NAVÍOS RUSOS

¿DESCUBRIRÁ LA ALIANZA BARCOS RUSOS OTRA VEZ?

Rusia está desafiando a la OTAN tanto en el mar como fuera de él. La callada respuesta de la Alianza se centra en más información y una nueva estructura de mando para proporcionar ventaja competitiva. Estas medidas solas no serán suficientes para lograr la disuasión.

Los países están cambiando el modo de librar la guerra. Surgen nuevas doctrinas de intervención, la táctica ha variado, nuevas ideas en la Academia de Frunze han desarrollado alternativas a la ortodoxia de Occidente sobre cómo los ejércitos logran una ventaja competitiva en la guerra. Aparte de los titulares sobre “enanitos en la tierra” la gran competencia de poderes es más evidente en el mar, en donde la ausencia de unas fronteras claramente observables, falta de gobernanza, vigilancia incompleta y un escaso parcheo de la seguridad permiten acciones entre las fuerzas navales que en tierra serían actos de agresión poniendo en vigor consecuencias políticas y militares a gran escala.

Esta visión de cómo se está librando la guerra es impuesta por los adversarios de la OTAN, forzándola no sólo a reaccionar sino, también, a sentirse en gran medida ausente del debate. En resumen, parece que la OTAN se ha olvidado del mar como campo de presencia, influencia y guerra y, por razones comprensibles, conforme los aliados se han centrado en otros problemas. Parece que la OTAN está sumida en la idea ortodoxa de la gestión de crisis, a la espera de que la tecnología y la mejora gradual en la respuesta inmediata y la interoperabilidad de sus ejércitos basten contra un adversario que, simplemente, no se acomodará a las ideas de Occidente sobre cómo deberían intervenir. Éste es el epítome de la “guerra de segunda generación” derivada del “cuarto manual de guerra generacional” de Bill Lind.

Es posible que EEUU y GB estén defendiendo el cambio mediante una compensación tecnológica, una oleada de innovación y una mayor precisión. Pero todo eso cuesta dinero y los dirigentes políticos de la OTAN, con toda razón, quieren detalles de su nueva estrategia marítima.

El problema planteado en sucesivas cumbres de la OTAN parece reducirse al borrador de una única estrategia marítima que se ajuste a todos los miembros de la Alianza y sus diferentes puntos de vista sobre las amenazas a la seguridad en el mar. No obstante, diversos grupos de países plantean prioridades marítimas marcadamente diferentes.

Diferentes prioridades

El Grupo del Norte plantea un argumento importante sobre un plan que concede prioridad a una fuerza naval convencional capaz de disuadir y contrarrestar los despliegues de submarinos y buques rusos de gran porte y potencia de fuego actualmente a una escala no vista desde los momentos álgidos de la Guerra Fría. Los puntos vulnerables de la estructura crítica marítima, las conexiones vitales con América del Norte (tanto por encima como por debajo del Océano Atlántico,) así como los mares interiores de Europa, han permitido a la marina rusa responder a la superioridad de la OTAN en el mar, concretamente en el norte del Atlántico, Ártico, mar de Noruega y Báltico. El amplio reconocimiento de estos puntos débiles en el núcleo de interés de la Alianza ha resultado en la reciente decisión de establecer un nuevo Mando Atlántico en la OTAN.

Sin embargo, otros miembros no ven la amenaza rusa como un problema muy grave de seguridad al que tengan que hacer frente en el mar. Muchos países con costas en el Mediterráneo (especialmente Italia, Grecia y el socio Malta) sienten más preocupación por la inmigración.

Por tanto, la consecución de una estrategia marítima coherente para la Alianza no corre prisa. Incluso incluyendo todas estas amenazas la futura estrategia corre el riesgo de diluirse en ideas e ideales según un mínimo común denominador en el que puedan coincidir todos los miembros. El resultado de tal actitud podría traducirse en algo escasamente útil a efectos de disuasión si el mismo –como con la Estrategia Marítima de la Alianza de 2011- fueran actuaciones de vigilancia (seguridad marítima) o contraterrorismo, campos en los que todos coinciden, más bien que una estrategia específica firme de disuasión.

¿Alguna novedad en la capacidad militar rusa?

Dadas las acciones rusas en el Báltico, mar de Noruega, Atlántico Norte, Mar del Norte, Egeo, Mar Negro, Mediterráneo oriental y mar Rojo, cualquier estrategia marítima nueva debe responder como primera providencia a la cuestión de cómo tratar a Rusia en el mar, dando a la Alianza –y al nuevo Mando Atlántico- el obligado propósito de dedicar todos los buques al mismo objetivo.

