sentado actualmente.

El siglo XXI es el de turbulencia con mayor competencia de poderes; creciente gasto de defensa y la predisposición al empleo de la fuerza; innovación tecnológica rápida y muy creciente que pone una mayor capacidad disruptiva y destructora en manos de los actores más malos e híbridas campañas para dividir y desestabilizar las sociedades occidentales y ganar poder sobre sus sistemas político y económico. Más que nunca los aliados se ven desafiados desde dentro y sin sus fronteras y desde múltiples direcciones al mismo tiempo. Es posible que morir de mil navajazos no suene tan mal como de uno súbito, pero el resultado es el mismo.

Problemas en todos los frentes

Durante la mayor parte de las décadas anteriores OTAN tuvo el lujo relativo de tratar un problema en un sitio en un momento dado. Celebró su 40 aniversario centrado completamente en los cambios de la Unión Soviética; el 50 en medio de la campaña aérea de Kosovo; y el 60 dominado por los debates sobre levantamiento de tropas en Afganistán. Esta vez es diferente. OTAN llega al 70 cuando tiene que atender no uno sino tres frentes estratégicos no sólo diferentes geográficamente sino también en términos de los tipos de amenaza que plantean y respuestas necesarias.

En el Este, una recuperada y agresiva Rusia ha puesto nerviosos a los aliados orientales y exige que la Alianza, tras un lapso de casi 30 años, sea capaz de disuadir, defenderse contra y derrotar a un adversario equiparable con fuerzas modernizadas, abundante experiencia en guerras y armamento de alta tecnología.

Aprender más sobre OTAN en Iraq

En el Sur los países frágiles son vulnerables al extremismo, milicias y bandas criminales que plantean toda una gama de problemas de seguridad que van desde ataques terroristas a crisis humanitarias y emigración sin control. Todo esto requiere de conocimiento local, desarrollo y asociaciones de constitución de capacidad con múltiples actores.

En el frente interior vemos la polarización de muchas sociedades occidentales conforme luchan por controlar las dependencias creadas por la globalización. Item más, las tecnologías absorbentes han proporcionado a los actores maliciosos nuevas herramientas híbridas para causar estragos o acentuar su influencia.

Estos problemas afectan a los aliados de diferentes combinaciones y tienen diferentes orígenes. Pero todos esperan que OTAN preste igual interés a sus preocupaciones individuales y proporcione respuestas. Por tanto, lo único sobre la situación actual de OTAN es que se arriesga a no ser manejable. Un peligro es la sobrecarga estratégica. Otro es que las crisis mal atendidas en el frente interior o el fracaso en plantear la disuasión contra provocaciones tales como ciberataques o agresiones químicas que caen bajo el umbral del Artículo 5 (cláusula de defensa colectiva OTAN) podrían envalentonar al adversario para plantear también demandas territoriales. De igual modo, permitir que el adversario anúlelos derechos humanos y fomente la corrupción y el mal gobierno en el Sur –todo ello en nombre de restablecer “el orden”- podría animarle a intentar las mismas tácticas en la vecindad oriental de OTAN.

Por tanto, por primera vez en siete décadas, OTAN ha de disuadir y defenderse contra el enemigo dentro y fuera. Como vimos tras los ataques terroristas del 11 de septiembre contra EEUU, a partir de ahora el Artículo 5 se podría aplicar muy bien más contra amenazas al transporte, infraestructuras de energía, comunicaciones espaciales, oleoductos, redes IT y personas sentadas en los parques que a carros de combate que traspasen las fronteras. Ya no será la solidaridad un requisito a la espera de un ataque militar que sea potencialmente catastrófico pero extremadamente improbable. Más bien será casi una necesidad diaria en respuesta a provocaciones que no forman parte de la existencia pero que las sociedades no pueden permitirse queden sin respuesta.

Éste es el asunto fundamentalmente nuevo y más apremiante que los aliados tienen que debatir si quieren que OTAN tenga un futuro al menos como su pasado. En lugar de prepararse para un tipo de ataque, ¿cómo hace la Alianza más plenamente recuperables y capaces de responder de modo efectivo al modelo de hiper-interferencia y competencia ubicua del siglo XXI a sus miembros (y a algunos socios)?

Esto no implica que los asuntos que dominan la agenda política actual de OTAN no sean importantes. La participación en la carga financiera está en el centro del punto de vista del presidente Donald Trump sobre la utilidad de la Alianza para EEUU y cualquiera de sus Administraciones, republicana o demócrata, es probable que insista también en ello. Las manifestaciones del ministro de Defensa, Robert M. Gates, en Bruselas en 2011 eran de la Administración demócrata y –en su radicalismo y sentido de urgencia sobre los fallos de capacidad europea- preconizaban al republicano Trump media década antes de que accediera a l Casa Blanca.

