El incendiario sargento Joaquín Torra

Toda la verdad del ‘supremacista’ elegido por Puigdemont para ‘president’ de Cataluña

Y cómo llama “carroñeros, víboras, hienas… bestias con forma humana” a quienes no hablan el catalán ni profesan su credo

En Palma, donde hizo la mili, era el sargento Joaquín Torra y obtuvo el puesto 450º de su promoción. Ahora reniega de la bandera, rey y Constitución que juró proteger derramando “hasta la última gota” de su sangre

El “decálogo” para independentistas del president Quim Torra

“Prometo cumplir legalmente las obligaciones del cargo de president con fidelidad a la voluntad del pueblo de Cataluña representado por el Parlament de Cataluña”.

Este jueves, en apenas tres minutos, el lazo amarillo bien visible en la chaqueta del traje, Joaquim (Quim) Torra i Pla, el president que pretende hacer efectiva la independencia de Cataluña, prometió su cargo sin nombrar la Constitución ni al rey. A sus 55 años, el “pueblo” (nacionalista catalán) y la “patria” (catalana) han poblado el discurso de tinte supremacista de este abogado reconvertido en editor que escaló a la política al calor del procés. Pero hace años, cuando rondaba los 25, su patria era otra. Al menos en su uniforme verde oliva y sobre el papel. En el regimiento de Infantería de Palma 47, en Mallorca, los veteranos le recuerdan. Allí, “el Le Pen de la política española”, en palabras del socialista Pedro Sánchez, era “el sargento Joaquín Torra”. Y, por supuesto, tuvo que besar la bandera española.

Situémonos en la España de los años 80. Felipe González en Moncloa, Jordi Pujol en el Palau de la Generalitat. El servicio militar es obligatorio y la opción más ventajosa para los jóvenes con carrera como Torra es lo que popularmente se conoce como las milicias universitarias, la IMEC (Instrucción Militar Escala Complemento), que permite hacer la mili en varios plazos y no como un soldado raso, sino como sargento o bien como alférez. Es decir, mandar y cobrar más. A esa opción se acoge Torra en 1984, cuando se encuentra en su cuarto curso de Derecho en la Universidad Autónoma de Barcelona.

La ley que permitió la objeción de conciencia se promulgó en diciembre de 1984, pero para entonces Torra ya había empezado su formación. Eso sí, no fue insumiso -la desobediencia la predica ahora-. Su fotografía en Palma de Mallorca, vestido de uniforme y junto a una bandera española, ha sido la sorpresa de esta semana. Pero, aunque se le ha descrito como alférez de complemento, en realidad Torra se quedó un grado por debajo, en sargento. Fue suboficial del Ejército de Tierra, en Infantería, según figura en tres documentos oficiales del Ministerio de Defensa a los que ha tenido acceso Crónica, y como confirman tres de sus compañeros de mili. Entre 1984 y 1987 Torra pasó, de acuerdo a la trayectoria que marcaba entonces el Ejército, por las tres fases de todo imeco.

“La gran mayoría de los catalanes del IMEC lo primero que hacíamos era ir al campamento de San Clemente Sasebas, cerca de Figueras [Gerona]”, explica Darío López, miembro de aquella promoción de sargentos y que cree recordar a Torra entre sus compañeros del campamento. Fueron algo más de dos meses, entre octubre y diciembre de 1984, para recibir la instrucción básica como recluta. Allí, tras una misa de campaña, todos los aspirantes juraron bandera. Un coronel o un general preguntaba:

¡Soldados! ¿Juráis por Dios o por vuestro honor y prometéis a España, besando con unción su bandera, obedecer y respetar al rey y a vuestros jefes, no abandonarles nunca y derramar, si es preciso, en defensa de la soberanía e independencia de la patria, de su unidad e integridad territorial y del ordenamiento constitucional, hasta la última gota de vuestra sangre?

Y los alrededor de 600 soldados debían gritar al unísono: “¡Sí, lo juramos!”. Cuando besaban la bandera de España, un fotógrafo del Ejército los retrataba, uno a uno.

El siguiente paso consistía, en el caso de los aspirantes a sargentos de Infantería, en asistir otros dos meses a la Academia de Toledo. Estamos en agosto de 1985 y Quim Torra tiene 22 años. “De lo que no nos librábamos era de cantar todos los días el himno de la Infantería en el patio de armas”, relata otro sargento de aquella hornada. Lo tiene memorizado; quizá el president también:

– Ardor guerrero vibre en nuestras voces / y de amor patrio henchido el corazón. / Entonemos el himno sacrosanto / del deber, de la patria y del honor. ¡Honor!