Moscú ha financiado, entregado y probado nuevos sistemas de misiles terrestres y navales, nuevos despliegues de sensores, nuevas unidades de combate y nueva táctica, todo lo cual parece haber dejado imposible cualquier propósito de “Tercera Compensación” que Occidente esperara desarrollar por sí mismo. Esta capacidad está destinada a su empleo en grandes combates. Parece que Rusia está empleándola por debajo de un umbral de guerra, sea híbrida, de nueva generación o mediante una versión actualizada de medidas activas.

Rusia tiene un presupuesto de defensa relativamente pequeño, desde luego en comparación del de la OTAN en conjunto. En cualquier cálculo de correlación de fuerzas la Alianza cuenta ciertamente con una ventaja significativa sobre el papel. Sin embargo, los ejércitos rusos tienen un éxito mucho más significativo en el campo de batalla que la OTAN; se podría aducir que esto ha resultado en una mayor influencia política y fuerza también desde el norte de África a Oriente Medio.

La actitud agresiva y las actividades de Rusia en el Báltico, los Balcanes, el Ártico, Siria y Ucrania, es bien conocida. La nueva capacidad militar demostrada y probada en Siria está fomentando la venta de armas en Oriente Medio y el Pacífico, así como a los aliados de la OTAN. Menos bien entendida está la acción de Rusia en los Balcanes y su activa presencia en Escandinavia: una bien aprendida y probada doctrina de espionaje, decepción, subterfugio y sabotaje que intenta socavar la ideología de Occidente, la cohesión de la OTAN y el crédito de la Alianza.

En el mar, Rusia está en proceso de reconstruir su marina de guerra. La antigüedad y disponibilidad de sus barcos en las flotas del mar del Norte, el Pacífico, el mar Negro, el Báltico y el Caspio no son peores que las de la OTAN, si bien el programa de construcción es agresivo y ambicioso, centrándose en la capacidad de grandes combates en mar abierto. La entrega de los 100 barcos de guerra adicionales (54 de gran desplazamiento) y submarinos (24 nuevos de casco convencional y nuclear) planeada apara antes de 2020 supondrá un desafío, pero es un diseño de fuerza coherente que continuará suponiendo un desafío al poder naval de la OTAN durante al menos dos décadas.

Existen tres aspectos notables del desarrollo de la marina rusa. En primer lugar, el continuado desarrollo del programa ruso de submarinos, combinando sistemas autónomos con los buques tripulados. En segundo lugar, la evolución de la tecnología de misiles rusa, que abarca ataques en tierra, ataques desde barcos, sistemas balísticos de crucero y corto alcance capaces de superar o derrotar las defensa occidentales.

Finalmente, está claro que los ejércitos rusos no están simplemente investigando nueva capacidad y tecnología. En vez de ello parece que ven la oportunidad de combinar tecnología y una decidida voluntad política, capacidad para actuar de modo imprevisible y sorprender a la OTAN. El Ocean Multipurpose System Status 6 ruso es un buen ejemplo de ello que combina autonomía, dominio de armamento, pericia submarina y sigilo en una combinación potencialmente letal. Es un claro competidor de la decreciente carga útil de DARPA.

Ese concepto de combatir –combinar una decidida voluntad política con la imprevisión geográfica, el dominio de campos claves y la voluntad de actuar fuera de las normas de combate occidentales (legal, ética y moralmente)- supone un claro desafío a la dirección política y militar de la OTAN. Aplicando actitudes híbridas, oscuras, o próximas al umbral de guerra, a actividades casi de conflicto, Rusia ha tomado la iniciativa en tierra y lo está haciendo en el mar.

Moscú puede ahora afectar a los países europeos con su capacidad para amenazar a los cables submarinos (energía, ordenadores y aguas), pesca y comercio, rutas por el Ártico y, potencialmente, imponer ritmo y escala de las corrientes migratorias. Simultáneamente, sus fuerzas terrestres, aéreas y submarinas distraen la atención del Mando para poder ver el cuadro entero: acciones en el Atlántico, bajo los hielos del Ártico, en el Egeo, el Mar Negro, el Báltico, el Mediterráneo, todas ligadas a lo que trama Rusia. Es un plan coherente y magistral –si bien de carácter un tanto oportunista-.

Respuesta inadecuada de la Alianza

Como respuesta, la Alianza ha aumentado su interés por el dominio marítimo. Los ministros de Defensa de la OTAN acordaron el pasado noviembre reforzar la posición marítima de la Alianza como un componente integral de su reforzada postura de disuasión y defensa. Esto posibilitaría a los aliados, en la cumbre de Bruselas de 2018, a tomar decisiones sobre el mando, la instrucción y el empleo de la fuerza naval y su capacidad, incluso en caso de guerra. Sin embargo, estas acciones solas no bastan, como tampoco transmiten la aceptación por parte de la Alianza de que una mayor información equivale al éxito.