La participación de EEUU de la carga de defensa colectiva o, más recientemente, aquellas operaciones que no son del Artículo 5 fuera de OTAN ha sido siempre desproporcionada e injusta. La prolongada dependencia europea de EEUU fue una de las principales razones de por qué algunos senadores USA querían limitar la duración del Tratado OTAN a sólo diez años al ratificarlo en 1949. Los europeos han prometido constantemente rectificar la diferencia mediante un alud de iniciativas sobre la participación en la carga y compensaciones, pero no lo han hecho. Conforme Europa se fue volviendo más rica y aspiraba a ser tratada como un actor equiparable en el ámbito global, su incapacidad o falta de voluntad en proveer su propia defensa resultaba más incomprensible.

Por tanto, más que quejarse del actual debate sobre la participación en la carga, los europeos deberían alegrarse de su buena suerte de que Canadá y EEUU hayan estado dispuestos a apoyar la defensa de Europa en tiempos de paz durante más tiempo de lo que los padres de OTAN hubieran pensado posible –o deseable-. Dicho simplemente, Europa necesita aumentar su presupuesto de Defensa al 2% del PIB, no porque EEUU lo exija como condición previa para mantener OTAN sino porque Europa vive en una vecindad cada vez más complicada con múltiples amenazas. En tales circunstancias el 2% dará a Europa la capacidad necesaria para no tener que elegir entre disuadir a Rusia o combatir a los extremistas en el Sahel, o desplegar divisiones de alta disponibilidad o desarrollar ciberdefensas más fuertes e investigar la os campos de nuevas tecnologías de inteligencia artificial, robótica y misiles hipersónicos.

Ahora que el Defence Investment Pledge (DIP), acordado en la Cumbre de Gales en 2014, ha frenado el descenso del gasto de defensa y llevado a aumentos reales, los aliados tiene que mantener claramente este esfuerzo. Pero también necesitan explicar el nexo entre dinero, capacidad y seguridad. Las cifras pueden resultar un tanto arbitrarias. Un extra de 100 mil millones de dólares para 2020 es mucho dinero, pero OTAN también necesita mostrar al público lo que esto significa en términos de mejora real en equipo, disponibilidad e instrucción y centrarse más en los casos de éxito nacional.

Gasto de Defensa OTAN 2011-2018

La capacidad para tratar ciberamenazas, interferencia militar con medios espaciales vitales, terrorismo, seguridad de fronteras, manipulación de datos, protección de infraestructuras críticas y cadenas de abastecimientos cruciales y crisis humanitarias causadas por desastres ambientales extremos , pueden llamar la atención pública más que las duras cuestiones militares tradicionales tales como carros de combate y artillería. Esto hace que los planeamientos OTAN adopten un punto de vista más amplio de las necesidades de capacidad. El 2% debería ser un objetivo para UE como para OTAN. Porque si EEUU diera algún día la espalda a OTAN o limitara su compromiso sólo a la defensa territorial colectiva frente a Rusia, el 2% sería lo mínimo para que la Autonomía Estratégica Europea tuviera algún sentido. Por tanto el DIP debe pasar poco a poco de un esfuerzo soportado principalmente por EEUU a uno que los europeos se exijan mutuamente.

Dicho esto, la función de OTAN no es primariamente la igualdad. Iguales beneficios a iguales aportaciones. Los resultados –el beneficio logrado por ser aliado- siempre serán más significativos que las aportaciones. Lo que cuenta es que las aportaciones individuales maximizan la repercusión colectiva. La diversidad de aliados (grandes y pequeños, con diferentes medios y redes de influencia) significa que siempre contribuirán de modos diferentes.

El papel de OTAN debe ser incentivar la actividad y encontrar el modo de combinar las diferentes aportaciones para un efecto estratégico máximo. Esto es más efectivo que plantear aportaciones normalizadas que podrían hacer la OTAN demasiado fuerte en ciertos ámbitos y demasiado débil en otros. Conforme OTAN gestiona los problemas del siglo XXI un amplio y diverso espectro de asuntos, habilidades, conocimientos y capacidades diferentes será probablemente la ventaja comparativa de la Alianza sobre el adversario. Rusia, con su potencia y estrategia ampliamente militares basada en la intimidación, es un caso a punto. Pero no será suficiente para adquirir nuevos medios –el problema de OTAN es aprender a emplearlos-.

