«Deslegitimar el franquismo pone en riesgo la Corona». Entrevista a Fernando Suarez

Cuenta Suárez (León, 1933) que cuando le llevó la Ley de Huelga a Franco para la firmase, éste le dijo: «Ministro, contra la realidad no se puede ir». Catedrático de Derecho del Trabajo, ponente fundamental en la defensa de la Ley para la Reforma política que finiquitó el franquismo critica ahora la nueva Ley de la Memoria Histórica que pretende instituir comités de la verdad ‘orwellianos’ para reescribir la Historia

Entrevista publicada en el diario EL MUNDO, 24/02/2018

Pregunta.– La proposición de reforma de la Ley de la Memoria Histórica que ha presentado el PSOE habla de un «comité de la verdad».

Respuesta.– Una cosa es la memoria de la historia, y otra su tergiversación. La vigente Ley de Memoria Histórica está tergiversando, de manera que trata de exaltar a quienes perdieron la guerra, y de denigrar a quienes la ganaron. Lo que ahora proponen el PSOE y Podemos es rigurosamente antidemocrático. Eso no es historia, eso es sectarismo.

P.–Pablo Iglesias dice que hay un ADN franquista en la derecha española.

R.–Pero, ¿cómo no lo va a haber? El error es considerar eso como un insulto. La Guerra Civil fue una batalla implacable entre la derecha y la izquierda española. La ganó la derecha y surgió un régimen absolutamente autoritario en el que muchos trabajamos para que evolucionara, se modernizara y desenlazara en la democracia en la que vivimos. Quienes trajimos la democracia fuimos Fernandez-Miranda, Adolfo Suárez, Osorio, Fraga y muchas otras gentes, incluido yo mismo, que habíamos estado vinculados, como es notorio, al régimen de Franco, pero que queríamos la democracia para España.

P.–Se insiste en que la Guerra Civil fue una batalla entre el fascismo y la democracia que encarnaba la República.

P.–La República no fue un régimen idílico. ¡Lo dijeron hasta sus fundadores! Y los hijos de Ortega, Marañón y Pérez de Ayala lucharon con Franco porque la II República era sectaria y acabó sovietizada. Decir que ellos eran fascistas que luchaban contra la democracia y que las Brigadas Internacionales la defendían es una enorme falsedad. Por otro lado, y eso lo han demostrado documentalmente Álvarez Tardío y Villa García, el Frente Popular había ganado las elecciones de febrero del 36 fraudulentamente.

P.–Ni derecha ni izquierda pueden presumir de historia democrática.

R.– Es evidente. El PSOE empezó por decir que contra Maura valía el atentado personal y en 1934 organizó la Revolución. Y la derecha también se había sublevado en el año 32 y fue autoritaria hasta 1975. Pero lo que pasa en 1976 es que el Rey decide ser rey de todos los españoles en un régimen parlamentario, democrático y en Europa que es lo que queríamos casi todos los españoles. Por eso nadie tiene derecho a reprochar al otro su historia porque en España la democracia no empieza hasta 1977. Es patológico que tengan estatuas golpistas como Companys o Largo Caballero y que no se pueda recordar la heroica defensa de Oviedo o del Alcázar.

P.–¿Qué debería hace Cs ante la votación de la reforma de la ley de Memoria Histórica?

R.–Me parece muy comprensible que un partido nuevo y con un líder tan joven como Rivera no quiera verse mezclado en polémicas sobre el franquismo. Siempre he interpretado sus abstenciones en la materia en el sentido de que considera fuera de tiempo y de lugar tanto el Franquismo como el antifranquismo. Esta vez, sin embargo, la cosa es muy grave porque la proposición de ley de Margarita Robles añade al legítimo deseo de enterrar a los muertos como se debe una serie de preceptos que chocan violentamente con algunos derechos y libertades fundamentales reconocidos en la Constitución. Por otra parte, en el programa electoral de Ciudadanos figuraba expresamente el rechazo a convertir la Historia en arma política y esa proposición consiste precisamente en eso, insistiendo en la línea que inauguró Zapatero y que Rajoy no ha tenido a bien rectificar. Cs apuesta por lo que une y no por lo que separa y tiene autoridad para oponerse a los excesos de Robles y no debe sentir ninguna preocupación por que les llamen fascistas los que practican la muy fascista costumbre de reescribir la historia.

P.–Usted dice que duda que el PP llegue a celebrar el centenario de Fraga… ¿Pero no cree excesivo que se ponga a reivindicar a Franco?

