Canoa: remando juntos

A propósito de la primera red panhispánica para internacionalizar la cultura en español, la autora considera muy relevante la creación de una institución trasnacional de esta naturaleza.

 

La palabra de  origen taíno canoa pasa por ser el primer americanismo de nuestra lengua. Aparece ya en un texto colombino y comparte honores con hamaca. Se entiende la preferencia por canoa dadas las connotaciones demasiado hedonistas de hamaca que, aunque evoca ensoñaciones de palmeras y mojitos, que en estos tiempos de clausura o semiclausura galvanizan nuestra imaginación, no parece que sea la palabra más adecuada para nombrar un proyecto que pretende poner rumbo hacia algún sitio. Vamos a explicar qué es la iniciativa Canoa pero antes es imposible no detenerse un instante en el primer texto en español en que encontramos esta palabra que hoy parece conjurar las mejores esperanzas de la grandísima comunidad hispana.

Somos 480 millones de hablantes nativos, que llegan a 577 millones que usan el español pero no lo son. Escribe Colón: «Canoa es una barca en que navegan y son de ellas grandes y de ellas pequeñas». Esto sucedía el 26 de octubre de 1492. Y más tarde añade: «Muy grandes almadías que los indios llaman canoa». El almirante explica el término taíno, nuevo y desconocido, con otro viejo y conocido, ‘almadía’ pero que entró en el español por el mismo camino: la frontera. Que eso, y no otra cosa, ha sido el español, una lengua de frontera, una lengua franca que ha convivido siempre con otras a las que ha alimentado y de las que se ha alimentado. Ninguna otra lengua europea tiene tantos vocablos en su interior procedentes de lenguas no europeas y esto es el resultado de haber sido el español durante siglos una lengua que crecía en las fronteras de Occidente. De ahí que canoa (taíno) pueda ser explicada con almadía (árabe).

Ahora Canoa es además de una embarcación, el nombre de un proyecto que fue solemnemente firmado por videoconferencia el 17 de junio pasado. Seguramente para evitar el desasosiego existencial que los actos en no-lugares provocan, se escenificó un acto de firma en la sede del Instituto Cervantes en la calle Barquillo, un protocolo en el que estuvieron presentes en pantalla algunos protagonistas y otros lo estuvieron en acto. A la taurina hora de las cinco de la tarde, en Madrid; y diez de la mañana, hora de México, nació para el mundo oficialmente Canoa, con el propósito de ser la primera red panhispánica para internacionalizar la cultura en español.

Viene al mundo Canoa para integrar y coordinar el esfuerzo de cuatro instituciones que representan a cuatro países, a saber, la Universidad Autónoma de México, auténtico buque insignia del mundo académico en español; el Centro Cultural Inca Garcilaso de Perú; el Instituto Caro y Cuervo de Colombia y el Instituto Cervantes de España. El proyecto se presentó en el VIII Congreso Internacional de la Lengua española celebrado en Córdoba (Argentina) y ha tenido una puesta en marcha relativamente rápida para lo que este tipo de iniciativas suelen requerir. Cada una de estas instituciones estuvo representada virtualmente por quienes estamparon sus firmas en el compromiso que Canoa asume de ahora en adelante: Enrique Graue, rector de la UNAM; Carlos Herrera Rodríguez, director del Centro Cultura Inca Garcilaso; Carmen Millán de Benavides del Instituto Caro y Cuervo y Luis García Montero, director del Instituto Cervantes. Hubo presencia de embajadores y personal diplomático, y para conjurar lo deslucidas que quedan estas solemnidades por pantalla, estuvieron en la calle Barquillo personas destacadas que representaban a cada una de las instituciones como Martín Gómez (Instituto Caro y Cuervo), Alonso Ruiz Rosas (Centro Cultural Inca Garcilaso) y Andrés Ordoñez, representante en España de la UNAM y persona que tiene mucho que ver con el nacimiento de Canoa. El acto se cerró con varias intervenciones en vídeo: las de Vargas Llosa, el académico mexicano Gonzalo Celorio, la autora colombiana Piedad Bonnett y la presidenta del Consejo Superior de Investigaciones Científica, Rosa María Menéndez. Y una lectura de poemas que comenzó Carmen Noguero con Me queda la palabra, de Blas de Otero, y acabó Andrés Ordóñez con Luna en Salamanca, de Hugo Gutiérrez Vega.

