La Cruz grande

Todavía hay majaderos que creen que a Sánchez, Iglesias, y sus socios nazis o terroristas, les importa la situación y ubicación de los restos mortales de Franco y José Antonio.

Todavía hay majaderos que creen que a Sánchez, Iglesias, y sus socios nazis o terroristas, les importa la situación y ubicación de los restos mortales de Franco y José Antonio. Bobadas. Huesos y cenizas sólo pueden interesar a los tontos. Lo que hiere, afecta y cabrea al personal de la venganza es la Cruz, la inmensa Cruz que emerge del sopié de Cualgamuros y se hace visible en toda la ola sur de la sierra de Guadarrama. Se puede apreciar y disfrutar, incluso, desde Galapagar. Sucede que para derribar la Cruz, previamente hay que desenterrar y llevarse los huesos y cenizas de Franco y José Antonio a otros lugares. Se han torcidos los planes del minoritario. A Sánchez se le llama en una peluquería de Madrid el «Minoritario», y por lógica, me he hecho cliente. «En julio, los restos de Franco no se hallarán en el Valle de los Caídos». Es como el «No pasarán». Tres años cantando el «No Pasarán», los pasaron por encima y se quedaron cuarenta años. Las familias Franco y Primo de Rivera se han opuesto a las exhumaciones, la comunidad de padres Benedictinos, depositarios y custodios de todos los restos allí enterrados tampoco están por la labor, y el señor Cardenal-Arzobispo, que se ha llevado unos buenos mandobles por su debilidad, permanece en silencio. Como alguien comentó en la peluquería «esto lo va a decidir o el Papa o Cristina Fallarás», pero la segunda está muy ocupada retirando sus enseres personales del despacho de RTVE que finalmente, no ha conseguido ocupar en Prado del Rey.

Lo que importa es la Cruz. Pero tienen los resentidos muchas cosas por derribar previamente. La Seguridad Social, fundamental obra personal de Franco. La gran red de Hospitales Públicos, desde La Paz y el Piramidón al Gregorio Marañón, que se llamaba Francisco Franco cuando en maternidad no reservaban una planta entera para que no fueran molestados ni incomodados los padres de dos mellizos. Y pueden y deben pulverizar y dinamitar todas las grandes obras públicas del franquismo, y ahora que estamos en verano, los pantanos principalmente. Todas esas obras se construyeron en una situación económica cercana a la ruina, y con unos impuestos ridículos. El franquismo tuvo muchos y graves errores, como todo régimen autoritario. Pero se robaba poco.

Cuando lo de los pantanos, un gran militar que alcanzó la cúspide y por aquellos tiempos estrenaba su empleo de teniente, recuerda que también en los cuarteles se hacían bromas de Franco y los pantanos. En el propio Ejército se le denominaba «General Rana», porque saltaba de pantano en pantano. Años más tarde, ya en plena democracia y con un presidente del Gobierno socialista, Felipe González reconoció que sin los pantanos y las obras hidráulicas culminadas durante su régimen, España habría muerto de sed. Y es cierto que en una ocasión, con un intervalo de cuatro años, Franco inauguró el mismo pantano, el de Entrepeñas. El ministro de Agricultura, Tomás Allende García-Báxter, acudió al despacho del Jefe del Estado abochornado. –Excelencia, mi deber es recordarle que el pantano de Entrepeñas ya ha sido inaugurado brillantemente por Su Excelencia-; Franco alzó los ojos, se situó en la mirada de su ministro y le respondió: -puez ya ez hora de que lo vuelva a inaugurar con máz brillantez aún. Allende, no ze preocupe. La gente no ze fija en fechaz ni en tonteríaz-. Destrocemos todas las obras públicas del franquismo, pantanos, autopistas, viviendas obreras gratuitas, viviendas obreras subvencionadas, puertos, escuelas, universidades laborales, industrias y fábricas de titularidad estatal…. Todo es susceptible de ser demolido y devastado. Pero al menos, hasta que hayan terminado con todo – sea respetado el Gregorio Marañón hasta que los condes de La Navata abandonen el centro hospitalario-, dejen tranquila, libre, alta y erguida la gran Cruz de Cuelgamuros, que es el principal objetivo de los vengativos, que no los vengadores. Los huesos y las cenizas dan muy poco de sí, y deben de ser respetadas. Pero esa cruz, símbolo del sufrimiento y la paz que emerge como un ciprés de granito de las rocas del Guadarrama, es la que les importa.

Pues va a ser que tampoco

18 jul. 2018   La Razón