Historia de una foto abandonados

El fotoperiodista Santi Palacios es galardonado con un World Press Photo por una imagen de dos niños senegales rescatados en el Mediterráneo. “Desde fuera, nuestro trabajo puede parecer feo, pero en el terreno las cosas son totalmente diferentes”.

El fotoperiodista Santi Palacios (Madrid, 1985), ganador del Premio Nacional de Fotoperiodismo 2016, suma un nuevo reconocimiento a su lista. El madrileño, afincado en Barcelona, ha sido galardonado con el segundo premio en la categoría ‘noticias generales’ del World Press Photo.

La imagen, ‘Abandonados’, muestra a dos niños senegaleses rescatados frente a las costas de Libia en julio de 2016 y comparte pared, en Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid (COAM), con el resto de ganadores de uno de los certámenes fotográficos más importantes del mundo. La foto de año, ‘Un asesinato en Turquía’, del turco Burhan Ozibilici, muestra el asesinato del embajador ruso en aquel país.

Hablamos con Palacios, a quien los premios le generan “una sensación contradictoria”, sobre el fotoperiodismo, los conflictos actuales y cuándo la foto pasa a un segundo plano.

Qué significa para ti este premio

No soy muy fan de los premios. Haces un trabajo vocacional, en el que el objetivo jamás es recibir un premio y, a veces, hacerlo por contar miserias ajenas se hace difícil de gestionar. No por eso dejo de entender que sirven para dos cosas. Por un lado, el World Press Photo tiene una estructura que hace que esta imagen llegue a millones de personas. Por otro, a título individual y profesional, sirve para que algunos editores se fijen en ti, que le suenes a gente que no te conocía, que te hagan más caso cuando haces una propuesta…

¿Está poco valorado el trabajo de los fotoperiodistas?

Si hablamos de España, sí. Muy poco. En los medios de comunicación no existe una cultura de cuidar el fotoperiodismo. Tenemos un montón de buenos fotógrafos y todos trabajan para medios extranjeros.

¿Cuál es la historia detrás ‘Abandonados’?

La foto está hecha en una operación de rescate frente a las costas de Libia, en julio de 2016, a bordo de una lancha de la ONG Proactiva Open Arms. Era un día en el que había buenas condiciones meteorológicas y, aunque había bastantes rescates, todo sucedía con relativa normalidad y sin dificultades. El proceso cuanto te encuentras una patera es siempre el mismo: tranquilizas al personal, entregas chalecos -la diferencia entre tenerlos o no es ahogarte o no ahogarte- y empiezas a sacar primero a los niños y las mujeres. Sobre el mediodía me encontré esta imagen de una niña nigeriana de 11 años abrazada a su hermano. Ambos lloraban, destrozados y gritando “mamá”. Hice dos fotos y otro socorrista y yo fuimos a tranquilizarles. Cuando veíamos que no se calmaban empezamos a intuir que podía ser algo más que el miedo al mar. La mujer que estaba a su lado, y que dijo ser su tía, nos contó que la madre había enfermado al cruzar el Sahara, no había recibido atención en Libia y que había quedado muerta antes de llegar a la patera. Esos días se estaban celebrando los Juegos Olímpicos y no importaba nada más. Al enterarme de esta historia, la imagen ganó fuerza y conseguimos que se difundiera.

 

En situaciones como las que ves cuando realizas tu trabajo, ¿cómo consigues volver luego a la normalidad?

Cada uno lo gestiona de una manera. Yo, durante los primeros días, me aíslo un poco, porque llego quemado, cabreado… y no quiero ser un borde con la gente que me encuentro, que no tiene ninguna culpa de que yo hayas decidido irme a hacer ninguna historia. El truco que he encontrado ha sido nadar. Llego, me voy a nadar y después me puedes decir lo que quieras.

¿Cuándo sabes que tienes que dejar la cámara y ayudar?

Eso te lo dice el sentido común. Desde fuera, nuestro trabajo puede parecer feo, pero en el terreno las cosas son totalmente diferentes. Cuando ves una imagen y dices “coño, cómo el fotógrafo no hizo nada” es porque, probablemente, había gente alrededor que podía hacerlo y él podía permitirse hacer su trabajo. Evidentemente, es una cuestión de tener dos dedos de frente. Todos, de forma instintiva, cuando vemos que la prioridad es otra, no nos dedicamos a hacer la foto. Además, si hacemos esto es porque creemos que tiene un sentido.