Es a este respecto como vemos cuatro campos en donde la Alianza necesita plantear el juego.

Explorar el horizonte de riesgo

Lo primero es la necesidad de más debate entre los aliados sobre tendencias y actos que conforman el futuro de la seguridad.

China, por ejemplo, tendrá un impacto masivamente mayor que Rusia en las relaciones internacionales en el siglo XXI –y de modos muy diferentes-. Ya está avanzando en la definición de tecnologías de inteligencia artificial y bioingeniería así como en conectividad SG que será el motor de Internet of Things. Aumenta sus inversiones en África, Europa y Oriente Medio y enviando más tropas a las operaciones de mantenimiento de la paz de la ONU. Ya, cuando los aliados debaten la conveniencia de permitir Huawei en sus futuras redes IT, ven que China podría dividirlas mientras por lo general Rusia tiende a unirlas.

Como el modelo chino será el principal competidor de la democracia liberal, un asunto clave será cómo gestionan los aliados la subida de China. No es ver a China como la próxima amenaza militar sino cómo entenderla y comprometerla de la mejor manera. Tal vez ha llegado el momento de crear un Consejo OTAN-China o, al menos, un diálogo estratégico regulado. La pasada cooperación en contrarrestar juntos la piratería en el Golfo de Adén o ayudar a ONU y UA a crear capacidad muestra la posibilidad de relaciones OTAN-China. Para empezar, OTN debería nombrar un alto diplomático o funcionario que se centre sobre China y desarrolle la red de contactos con el Ejército Popular de Liberación y autoridades civiles.

Aparte de China, otras cuestiones claves tiene que figurear en la agenda OTAN más sistemáticamente. Por ejemplo, mientras OTAN desarrolla su política espacial todavía la Alianza no ha declarado el espacio como un dominio o considerado en serio su creciente dependencia de medios espaciales para navegación, horario, seguimiento y declaración de objetivos. 58 países tienen satélites en órbita y la mayor parte de los servicios espaciales, de los que depende OTAN, son de doble uso (civil/comercial y militar). El crecimiento de las defensa contra misiles, misiles hipersónicos, drones y proceso de datos, por no hablar de la capacidad de alerta temprana y ciberseguridad, hará al espacio cad vez más complicado. Los satélites serán más vulnerables a la manipulación, rotura y destrucción y el resultado del conflicto dependerá cada vez más de quién hace mejor uso del espacio. He aquí la razón de por qué EEUU ha decidido recientemente crear un Ejército del Espacio y planeando un Mando del Espacio.

Otros asuntos que merecen más atención son el papel e influencia de Rusia fuera de Europa, especialmente en África y Oriente Medio, y el reciente papel de actores tales como India, Irán y Arabia Saudí. Pero no son únicamente los países tradicionales con tradicional capacidad los que están transformando la naturaleza de la seguridad. Cuestiones igualmente importantes a tratar incluyen: ¿Cómo conformarán y controlarán el futuro de internet y las interacciones sociales las decisiones de las grandes empresas de tecnología? ¿Cómo reagruparán y definirán ISIS/Daesh un nuevo modelo de negocios posterior al Califato? O ¿Cómo se organiza el delito que subyace al gobierno y fomenta la corrupción?

OTAN no puede confiar en reuniones ministeriales o informes ocasionales de diplomáticos en Bruselas. Una crisis reciente como aquella entre India y Pakistán por Cachemira muestra con qué rapidez pueden quedar fuera de control los acontecimientos y tener consecuencias sobre la seguridad global. OTAN necesita pensar sobre cómo puede ajustar mejor su maquinaria de idea de la situación y consulta con un estado de seguridad rápidamente cambiante e imprevisible. No se puede pensar en ella como una organización que se limita a tratar a fondo una serie limitada de asuntos de solamente su inmediata proximidad.

Disuadir las amenazas híbridas

El segundo campo en el que OTAN necesita plantear su juego es la disuasión de las amenazas incluidas en el umbral del Artículo 5. La guerra híbrida es compleja porque la línea que separa lo legal de ilegal es muy fina. ¿Dónde se convierten las operaciones mercantiles normales en interferencia de un estado hostil? ¿Cómo podeos impedir que el adversario use contra nosotros la tecnología que hemos inventado? Comentaristas han declarado que la disuasión no puede actuar contra las amenazas híbridas porque son polifacéticas y, simplemente, exacerban la polarización y las divisiones tan prevalentes en nuestras sociedades.