R.–A mí no se me ocurriría defender que en la España actual hubiera un régimen como el de Franco. No se trata de mantener el autoritarismo, sino de respetar la historia de España. Le recuerdo que yo he publicado una visión crítica de Largo Caballero y que nadie de la izquierda ha encontrado en el texto la menor falta de respeto. ¿Sería mucho pedir la reciprocidad, en aras de una verdadera reconciliación?

P.–Podemos deslegitima la Transición porque precisamente la hace el franquismo.

R.– ¿Y quién la iba a hacer?

P.–El franquismo fue un régimen autoritario. Los primeros años de la posguerra fueron crueles…

R–Solo comparable a la que hubiera supuesto la represión si la guerra la hubiera ganado las izquierdas. Naturalmente, cuando el ejército de Franco llegó a pueblos en los que habían matado al párroco y a 10 o 12 familias conocidas… ¿qué iban a hacer? ¿Felicitar a los asesinos? Naturalmente entraron con una dureza extrema. Fue así en los dos bandos, y por eso la represión fue dura aunque después de la Guerra casi siempre con tribunales. Imagine cómo hubiera sido la represión de los marxistas si se hubieran impuesto. Eso es lo que hay que olvidar, que superar y que no vuelva a ocurrir. Y por eso nos hemos dedicado en cuerpo y alma a superar esos recuerdos. Sin embargo, insisto: se debe de enterrar con dignidad a los que estén en cunetas.

P.– ¿España vive lastrada por el pasado?

R.–Yo creo que esto de la nueva ley es una argucia para colocar al Gobierno de Rajoy en una situación difícil porque si respeta el Franquismo lo condenan, y si no lo respeta, pierde votos. Pero si usted lo piensa –y se lo digo yo, que soy parte del pasado– España vive el mejor momento de su historia, con todos los defectos pero con todas las posibilidades de ser un país formidable si prescinde de discusiones estériles.

P.–¿Ha llegado el momento de, sin desmerecerla, desmitificar la Transición?

R.–Perfecta no fue, no. No me gusta mitificar nada, ni siquiera la Transición pero sí valorarla porque fue un momento en el que una generación de españoles, por primera vez, decidió convivir democráticamente.

P.–Pese a las autonomías…

R.–Ese es otro tema más delicado porque el proyecto de descentralizar era un proyecto valioso pero se hizo muy deprisa y se improvisó. Se cometió el error de creer que Cataluña y el País Vasco eran CIU y el PNV, y no era verdad. Si se observan los resultados electorales del 77, se ve que UCD y AP tienen más votos en Cataluña y en el País Vasco que PNV y CiU. Entonces la tesis de Abril Martorell de que si no votaban la Constitución los catalanes y los vascos no iba a valer fue un error porque el pueblo catalán y el pueblo vasco hubieran apoyado la Constitución sin hacer tan largas concesiones a aquellos partidos nacionalistas.

P.–Usted dice que no ha temido en ningún momento por lo sucedido en Cataluña.

R.– Mientras se aplique la Constitución es imposible la secesión de parte del territorio nacional. Lo tienen que impedir la Justicia, las leyes y en último extremo las Fuerzas Amadas. ¿Molesta? Pues molestará, pero lo dice la Constitución.

P.–El problema catalán…

R.–Lo han creado políticos irresponsables. Tendríamos que estar hablando de la representación política, de cómo se reforma la Ley Electoral, de las pensiones…

P.–Usted que fue ministro de Trabajo.

R.–Mire, el sistema de pensiones arranca del retiro obrero de 1919. Y hace un siglo se estableció la edad de jubilación en 65 años. Punto primero, la edad de jubilación no puede ser la de hace un siglo. Punto segundo, el sistema que se estableció fue de capitalización, es decir, cada obrero pagaba —mejor dicho, su empresa— 10 céntimos diarios (la perra gorda) para tener una pensión de una peseta cuando tuviera los 65. Los que empezaron a cotizar en el año 18 se jubilaron en los años 39 ó 40, y la peseta en cuestión, las 30 mensuales, las tuvo que convertir Franco en 90 en 1939 y en 300 en 1956, porque la capitalización era una risa. Entonces el sistema de capitalización fracasó y se pasó al sistema de reparto, es decir, a que la generación actual mantenga a los pensionistas a cambio de que las generaciones futuras mantengan a los pensionistas de entonces. Eso ha funcionado muy bien desde 1940 hasta ahora, pero hay que revisarlo porque las circunstancias han cambiado. España no puede dejar de atender a sus pensionistas, que son los que lo han hecho todo: los pantanos, las autopistas, los colegios, los hospitales… Algunos proponen ahora volver a que ahorre cada cual lo suyo, con el riesgo de que dentro de 30 años lo que usted ahorre no signifique nada… El reparto es el mejor sistema pero hay que ajustarlo a las circunstancias actuales, elevar la edad y conseguir que la gente pueda cotizar más, lo que no se va a conseguir con sueldos miserables…