¿Qué conflicto actual crees que no se está atendiendo lo suficiente?

Prácticamente todos, pero si hay uno que merezca la pena destacar es Yemen. La guerra allí está siendo muy dura y los periodistas que han conseguido permiso para entrar son contadísimos.

¿Qué foto te has arrepentido de no hacer?

No te puedo decir una en concreto, pero hay muchísimas. Creo que todos hemos deseado alguna vez que nuestros ojos sean cámaras. Ves una foto, no llegas a tiempo o por el motivo que sea no estás, estabas ocupado, decidiste no hacerla… Las fotos que no haces son las que mejor recuerdas.

¿Y de hacer?

De hacer, no, porque es algo automático; de haber publicado, si, porque si no la publicas, no hay ningún problema. Se ha publicado algún cadáver demasiado explícitamente reconocible de algún niño que después he pensado que habría sido mejor no haber hecho. En ese momento tomas la decisión muy rápido, en caliente y, lamentablemente, ya no hay vuelta atrás.

¿Qué foto es la que te ha hecho más feliz?

No sé si tengo esa relación con las fotografías, pero sí que hay imágenes de las que estoy orgulloso o contento de que al final se lograse hacer. Alguna imagen que llevó meses de trabajo se tomó en un sitio tan cercano, y en el único trabajo que he hecho en España en mi vida, en la valla de Melilla. Había veces que alguna de las imágenes que tomábamos allí nos llevaba meses.

¿Somos ajenos a lo que pasa en un sitio tan cercano como la valla?

Sí. Y, sobre todo, hay un doble rasero. A los migrantes que tratan de entrar saltando la valla se les considera negros que quieren entrar por la ventana en vez de por la puerta y de malas maneras, como decía el antiguo ministro del Interior; y, en cambio, los sirios que llegan por el Mediterráneo oriental, aunque no se les reciba y no se les ayude, se les considera pobrecitos refugiados, porque son árabes y blancos. Lo que pasa en la frontera de Melilla es lo mismo: la gente viene huyendo de las mismas historias, tiene el mismo derecho a buscar seguridad, a pedir asilo… y, sin embargo, no se ve de la misma forma.

Parece que Merkel ha perdido unos cuantos votos por dejar pasar a los refugiados sirios.

Eso parece. A mí lo que me gustaría es que hubiera más presión social para que la historia fuera al revés. Como no tenemos ningún político de verdad en todo el continente, lo que hacen es aquello que les da votos. Si cierran fronteras ganan votos y a mí me gustaría que ganaran votos por lo contrario, por cumplir los convenios internacionales, por respetar los Derechos Humanos, las solicitudes de asilo, por no externalizar las fronteras y darle dinero a autoridades de países que no van a respetar los DDHH. Si hubiese más presión social para que los gobiernos entendiesen que actuando bien, ganan votos, las cosas estarían mejor.

¿Qué opina de las críticas que han vertido algunos gobiernos sobre la colaboración de las ONGs con las mafias?

Enfermiza. En Melilla nos acusaban a los fotoperiodistas de organizar los saltos. El problema es que no tienen ni idea de cómo funciona, nunca han estado allí y dicen auténticas burradas. Me gustaría llevarme a los políticos que dicen eso allí y que se les cayera la cara de vergüenza por estar diciendo semejante salvajada. Me siento hasta como si me lo estuvieran diciendo a mi también. Estamos en un barco esperando o matándonos a trabajar para encontrar una patera que no sabemos dónde está, te lo curras, haces el rescate para que todo el mundo esté lo mejor posible, llegas a Italia… ¿qué tráfico has hecho? Hay un argumento que es que los rescates se producen muy cerca de los límites de las aguas internacionales, pero hay una máxima del rescate que dice que si hay peligro de muerte, hay que actuar. Que los políticos solucionen el problema político que hace que la gente se muera en el agua, para que las ONGs no tengan que estar ahí.

¿Cuál es tu próximo destino?

Espero que Bangladesh, la semana que viene, para trabajar con los rohingya en la frontera con Birmania.

 

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