Inquietud en los cuarteles

Hace tiempo que los militares en su conjunto y los jefes en particular ya no son franquistas

 

Con el juicio de Campamento a los golpistas del 23-F, en los primeros meses de 1982, dejó de oírse en España el ruido de sables y desapareció el riesgo de intervención militar que fue un peligro y una amenaza durante la Transición. Desde entonces, los militares comprendieron que su papel de defender España y su unidad, establecido por voluntad popular y fijado en la Constitución, lo decidía el poder civil en las urnas. En estos últimos 40 años de democracia, el comportamiento del Ejército español ha sido ejemplar: la incorporación a la OTAN, las misiones humanitarias y de paz en el exterior y su completa profesionalización han contribuido decisivamente a ello. Hoy, la institución militar goza del aprecio y la consideración de la mayoría de los españoles. En cierta medida, dejó de ser un «poder fáctico». Entre los militares hay libertad de pensamiento y pluralismo político, con más tendencia seguramente a la derecha que a la izquierda a la hora de votar. Es natural. Su neutralidad obligada no quita que los militares no sean sensibles ante lo que pasa. Su patriotismo, alimentado en las academias familias, se siente dolorosamente interpelado por la situación de Cataluña y por los ruidosos movimientos antimonárquicos. Los más viejos, cargados de estrellas y recuerdos, ya apartados de la milicia activa, ven con inquietud que se intente a estas alturas darle la vuelta a la Guerra Civil y reconstruir el Frente Popular. El manifiesto de varios centenares de ellos expresando su malestar ante la exhumación del cadáver de Franco responde más, me parece, a inquietudes del presente que a nostalgia del pasado, aunque algo de lo primero puede haber. El hecho de que una veintena de ex oficiales retirados encabezados por el antiguo JEMAD, el podemita Julio Rodríguez, haya reaccionado virulentamente contra dicho manifiesto, demuestra el pluralismo y la proporción de las tendencias. Hace tiempo que los militares españoles en su conjunto y los jefes en particular dejaron de ser franquistas. Lo que no dejarán nunca es de ser patriotas y estar en alerta permanente para defender a España de los enemigos. La actual inquietud en los cuarteles no es muy distinta de la que se siente en la calle. Pero no actuarán por su cuenta. Tranquilidad.

Hoy, en resumidas cuentas, disponemos de unas Fuerzas Armadas bien preparadas, como nunca antes. Tenemos oficiales cultos, ilustrados, que saben idiomas y que no desmerecen en las misiones internacionales de sus compañeros de armas de los países más avanzados. La profesionalización de la institución militar ha sido uno de los éxitos más consistentes y uno de los frutos más valiosos del «régimen del 78» que algunos quieren liquidar. La milicia, como dice Calderón, sigue siendo una religión de hombres honrados.

10 oct. 2018   La Razón   ABEL HERNÁNDEZ