En la explanada de la academia todos aquellos sargentos, además, hicieron la rejura de bandera. Fue el 26 de septiembre de 1985, según explica este compañero, que prefiere que su nombre no se publique. Así, el 23 de diciembre de aquel año, el nombre de “Joaquín Torra Pla” aparece en la lista del Boletín Oficial del Ministerio de Defensa, junto a todos sus compañeros del Ejército de Tierra: “Ha terminado con aprovechamiento el Curso correspondiente al segundo ciclo de formación de la IMEC-ET”, por lo que es promovido con carácter provisional al “empleo de sargento de Complemento”.

Baja puntuación

Su puntuación fue bastante baja, ya que en Infantería, dentro de una lista de 568 alumnos, quedó en el puesto número 450.

Ya sólo le quedaban las prácticas de seis meses como sargento, a razón de unas 40.000 pesetas al mes, el salario base de la época (unos 600 euros a precios actuales). Para muchos, el primer sueldo de sus vidas. Según las fechas que Torra expone en su currículum, por entonces ya había terminado la carrera de Derecho. Su destino (que figura en el Boletín del 22 de diciembre de 1986) fue el Regimiento de Infantería Palma 47, en Palma de Mallorca, regimiento encargado de la defensa de las Islas Baleares y con fama de duro y muy disciplinado. Dentro del territorio que el soberanismo denomina Països Catalans, eso sí.

Uno de aquellos catalanes era Miguel de Lara, que actualmente es profesor y ya ha contado a sus alumnos que en la mili coincidió nada menos que con el president Torra. “La que entonces era su novia [hoy, su mujer] era hermana de una amiga de mi ex mujer, así que cuando nos destinaron a los dos a Mallorca, como él no conocía a nadie allí y yo sí tenía familia, anduvimos los primeros días juntos”, cuenta a CrónicaDe Lara le recuerda como a un joven “muy educado” y “tímido”. “No hablaba de política”.

¿Cómo era la vida de un sargento en Palma 47? El día del soldado raso empezaba con el toque de diana a las seis de la mañana. Los sargentos se presentaban en el cuartel una hora más tarde. “Mandábamos sobre un pelotón de 10 o 12 personas”, indica De Lara. “Dabas las instrucciones a tu pelotón para salir al campo, hacer ejercicios, tiro, salir a las maniobras… Luego comíamos, y si estabas de guardia te tocaba pasar revista”. El sargento Torra se encargaba, en definitiva, de transmitir las órdenes que, emitidas por el capitán de la compañía, pasaban a los dos tenientes y en su caso a los alféreces, hasta llegar a él.

Un oficial ya jubilado de Palma 47 lo reconoce en la fotografía. Era sin duda, dice, el veinteañero con gafas de pasta “Joaquín Torra” -así lo llamaban y así figuraba en su “galleta”, la identificación con nombre y cargo que llevaban en la chaqueta-. La imagen, en la que se le ve sonriendo junto a una bandera de España, se tomó en un sencillo acto de un día normal en el cuartel, junto al monumento a los caídos por España, situado al final del patio de armas, en un alto al que se accede subiendo unas escaleras y que recuerda a los militares fallecidos en la guerra de Filipinas, la de Cuba, la de Sucesión… Según esta fuente, Torra formaba parte de la segunda compañía, la de fusileros, junto a más de un centenar de hombres.

“Independentista no era”

“La verdad es que yo me llevaba bien con él, era un tío flexible y se podía hablar con él”, asegura Antonio, un cabo procedente de Ávila que estuvo a las órdenes del sargento Joaquín. “Cuando vi que se hacía diputado ya me acordé de él, y ahora…”. ¿Sus declaraciones racistas? “Me han extrañado mucho… No era una mala persona, no decía esas cosas ni solía enfadarse. Los había peores”, ríe. Todos los compañeros consultados coinciden: de política no hablaba. “Independentista no era, se lo puedo asegurar”, subraya su superior.

La noticia de que el president que promete la independencia de Cataluña pasó en su juventud por Palma 47 ha generado enfado y tristeza entre los veteranos del regimiento. “Deshonra”, “deslealtad” y “traición” son las palabras más repetidas. Muchos con los que ha contactado este suplemento se han negado a hablar porque quieren ahorrarse unos calificativos que se presumen ásperos y prefieren limpiar los trapos sucios en casa. Uno de ellos se explica con los versos que Calderón de la Barca dedicó al Ejército:

Este ejército que ves

vago al yelo y al calor,

la república mejor

y más política es

del mundo, en que nadie espere

que ser preferido pueda

por la nobleza que hereda,

sino por la que él adquiere;

(…)

Aquí, en fin, la cortesía,

el buen trato, la verdad,

la firmeza, la lealtad,

el honor, la bizarría,

el crédito, la opinión,

la constancia, la paciencia,

la humildad y la obediencia,

fama, honor y vida son

caudal de pobres soldados;

que en buena o mala fortuna

la milicia no es más que una

religión de hombres honrados.