P.– A ver cómo se hace…

R.–Pues se hace con arrojo, con valor, como ya se hizo. Es que se han hecho muchas cosas en España contra viento y marea, por ejemplo la supresión del lucro en los accidentes de trabajo.

P.–Se compara a Franco con Hitler y Mussolini.

R.–Perdóneme pero Franco murió en la cama, con una despedida popular impresionante, que sorprendió al Gobierno. Compararlo con Hitler son ganas de negar la evidencia. Puedo entender que la izquierda más radical trate de comparar a Franco con Hitler y tenga a Stalin en su corazoncito, pero me resulta incomprensible la ingratitud de la derecha española que para demostrar su comportamiento democrático no se atreve a defender la obra histórica de Franco, verdadero creador de la clase media, de la industrialización, de la Seguridad Social, de la educación generalizada y, sobre todo, de la restauración de la Corona, que es hoy un patrimonio de incalculable valor. Un partido fundado por Fraga que no defiende la memoria de Franco no merece ganar las elecciones. Y que no me malinterpreten: Digo la memoria, no la nostalgia de su Régimen excepcional. El respeto a Franco es perfectamente compatible con la convicción de que España vive uno de sus mejores momentos.

P.–La Monarquía tiene origen en el franquismo.

R.–No hay otro. Tiene, por supuesto, su legitimidad histórica pero su restauración es una decisión personalísima de Franco, no cabe la menor duda, y hay que ver qué patrimonio tan importante supone para nosotros en la actualidad. La República en España es contra media España. Siempre. La Monarquía no tiene más preocupación que la de ser de todos.

P.–Pero un tercio de los españoles no se sienten monárquicos. Dos millones de catalanes que han votado al independentismo. ¿Qué se puede hacer?

R.–Predicar, como siempre. Y si no se aceptan las reglas del juego democrático hay que imponerlas y el que no esté de acuerdo, pues lo siento por él. Por supuesto, hay que enseñar, persuadir… La gente tiene que darse cuenta de que si España está en uno de los mejores momentos es también por la Corona.

P.–Las encuestas dicen que el número de los partidarios de la recentralización ha aumentado.

R.–Es natural porque alguna recuperación de competencias por parte del Estado es indispensable, aunque a algunos políticos no les convenga. En León no hace falta una ley de caza distinta de la de Extremadura, y yo quiero poder ir a un hospital en cualquier provincia española… ¿Eso no se puede decir? ¿O es uno un centralista impenitente?

P.–La recentralización es franquista, dicen.

R.–Si Franco dijo que dos y dos son cuatro, ¿va a ser mentira? Pues yo creo que no. O vamos a deslegitimar también las pensiones, los pantanos, los hospitales…

P.–La condena al franquismo supone la condena de la Monarquía, ¿no?

R.–Es evidente. Franco fue el propulsor de la Monarquía. Y si se deslegitima al franquismo y se convierte a Franco en una figura comparable a la de esos grandes dictadores sanguinarios de la humanidad, se le da una connotación a la Corona que la pone en riesgo. A veces pienso que se trata precisamente de eso. Por ello es una torpeza no explicar la historia completa, contarla como es, la verdad de por qué cayó Alfonso XIII, por qué llegó la República, por qué la República defraudó a los que la trajeron, por qué ocurrió la Guerra Civil y los motivos por los que hubo una dictadura que duró 40 años. La Historia, decía Sánchez-Albornoz, «es la ciencia de los porqués». Y hay quien no lo sabe. A partir de esa ignorancia se puede improvisar, reducir la comisión de la verdad a los años que convienen o proponer la salvajada de dinamitar el Valle de los Caídos… Pero así no hay concordia posible. Deberíamos dedicarnos a perfeccionar el presente, sin tratar de rectificar una historia de la que es heredero ese nuestro brillante presente.