Ciertamente no hay solución fácil ni inmediata para la disuasión en este dominio híbrido, tal como la adquisición de armamento nuclear para neutralizar la capacidad nuclear de un oponente. Por supuesto, la disuasión por denegación o privación al adversario de los resultados de la agresión mediante la plena y rápida recuperación es el punto de partida. No obstante, la respuesta a los ataques químicos patrocinados por Rusia en Salisbury hace un año mostraron la gama de otras medidas que se pueden adoptar. Los causantes fueron nombrados y avergonzados mediante el descubrimiento de material de inteligencia; se produjo una expulsión coordinada de muchos diplomáticos rusos; OTAN y UE presionaron conjuntamente y ambas organizaciones iniciaron una revisión de sus medios de preparación y respuesta contra ataques BQ.

Resumiendo, es posible constituir la disuasión contra campañas híbridas mediante una atribución fiable del origen; nombrándola y avergonzándola; proporcionar respuestas que no sean una escalada pero demuestren que los ataques híbridos serán respondidos consistentemente de un modo colectivo y unido. También es fundamental identificar y eliminar puntos débiles en las infraestructuras OTAN real y virtualmente. Estas respuestas tendrán un elemento de prueba y error porque la Alianza cree mejor inducir al adversario a pensárselo dos veces. También necesitarán el desarrollo de un tablero de medidas –existentes y nuevas- y aprender cómo aplicarlas de modo concreto sea contra países o sus socios.

Fundamentalmente OTAN necesitará desarrollar una cultura de respuesta permanente, inteligencia fiable y capacidad para adoptar bloques de pequeñas decisiones de modo regular y temprano, más que decisiones importantes extrañas y tardías. Sin embargo, en la medida en que OTAN pueda operar más efectivamente en el escalón del subartículo 5 será menos probable que haya de enfrentarse a contingencias superiores a ese umbral.

Reconstruir la asociación

El tercer campo al que la Alianza necesita prestar más atención es la asociación. Uno de los casos de mayor éxito de OTAN desde el final de la Guerra Fría ha sido inducir a casi 40 países a asociarse de forma estructurada con ella. Se ha basado en el beneficio mutuo. Los socios han aportado tropas a operaciones OTAN mientras han accedido a un foro multinacional de intercambio de puntos de vista y desarrollar cooperación práctica en asuntos compartidos sobre seguridad. Asociarse con aliados ha dado más sustancia a su propio papel en seguridad internacional. La interoperabilidad ha sido tan académica como militar y práctica. Los socios han sido atraídos a la Alianza como una comunidad de democracias mientras refuerzan su legitimidad en ONU y todo el mundo. Resumiendo, un resultado de ganar siempre. Pero ahora está en peligro porque las prioridades de la Alianza cambian y el enfoque vuelve a la defensa colectiva.

Mucha confianza se puso en el Euro-Atlantic Partnership Council. Ahora procede la consulta y otras infraestructuras de asociación, tal como el Diálogo Mediterráneo o la Istanbul Cooperation Initiative, necesitan de más energía y un mayor sentido de objetivo. Aparte de una cierta cantidad de asociaciones individuales, tales como Suecia y Finlandia, OTAN no ha articulado una visión absoluta sobre las asociaciones. No obstante, en un mundo en donde el multilateralismo se ve amenazado, esta red e un medio valioso y tiene que ser activado antes de que se atrofie.

Una solución es tomar el debate sobre normas en donde la asociación fue adquiriendo una importancia razonable, por ejemplo, encontrar un campo común sobre el avance de la mujer, agenda de paz y seguridad, papel de las compañías privadas de seguridad y protección de la población civil y combatir la trata de personas. La situación actual de la seguridad necesita de nuevas normas sobre ciberproblemas, sistemas autónomos de armamento, medios sociales e interferencia GPS y satélites espaciales, por decir algunos. OTAN no tiene por qué ser el sitio en donde se deberían de negociar formalmente las normas, pero sí puede ser un lugar en donde separar las buenas idea de las malas, constituir el consenso y poner de acuerdo a los jugadores, incluso ONG y sector privado, alrededor de la misma mesa.

En unos momentos en los que la imagen de OTAN está tan ligada a presupuestos de defensa cada vez más grandes y más capacidad militar superior, reconstruir la asociación puede ayudar a volver a asegurar a nuestros habitantes que la Alianza tiene un punto de vista político y no exclusivamente militar sobre la seguridad.