Se echó de menos un recuerdo para el caraqueño Andrés Bello (1781-1865), pálido y solitario sabio de vida errante que preparó el idioma para la desconexión política. Sin él es posible que no hubiera ni congresos de la lengua ni institutos Cervantes ni Canoa en que remar juntos. Su esfuerzo contra la balcanización lingüística y en defensa de la lengua común nos ha beneficiado a muchos, a lo largo de varias generaciones. Los hijos de Bello somos, como los descendientes de Abraham, tan numerosos como las estrellas.

Evidentemente, Canoa no viene de la nada. La preceden la actividad coordinada de las academias de la lengua, que ha permitido a lo largo del tiempo que el idioma evolucione sin fragmentarse; los encuentros que los congresos de la lengua han hecho posible y, por ir a algo muy concreto, la creación de SIELE (Servicio Internacional de la Evaluación de la Lengua Española) y otras muchas iniciativas que podrían mentarse. Pero no era suficiente.

Ahora la tarea que hay por delante es ilusionante y formidable: dar cobertura e impulso a distintas iniciativas panhispánicas que permitan optimizar las gigantescas potencialidades culturales –y no solo en cultura– de la comunidad hispana. Solo en nuestro país el español produce el 16 por ciento del valor económico del PIB, según un estudio de la Fundación Telefónica. Gana terreno cada año en Estados Unidos, Brasil y, particularmente, en China donde la demanda crece de manera ininterrumpida desde hace ya tiempo. Los cuatro países firmantes representan a más de la mitad de la población hispanohablante del mundo pero lo deseable, como señaló Carlos Andrés Herrera y fue repetido por varios intervinientes, es que se sumen al esfuerzo otros países. El paso siguiente es una reunión en México, explicó Luis García Montero, en la que la UNAM servirá de anfitriona. Allí se discutirán y elegirán proyectos concretos para el futuro en la idea de que lo público y lo privado coordinen esfuerzos en defensa del interés común.

Para la UNAM será una actividad que puede enmarcarse entre las programadas para celebrar su primer centenario, aunque tanto la reunión de Canoa como otras relacionadas con este aniversario están sujetas, como todo y todos, a los avatares de la pandemia que nos ha trastornado de muchas formas, aunque no tanto como para impedir el nacimiento de este proyecto.

DE MÁS ESTÁdecir que era muy necesario poner las bases para un esfuerzo coordinado de este tipo. Mil síntomas alertaban desde antiguo de esta necesidad. Baste señalar solo un hecho: la presencia poco relevante que el español tiene en distintas organizaciones internacionales, muy por debajo en ocasiones de otras lenguas cuyo peso específico en el mundo es bastante menor. Era un contradiós que no hubiera una institución trasnacional de esta naturaleza y ya la hay, y por eso debemos felicitarnos los que hablamos español. No todo iban a ser malas noticias. Esta es buena, muy buena, de las de brindar con espumoso y dar albricias al mensajero.

Nos quedamos con una frase que resume el propósito de Canoa: que la comunidad hispanohablante sea «cada vez más influyente y relevante como polo de civilización en el mundo multipolar que caracteriza el siglo XXI» y con unas palabras de Andrés Ordoñez, representante de la UNAM e impulsor del panhispanismo: «Canoa nace para reivindicar nuestro lugar como fundadores de la modernidad occidental».

María Elvira Roca Barea es profesora, ensayista y autora de Imperiofobia y leyenda negra: Roma, Rusia, Estados Unidos y el Imperio español(Siruela) y Fracasología. España y sus élites: de los afrancesados a nuestros días (Espasa).