BLAS DE LEZO

La verdad detrás del mito
Mariela Beltrán y Carolina Aguado desvelan las grandes mentiras que se han generalizado sobre este marino vasco

Las autoras han hallado cientos de folios de la testamentaría perdida del «Mediohombre»

Separar la verdad que se puede contrastar en los documentos históricos del mito forjado tras décadas de exageraciones. Esta es la ardua tarea que se han propuesto llevar a cabo las investigadoras Mariela Beltrán y Carolina Aguado con su nueva obra: «La última batalla de Blas de Lezo» (Edaf, 2018). Su labor no es sencilla ya que, como ellas mismas explican a ABC, se están batiendo el cobre con algo más que el pasado del popular «Mediohombre» (el almirante cojo, tuerto y con un brazo inmóvil que defendió Cartagena de Indias en 1741 de una gigantesca flota inglesa). Están combatiendo contra la imagen idílica que se ha generado alrededor de este conocido marino vasco. Un héroe cuyos oscuros no han sido narrados y cuyos claros han sido exacerbados en un intento de poner en valor sus, ya de por sí, espectaculares hazañas.

Aguado, no obstante, insiste en que el objetivo de la obra (que se sustenta sobre cientos de visitas a archivos históricos nacionales e internacionales) no es demonizar al personaje, sino destruir de una vez por todas la leyenda y lograr que la verdadera historia del «Mediohombre» salga a la luz. «Se ha mitificado la figura de Blas de Lezo y se han contado una serie de mentiras sobre él que, tras ser repetidas un millón de veces, han pasado a ser aceptadas socialmente», señala. Beltrán es de la misma opinión: «Se ha dicho, por ejemplo, que la flota británica que atacó Cartagena de Indias fue la segunda más grande de la historia después de la de Normandía, y eso no es cierto».

Por si fuera poco, las investigadoras también han logrado recabar documentos inéditos sobre Blas de Lezo hasta ahora perdidos en los sótanos de los archivos oficiales. Entre ellos, los más llamativos son cientos de folios de su testamentaría (elaborada poco antes de partir hacia Cartagena de Indias) y una misiva en la que su hijo desvela una de las grandes incógnitas todavía no resueltas sobre este marino vasco: dónde descansan sus restos. «En el texto afirma que sabe fehacientemente que su padre está enterrado en el convento de Santo Domingo de Cartagena de Indias», afirma Aguado. No obstante, recabar toda esta información no ha sido fácil, sino que ha llevado a estas dos autoras (directoras también de la popular exposición del Museo Naval «Blas de Lezo, El Valor de Mediohombre») cinco años de duro trabajo.

Tuerto en otro lugar

En palabras de las historiadoras, multitud de eventos en la vida de Blas de Lezo han sido narrados de forma errónea. Un ejemplo claro es que, hasta ahora, se creía que se había quedado ciego de un ojo combatiendo en la Guerra de Sucesión. La realidad, en cambio, es que fue en el Pacífico. «El mismo Blas de Lezo lo dejó escrito en una carta en la que solicitaba regresar a España porque estaba “muy quebrantado de la vista” y había “perdido la visión” de uno de sus ojos. Posteriormente, sus hijos explicaron que la tragedia había ocurrido mientras se enfrentaba a un corsario francés», añade Aguado. Lo mismo ha sucedido con su participación en el asalto sobre Barcelona en 1714. «Se le ha acusado de bombardear la ciudad, pero por entonces no tenía potestad para tomar esa decisión», desvela la autora.

Cartagena

No obstante, la mayoría de las mentiras que se han extendido sobre este personaje giran en torno a la victoria española en Cartagena de Indias. Una contienda acaecida en 1741 en la que, atendiendo al mito, Blas de Lezo logró defender la ciudad de la segunda mayor flota de la historia con apenas unos pocos hombres y media docena de bajeles. Los números son reales, pero no la comparación. «Hay otras armadas en la historia que fueron mucho más grandes, por ejemplo, la de Orange», señala Aguado. Otro tanto ocurre con las famosas monedas conmemorativas que, según se creía hasta ahora, ordenó acuñar Inglaterra después de que el almirante Edward Vernon (al mando de la flota invasora) enviara un mensajero a la pérfida Albión para informar a sus superiores de que tenía la victoria al alcance de la mano. «No las mandó hacer el gobierno de manera oficial. Fueron un recuerdo elaborado para ganar algo de dinero por unos artesanos británicos al margen de la Casa de la Moneda», desvela Beltrán. A su vez, las autoras desempolvan en su obra una figura clave en la batalla de Cartagena de Indias: la del virrey Sebastián de Eslava. Un personaje olvidado que, allá por 1741, era la máxima autoridad de la ciudad (además del superior del «Mediohombre») y sobre el que recayó la responsabilidad de defender la plaza cuando los británicos superaron a los bajeles del marino y desembarcaron en la bahía.

Figura olvidada

«La idea de que Eslava era un militar pésimo es mentira. Tenía una hoja de servicios envidiable y modernizó, usando como base las innovaciones de Lezo, las defensas del castillo de San Felipe (clave en la contienda)» destaca Beltrán. De hecho, este personaje fue el que ordenó crear un hornabeque alrededor de la fortificación que, a la postre, impidió a los ingleses asaltarla. La realidad choca de nuevo con el mito ya que, hasta ahora, se creía que el artífice de la defensa había sido el vasco.

Con todo, lo que sí es real es que Eslava hizo la vida imposible al «Mediohombre» y, mediante artimañas políticas, le denunció falsamente ante el monarca. «Si no hubiese muerto, Blas de Lezo tendría que haber sido juzgado y rendido cuentas en España», finaliza Aguado.

  • 12 jun. 2018   ABC   MANUEL P. VILLATORO