El osado tonto intentará hasta el último momento mantener sus mentiras, y lo hará amparado en su equipaje preparado para embarcar con él en el avión del autoexilio, es decir, de la huida
«Creo sinceramente que es tonto, y un osado tonto es infinitamente más débil que un osado listo, pero doblemente peligroso». Si la calle, a la que tanto teme y tantísimo le atemoriza, sigue retándole y agobiándole, Sánchez desaparecerá de la noche a la mañana, inesperadamente, dejando a sus sicarios en enaguas silvestres. Y no lo hará en un avión oficial español.
Aterrizará en Madrid un avión marroquí que despegará cuando la calle duerma en un amanecer cálido y vacío rumbo a los azules caribes.
El osado tonto y frenético es aquel que no mide el alcance de sus osadías. Ha prometido tanto a tantos, que serán los receptores de sus promesas los primeros en exigirle su cumplimiento. El delincuente catalán le exigirá la totalidad de su oferta, y el vasco aspirará a recibir, como poco, lo mismo que el catalán. A los canarios, los gallegos y los andaluces los dejará en la cuneta, porque le importan un bledo si ya le han apoyado. Terminará con el PSOE y con Sumar, también en manos de una osada tonta que ha generado en los últimos años más carcajadas que Tip. Perderá piezas de su puzle, y sus huecos terminarán por hacerle renunciar a sus pactos y promesas. El osado listo reconocería sus errores, se despediría de la política y permanecería sin riesgo personal alguno en España, con el rango, las prebendas y los privilegios de un expresidente. Pero el osado tonto intentará hasta el último momento mantener sus mentiras, y lo hará amparado en su equipaje preparado para embarcar con él en el avión del autoexilio, es decir, de la huida.
La calle se ha manifestado en toda España. Del millón largo de manifestantes en Madrid a los diez valientes que se reunieron en Leiza, la localidad navarra vecina de Guipúzcoa donde el 80 por ciento de los votos son proetarras. Sevilla, Valencia, Valladolid, Granada, Córdoba, Santander, Cádiz, Málaga, Castellón, Palma de Mallorca, Gijón, La Coruña… «Bien, y ahora ¿qué?» se pregunta el gran Luis Ventoso. Ahora a seguir. De nada sirven las cifras de un día si no aumentan una semana más tarde. Aborrece la calle, teme a la calle, y la calle siempre termina mandando.
El plan republicano –el destierro injustificado del Rey Juan Carlos tiene mucho que ver con ello– está triunfando. Cuando la calle lo impida, vuelo familiar hacia Santo Domingo. Y los sicarios, en España, abandonados a merced de una Justicia, de nuevo, independiente.
Calle y más calle.
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