Estimular la defensa europea

Finalmente, la Alianza necesita hacer frente a la cuestión de la defensa europea. Desde un principio han existido dudas de si se debería fomentar o disuadir una identidad de defensa específicamente europea (y ahora UE).

A primeros de los años cincuenta el Secretario de Estado John Foster Dulles amenazó a Europa con una “perspectiva a extinguir” si no creaba más divisiones europeas (y, especialmente, alemanas). El resultado fue una Comunidad Europea de Defensa (EDC) que fracasó en la Asamblea Nacional Francesa en agosto de 1954.

Más de 60 años después continúa el debate de si debería haber un ejército europeo o una Auton9omía Estratégica Europea. Algunos quieren la mayor capacidad europea sin las instituciones separadas; otros, las instituciones sin preocuparse demasiado por la capacidad extra. En algún momento se plantea el caso de que se necesita construir una defensa europea como remedio a un desentendimiento de EEUU. En otros, se ve como un modo de reforzar la Alianza y la asociación trasatlántica superando la fragmentación de los presupuestos d defensa europeos y los programa de adquisiciones y produciendo más provecho del euro mediante programas más cooperadores.

Durante muchas décadas este esfuerzo se ha visto bloqueado por la inconsecuente actitud de EEUU (¿lo apoyamos y, en tal caso, en qué condiciones?) y las divisiones entre los europeos mismos (¿podemos desarrollar una cultura común cuando se trata del uso de la fuerza y de qué nos puede servir este esfuerzo, más que las agendas individuales de uno o dos miembros claves de UE?).

Hoy estamos en un momento crítico. UE ha lanzado una serie de iniciativas que son las más avanzadas desde el abandono de EDC y que pone estructuras y recursos detrás de aspiraciones. Tenemos la Estructuración Estructurada Permanente (PESCO) con 34 proyectos multinacionales; un Fondo Europeo de Defensa con un capital inicial de 13,5 miles de millones de euros; y una Iniciativa Europea de Intervención para fomentar una cultura común de estrategia sobre proyección de la potencia y planeamiento de misiones. El presidente francés Emmanuel Macron ha propuesto un Consejo Europe de Seguridad y la consolidación de la defensa y la base industrial de tecnología de UE. Sin embargo, también tenemos el Brexit y el problema de mantener al Reno Unido como un aliado clave firmemente integrado a la defensa total de Europa, desde la cooperación en inteligencia y policía a las brigadas.

En consecuencia, la tarea de OTAN es la de cómo fomentar y dirigir estas iniciativas europeas. Por supuesto que deberían evitarse las duplicaciones innecesarias. La prioridad debe ser rebajar la presión sobre EEUU capacitando a los europeos para hacerse cargo de las misiones colectivas de defensa dentro de la estructura OTAN; apoyar mejor la estabilización en África y Medio Oriente; definir el ámbito de solidaridad de UE al responder a ciberataques y terrorismo o desastres naturales (arts. 42.7 y 222 del Tratado de Lisboa); y gastar en defensa de modo más efectivo mediante la integración de esfuerzos y más inversión en tecnología innovadora.

Fundamentalmente, OTAN necesitará lograr una nueva negociación trasatlántica: en la que EEUU acepte la realidad de la integración de la defensa de UE y deje de verla como competencia o amenaza de OTAN y en la que los países de UE respondan a sus promesas sobre capacidad y continúen su esfuerzo de modo que refuercen la capacidad absoluta OTAN frente a los problemas del Este y el Sur así como las amenazas híbridas. Para ello UE necesitará mostrarse generosa con los aliados de fuera de UE basándose en una intensa asociación a cambio de una significativa contribución a tales esfuerzos. Las aspiraciones de defensa de UE no desaparecerán pero tampoco lo hará OTAN. La labor de esta generación de dirigentes políticos es unirlos por fin.

El 70 aniversario de la Alianza producirá muchas referencias a los logros pasados de OTAN y muchos mensajes de estima y compromiso. Muy bien. Sin embargo, el aniversario también es una oportunidad de una cierta reforma política que pueda hacerla satisfactoria durante las próximas siete décadas. Es una oportunidad que no se debiera perder.

El Dr Jamie Shea ha estado en la plantilla internacional de OTAN durante 38años. Actualmente es Professor of Strategy and Security en la Universidad de Exeter y Senior Fellow en Friends of Europe.

NATO Review, 5 de abril de 2019

Por la trascripción:

Leopoldo Muñoz Sánchez

Coronel de Intendencia ET (R)