La idea de que una mayor información será decisiva nace del “Plan 1919” de JFC Fuller, en el que la desaparición del líder actúa como “un balazo al cerebro” de un enemigo y se gana la guerra. Velocidad, Maniobra y Sorpresa han sido intrínsecas a la doctrina de la OTAN desde los años ochenta y dejar de invertir en tropas desde los noventa se ha traducido en la necesidad de ser cada vez más eficientes en el empleo de las pocas unidades para responder a un enemigo.

La información se ha manifestado como el requisito clave para implantar una tal estrategia basada en las suposiciones de Fuller. El resultado ha sido que el diseño de fuerza de la OTAN ha dependido cada vez más de la información, con un mayor mando y control centralizados en todos los escalones. Rusia ha reconocido este hecho como el punto débil de la OTAN en la Guerra del Golfo de 1991 y desde 2003 ha invertido, consecuentemente, más del 20 por ciento de su presupuesto anual de Defensa en guerra electrónica y ciberinstrumentos capaces de romper el grado de conexión sobre el que se basan por ahora la doctrina y el mando de la OTAN.

Ahora se necesitan soluciones efectivas que contribuyan a una disuasión “moderna” o “adecuada”, no más documentos, medidas y estrategias sin fundamento. Sería de muchísima utilidad para la Alianza considerar cómo piensa frenar las ambiciones de Moscú en el mar: ¿reaccionar o tomar la iniciativa? Ésta podría ser muy bien un área geográfica en el que las fuerzas rusas no se sienten desafiadas, como bajo los hielos del Ártico, o en un campo del que Moscú se preocupa: por ejemplo la defensa con misiles.

Hacer frente a las fuerzas navales rusas sobre una base de “unidad de combate contra unidad de combate” es cosa que merece la pena considerarse. Esto requeriría que las fuerzas navales de Occidente pasaran del un criterio expedicionario, basado en medio desde donde proyectar la potencia, a uno de apoyo a las tropas de tierra y submarinos con una mayor inversión, asignada por la Alianza en conjunto, a la guerra naval.

También hay que considerar la táctica. Mientras la operatividad naval de la OTAN ha avanzado rápidamente en el ataque terrestre, no se ha apreciado ningún avance en la táctica contra submarinos (ASW) desde los años cincuenta. Es posible que el conocimiento de Occidente de ASW en aguas profundas haya mejorado, pero no ha recuperado la experiencia o escala que existía en los momentos álgidos de la Guerra Fría. Esto es preocupante. El ministro británico de Defensa dijo el 21 de febrero de 2018 que se había producido un aumento de diez veces en la actividad submarina rusa. La OTAN no cuenta actualmente con suficiente instrucción, táctica o recursos como para desafiarlo en cada momento, incluso si existe voluntad política para ello.

Es interesante que un problema similar haya sido reconocido por el almirante Swift en PACCOM, siendo su resultado el resurgir de los Fleet Problems. El equipo del almirante ha reconocido que la instrucción había prescrito una disponibilidad eficiente y, por tanto, socavaba la creatividad e iniciativa de tripulación y mandos. Por estar abiertos a unos juegos de guerra planeados con menos perfección Swift dice que ha visto un cambio radical en la ejecución, la originalidad y el grado de mortalidad. Más importante aún, estos ejercicios han revelado grandes fallos en la táctica, las técnicas y los procedimientos de USN, muchos de ellos comunes a la OTAN.

No hay ningún área en que Rusia supere a la OTAN, pero su actitud de combinar tecnología, modo de combatir, unidades, armamento y sensores, junto a una voluntad política de agresión, le hace un adversario de cuidado. No es tanto que Rusia vaya ganando como que la OTAN está perdiendo la batalla en el mar. Una nueva respuesta de la OTAN debe ser tan directa, firme e inteligente como el punto de vista desarrollado en la Academia Frunze (Escuela de Guerra rusa).

La cuestión es si los mandos militares occidentales tienen suficiente capacidad para lograr ese deseo, en particular bajo el agua. Alterar la estructura de mando podría ayudar (sólo si se cuenta con una plantilla correcta), pero no es probable que se logre una nueva estrategia marítima. Un plan a diez o veinte años es realmente admirable, pero marineros, tropa, infantes de marina y pilotos tendrán que combatir con lo que tienen a mano, no con hermosas palabras sobre un pedazo de papel. En el mar se necesitan acciones y actividad reales si es que la Alianza se toma en serio disuadir a Rusia porque, por ahora, el Atlántico Norte es el eslabón débil de la OTAN. Es mucho lo que tiene que hacer el nuevo Mando del Atlántico.

Peter Roberts es Director of Military Sciences y Senior Research Fellow del Royal United Services Institute for Defence and Secutiry Studies.

NATO Review 30 de abril de 2018

Por la trascripción:

Leopoldo Muñoz Sánchez

Coronel de Intendencia ET (R)