Estado y Gobierno

En mi opinión fue el gran error de Mas y de Puigdemont: confundir el Estado con el Gobierno de Mariano Rajoy

No lo duden. Por buenas palabras que se digan, siempre quedará la tentación de manipular. Como práctica política, el ansia de poder a costa de lo que sea, sigue viva»

Ya el primer artículo de nuestra Constitución señala que «España se constituye en un Estado social y democrático de Derecho». Como sabe el lector, en el siguiente, fundamenta la Carta Magna «en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles» a la vez que «reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran y la solidaridad entre ellas». Dedica seis artículos específicamente al concepto de nuestro Estado: la capital, las competencias exclusivas, la forma política, la lengua oficial, el ordenamiento jurídico y la organización territorial. En cambio se refiere al Gobierno en veintidós artículos, aparte de los que dedica a su Presidente (nueve) y a los miembros del Gobierno (seis).

BARRIO

Nunca ha sido fácil definir la frontera entre Estado y Gobierno, pero nuestra Constitución a lo largo de todo su articulado permite distinguirla, marcando competencias y atribuciones que, sobre todo, aseguran la fortaleza del Estado incluso ante vaivenes del gobierno de turno o de los gobiernos de las referidas nacionalidades y regiones.

En mi opinión fue el gran error de Mas y de Puigdemont: confundir el Estado con el Gobierno de Mariano Rajoy. Y –¡cuidado!– que un sector del nacionalismo separatista catalán sigue anclado en el mismo error y piense que un cambio de gobierno por inopinado que haya sido y gracias a su apoyo parcial, va a cambiar estas constantes.

La Ministra de Defensa Margarita Robles dijo el pasado lunes en la sede del CNI que «este Gobierno no usará los servicios de inteligencia con fines partidistas», a lo que contestó el actual Director del Servicio, el general Félix Sanz que desde que accedió al cargo en 2009, «ningún Gobierno me ha pedido nunca nada que no sea legal».

Definían la frontera entre un servicio de Estado y necesidades de un Gobierno. No entraron en los tiempos en que los servicios de inteligencia rozaron las ambiciones personales y de partido de algunos personajes que hoy, es mejor olvidar. Y creo es un acierto que la dependencia del CNI regrese a Defensa tal como lo había diseñado hace años el general Gutierrez Mellado. Nunca sabremos si el fracaso de nuestros Servicios de Inteligencia en la crisis catalana –indiscutible falta de implantación y consecuente falta de previsión– se debió a un mal planteamiento de los propios servicios o fue consecuencia de una mala interpretación y errónea ejecución de los responsables de la Moncloa. Tampoco puede colgarse medallas Interior. Y esto puede pagarlo caro una candidata a la presidencia del Partido Popular.

Defensa es Ministerio de Estado como deben serlo Exteriores, Interior y Justicia. El mejor servicio que se puede prestar hoy a nuestra España sumida en grave crisis de descomposición, es reforzando el concepto de estado y sus estructuras. Creo que las Fuerzas Armadas han dado ejemplo de este concepto de servicio, constatado que las tentativas de manipularlas han sido varias. Los uniformados hicieron suya aquella regla de oro de Gutiérrez Mellado: «por supuesto respeto ideas políticas; pero el militar que quiera ponerlas en práctica en un partido político, debe colgar el uniforme». Ojalá se hubiese extendido esta norma a otros ministerios. Hubiéramos evitado frecuentes pulsos entre jueces progresistas y conservadores; juicios paralelos en medios de comunicación por filtraciones interesadas o por protagonismos estrella; hubiéramos evitado las diferencias entre cúpulas policiales –aun no tengo claro su papel en la gestión del 11-M– o los inestables destinos de muchos de nuestros embajadores, motivados más por afinidades ideológicas que por las propias aptitudes para servir en un puesto o país determinado.

Pero no lo duden. Por buenas palabras que se digan, siempre quedará la tentación de manipular. Como práctica política, el ansia de poder a costa de lo que sea, sigue viva. El odio al otro, al contrincante, forma parte esencial de esta lucha por el poder. ¡Véanse las dentelladas con que se gestionan estos días los puestos de responsabilidad en RTVE! Como las hubo en un tiempo entre servicios de protección civil de comunidades autónomas y se tuvo que crear una UME con mentalidad de servicio al estado, sin distinguir si los incendios de un monte pertenecían a una comunidad autónoma de derechas o de izquierdas: el viento y las llamas no distinguen ideologías.

Insisto. Ante días que se presentan preocupantes, en un mes de julio que históricamente ha sido violento, frente a los ataques a la integridad, unidad y solidaridad de España, constatada la insaciable voracidad de los nacionalismos separatistas, se hace necesaria mantener firme y unida la columna vertebral del Estado de Derecho.

Quiero pensar que el General Gutiérrez Mellado al que he citado hoy, suscribiría esta reflexión.

  • 5 jul. 2018   La Razón   Luis Alejandre