NARCOBUCANEROS EN LAS ISLAS CHAFARINAS

  • 15 jul. 2019
  • ABC
  • CRUZ MORCILLO

Narcobucaneros en las islas Chafarinas

Así asaltó la Guardia Civil una guardería flotante de combustible y droga que aprovisionaba a otros grupos

Lanchas y barco de altura Media docena de lanchas con agentes del Marítimo y del GAR rodearon a los traficantes a la «hora D»

LMADRID

a «hora D» se había fijado a las 3.30 de la madrugada del pasado domingo. A esa hora, seis lanchas rápidas intervenidas a narcotraficantes y pilotadas por guardias civiles del Servicio Marítimo de la Guardia Civil rodearon una de las tres islas que componen Chafarinas. A bordo de cada una había agentes del GAR con las caras pintadas de negro, cascos, chalecos y equipos de visión nocturna. En unos minutos se hicieron con la «guardería marítima», una plataforma de narcolanchas que se había establecido en el archipiélago a modo de puerto refugio desde el que aprovisionar en alta mar de droga y combustible a otros «señores del hachís». En el momento del asalto había cuatro embarcaciones. Una logró fugarse, pero tuvo un accidente y fue localizada más tarde. Seis individuos marroquíes las custodiaban y patroneaban, con víveres en abundancia, sofisticados equipos, y una tienda de campaña para descansar.

A las cuatro de la madrugada, el centro de mando establecido en la Comandancia de Melilla –con dos coroneles supervisando el dispositivo– respiró, después de semanas de diseño del complejo operativo en el que han participado más de 150 guardias civiles de unidades aéreas, terrestres y marítimas. La operación Karsana no tiene parangón con ninguna anterior y ha permitido obtener información inédita sobre la versatilidad a la que se han abonado los narcos.

Nuevas rutas

Karsana empezó a fraguarse en enero, cuando los analistas del Cuerpo detectaron nuevas rutas y procedimientos de los traficantes para sortear la presión policial en el Campo de Gibraltar y el resto de la costa andaluza. Al poco llegó la certeza de que las Chafarinas se habían convertido en un epicentro de narcolanchas para abastecer de droga y gasóleo a distintas organizaciones, una «guardería marítima», que les permitía actuar en alta mar y al abrigo de los vientos.

En el último medio año el archipiélago ha llegado a albergar hasta once embarcaciones a la vez. Todas eran neumáticas semirrígidas, de entre 12 y 14 metros de eslora y con dos, tres o cuatro motores, según las necesidades. «Han ido reduciéndose porque les hemos incautado varias en estos meses. Ahora son ilegales y más difíciles de conseguir y no olvidemos el precio: más de 200.000 euros cada una», explican fuentes de la investigación. Los agentes han obtenido datos que indican la presencia en Chafarinas de algunos de estos nuevos bucaneros desde hace una década.

De las tres islas que forman el archipiélago, situado a unas 27 millas de Melilla (isla del Congreso, de Isabel II y del Rey Francisco), solo la segunda está habitada, custodiada por un destacamento del Ejército de Tierra. Los militares fueron los primeros en advertir la presencia de esta plataforma que elegía la isla del Congreso o la del Rey Francisco, según los vientos.

Nada quedaba al azar como han comprobado los investigadores. Las embarcaciones, dotadas de radares y tecnología punta, salían todas juntas antes del amanecer con distintos rumbos. En alta mar se dirigían a las coordenadas marcadas. Las que tenían que transportar droga o combustible se acercaban a barcos pesqueros que les suministraban la mercancía y una vez cargadas (hasta con 3.000 kilos de hachís cada una) navegaban hasta los puntos de trasbordo en el mar de Alborán para entregar la carga.

Alguna de ellas fue sorprendida «in fraganti», como la interceptada en mayo cuando trasvasaba 3.000 kilos de droga a un yate de lujo cerca de la costa de Fuengirola (Málaga). Estas lanchas hacían de intermediarias con todo tipo de embarcaciones: pesqueros, yates de recreo o narcolanchas, que luego introducían el hachís en la Península. Al atardecer, regresaban a Chafarinas y se abarloaban unas a otras a la espera del siguiente encargo.

Cuando la Guardia Civil –con la que ha colaborado el Mando de Operaciones del Estado Mayor de la Defensa– tuvo clara la operativa se diseñó el dispositivo. El buque oceánico del Cuerpo, el Río Segura, con más de cien agentes a bordo partió de Melilla hasta el punto de encuentro (a unas 20 millas de Chafarinas) con la media docena de lanchas rápidas que iban a rodear a los narcos. Estas llevaban más de seis horas navegando. «Vaya tela cómo estaba el mar, quillo», dijo alguno de los agentes. Se cambiaron, descansaron y a la una de la madrugada comenzó el desembarco con los patrones del Marítimo y los GAR ya preparados. Se acercaron con tanto sigilo que sorprendieron a los delincuentes durmiendo.

Los seis detenidos han ingresado en prisión, acusados de pertenencia a organización criminal, tráfico de drogas y contrabando. El penúltimo refugio de los narcopiratas también ha sido descubierto. «Allí donde estén vamos a estar nosotros: la Guardia Civil».