EL FINAL DEL TRATADO INF

EL FINAL DEL TRATADO EEUU-RUSIA SOBRE ARMAMENTO SE TRADUCE EN PREOCUPACIONES A LARGO PLAZO

 

Alguna decisiones en política exterior transforman en un instante el mundo tal y como lo conocemos. Otras tardan años en sentirse sus repercusiones.

La decisión de la Administración Trump el 1 de febrero de retirar a EEUU del Tratado de Armamento Nuclear de Alcance Intermedio (INF) de la época de la Guerra Fría entra en la segunda categoría. La amenaza de guerra nuclear no nos ha puesto los pelos de punta porque EEUU decidiera retirarse del Tratado, no porque el Kremlin anunciara su intención de hacerlo 24 horas después. Pero no se confundan: ésta es una decisión de Washington que convierte al mundo en un lugar más competitivo, combustible, a largo plazo.

No hay ninguna duda de que Moscú violó, por supuesto, los términos del acuerdo firmado en 1987 por Ronald Reagan y Mikhail Gorbachev. Conforme aumentó la tensión por Ucrania en 2014 Rusia desplegó un tipo de misil que se supone que el Tratado INF prohibía; el presidente Barack Obama escribió una carta al ruso, Vladimir Putin, a tal fin, aunque fue con intención de mantener el tratado intacto más que romperlo por completo. La solicitud cayó en oídos sordos. Cinco años más tarde la Administración Trump desechó totalmente el trato. Desde un punto de vista la decisión parecía absolutamente razonable. ¿Qué es de un tratado si una de las partes renuncia a cumplirlo?

No obstante, en geopolítica, como en la vida, el contexto importa. Los europeos saben desde hace mucho que los rusos no cumplían el Tratado. En una era de relaciones EEUU-UE más intensas podría haber existido una cierta coordinación entre Washington y Bruselas sobre cómo hacer que los rusos respeten los términos del tratado más que EEUU decida deshacerlo. Tal y como está ahora el asunto, la decisión de Washington de salirse del tratado independientemente de las estridentes objeciones europeas es otro signo para sus dirigentes de que ya no se puede contar con EEUU como un socio fiable.

Luego está China. En la actualidad las relaciones entre Pekín y Moscú siguen relativamente fuertes mientras entre Pekín y Washington hay diferencias comerciales. Los chinos apoyaron el Tratado INF aunque no fuera más que porque eso significaba que podrían construir un arsenal militar creíble en una paz relativa mientras EEUU y Rusia miraban desde la barrera.

Ahora China tiene que preocuparse por un posible misil a 2.615 millas de su frontera con Rusia además de cualquier posible despliegue de misiles de EEUU en Asia que el Tratado prohibía. Y, en tanto que no es probable que la retirada del Tratado no tenga mucho que ver con las negociaciones comerciales EEUU-China actuales, echa más leña a la idea de que EEUU y China están en una marcha lenta hacia la confrontación.

Sin embargo, el riesgo más serio por la desaparición del Tratado INF es el continuado deterioro de las relaciones EEUU-Rusia. Aparte de la aparente diatriba entre los presidentes Trump y Putin, cuestiones como Ucrania, Siria, Injerencias en las elecciones, ciberoperaciones y ampliación de la OTAN siguen empujando a ambas partes hacia el conflicto. Ya ha dicho el ministro de defensa ruso que van a desarrollar nuevos sistemas de misiles basados en tierra que se prohibieron en el pacto.

El Tratado INF, y el control de armamento en sentido más general, era una de las posibles áreas de colaboración entre Washington y Moscú para trabajar juntos y hacer del mundo un lugar más seguro. Ahora es un punto más de tensión. Y conforme nuevas noticias de la investigación de Robert Mueller se abren camino a los titulares, lo último que necesita el mundo es más puntos de fricción entre Washington y Moscú.

Ian Bremmer

TIME, 18 de febrero de 2019

Por la trascripción:

Leopoldo Muñoz Sánchez

Coronel de Intendencia ET (R)