En junio de 1987, cumplidos los seis meses, el sargento Torra se marchó del regimiento. El 3 de noviembre de aquel año el Ministerio de Defensa confirma que ha “terminado con aprovechamiento sus prácticas reglamentarias” y que su empleo eventual como sargento de complemento adopta ya “carácter efectivo”. Joaquín Torra Pla, el número 450º de su promoción, ya podía olvidarse del Ejército.

De vuelta a Cataluña, Torra -que significa ‘tuesta’ en español- ya celebraría su 25º cumpleaños, el Día de los Inocentes de 1987, como letrado en el área de servicios legales de Barcelona de la aseguradora suiza Winterthur. En su currículum afirma que durante su primera década en la empresa fue responsable de los cambios legales societarios de todos sus negocios en España, incluidas la fusión y la adquisición de las aseguradoras Schweiz y La Equitativa. En los años siguientes ocuparía distintos puestos en la compañía hasta que, en enero de 2006, “un golpe de suerte”, según cuenta él en el libro Viaje involuntario a la Cataluña imposible(título traducido del catalán), lo llevó a Suiza. Sólo estuvo en Zúrich un año, porque otra aseguradora, la francesa Axa, compró Winterthur y lo despidieron.

Aun así, la “sordidez” de aquel ambiente de tiburones le dio para un libro –Ganivetades suïsses, algo así como Navajazos suizos. Viaje (de ida y vuelta) al corazón del management y del capitalismo salvaje- y su “ejecución” laboral el 16 de marzo de 2007, de la que salió sin trabajo y con la única compañía de “la liquidación en el bolsillo”, le dejó el tiempo suficiente para interesarse (se diría que obsesionarse) por el personaje que a la larga supondría su puente hacia la clase política: Eugeni Xammar i Puigventós, periodista catalán y separatista radical ya a principios del siglo XX.

Entrada en política

Alrededor de la figura de Xammar, Torra empezó a indagar y escribir sobre los nombres olvidados del secesionismo histórico catalán. Y con ello saltó a la fundación de su editorial, A Contra Vent; a escribir un libro junto al después director de Comunicación del Gobierno de Carles Puigdemont, Jaume Clotet… Y a la política.

En 2009 Joaquim Torra -ocho apellidos catalanes, o casi: Torra Pla Fàbregas Garriga Noguer…- entró en Reagrupament Independentista, una escisión de ERC formada por militantes críticos con el pacto del partido con dos siglas no nacionalistas (PSC e ICV) en el tripartito.

Pero Reagrupament se quedó en nada y la batalla de Torra siguió siendo cultural. Propagandística. En 2011 entró como consejero permanente en la Assemblea Nacional Catalana (ANC). También medró en Òmnium Cultural, el otro gran baluarte del procés. Cercano ya a Convergència Democràtica de Catalunya, su carrera se tornó en una sucesión de cargos públicos bien remunerados, desde gerente de la empresa municipal de Barcelona Foment de Ciutat Vella, pasando por director del centro cultural El Born, hasta director del Centro de Estudios de Temas Contemporáneos, dependiente de la Generalitat.

Aunque quizá su sueño se cumplió paradójicamente en la Cataluña intervenida por el Gobierno de España en aplicación del artículo 155 de la Constitución, cuando Junts per Catalunya y el president destituido Carles Puigdemont lo colocaron en el número 11 de la lista electoral por Barcelona para las elecciones del pasado diciembre.

El resto es sabido. Joaquim Torra i Pla, el sargento Joaquín, es hoy el 10º president. El primero a las órdenes de un mandatario fugado. Y el primero que inicia su andadura entre acusaciones de supremacismo, y no sólo por parte de la oposición.

Tras conocerse los artículos que ha publicado en los últimos años en varios medios catalanes y sus mensajes en Twitter ahora borrados, la organización SOS Racismo ha tachado su discurso contra “los españoles” como “peligroso e irresponsable”. La plataforma contra el racismo y la homofobia Movimiento contra la Intolerancia le ha denunciado ante la Fiscalía del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña por un presunto delito de odio. Y ante el mismo tribunal y por el mismo delito le ha presentado una querella el partido político Vox, acusación en la causa del procés: por fomentar de forma directa o indirecta el “odio, hostilidad, discriminación o violencia contra un grupo”.

Porque lo que más se conoce de Quim Torra no es su jura de bandera ni su canto a la Infantería, sino este artículo: “Ahora miras a tu país y vuelves a ver hablar a las bestias (…) Bestias con forma humana que igualmente supuran odio (…) contra todo lo que representa la lengua [catalana]”. Lo publicó el sargento Torra en 2012. Al artículo lo llamó La llengua i les bèsties. La lengua y las bestias, sí.