El Teniente General Julio Salom recibe en la Academia de Infantería el premio “Gran Capitán”

 

 

“Sed antorchas que iluminen el camino a vuestros soldados, con vuestra entrega y lealtad”

Por sus valores humanos y ejemplo de espíritu militar, fiel reflejo de las razones por las que le fue concedida esta espada de honor, hemos querido reproducir el emotivo discurso del Jefe del Mando de Canarias del Ejército de Tierra, Teniente General Julio Salom, al recibir, el pasado 18 de diciembre en la Plaza de Armas de la Academia de Infantería, en Toledo, el premio “Gran Capitán” de manos del Jefe de Estado Mayor del Ejército de Tierra, General de Ejército Amador Enseñat.

“Excelentísimo Sr. General de Ejército, Jefe de Estado Mayor del Ejército, excelentísimas e ilustrísimas autoridades civiles y militares, oficiales, suboficiales y militares de tropa, personal civil. Damas y Caballeros Alféreces Cadetes, sargentos alumnos, alumnos, compañeros y amigos.

Sean mis primeras palabras las de agradecimiento al General Jefe del Estado Mayor del Ejército, por aprobar la concesión de este premio y asistir en persona  a entregarme la copia de la espada de honor de D. Gonzalo Fernández de Córdoba.

Abrumado, sobrepasado y muy emocionado, agradezco también a nuestro Coronel Director y a la Junta Calificadora, que hayan valorado mis modestos méritos como suficientes para elevar la propuesta de concesión.

Mi agradecimiento sentido y obligado a todos los que me habéis acompañado, presentes hoy o no, en el caminar de una vida de servicio que Calderón definiría como la de una religión de hombres honrados. Agradecimiento a la cadena institucional, presidida por el TG Jefe del MADOC y a nuestra Academia y a todos sus componentes a los que agradezco su esfuerzo en la organización de este acto. Con vuestro empeño, toma cuerpo el sentimiento de gran familia, de regreso a casa, que tenemos todos los infantes cuando volvemos a subir por la cuesta de San Servando.

Gracias también por seguir trabajando para que sea éste el Centro de excelencia de la maniobra y de la táctica de pequeñas unidades y por constituir el mejor lugar para la formación de los jóvenes oficiales y suboficiales, los que serán los cuadros de mando al frente de las compañías, secciones y pelotones llamados a conquistar el terreno, ocuparlo, conocer y valorar el entorno, influir en él y defenderlo, aun a costa de la propia vida.

Es en esta Casa, donde los infantes nos hemos robustecido a golpe de carreras y marchas con la mochila a cuestas. Es también aquí donde se consolida un compañerismo que no surge en la euforia de unas canciones caseteras, sino que emana en toda su autenticidad del trabajo en grupo, con dureza y cuando se estudia y convive hombro con hombro en las adversidades,… es entonces cuando llega el momento de buscar al binomio: el yo apoyo tú avanzas, el hoy por ti y mañana por mí, el compromiso entre cada dos hombres y el de no abandonar a nadie hasta perecer todos, si fuese preciso.

Porque ya sea sobre cadenas, ruedas, o a pie; en montaña, desierto o bosque; con frío o calor….. lo que fue una constante en los combates de ayer, lo sigue siendo tozudamente en los nuevos conflictos y crisis: el terreno es del que lo pisa y nuestra Arma es, por excelencia, la destinada a hacerlo.

Eso nos obliga a cultivar en nuestros infantes toda clase de cualidades, sin que ninguna de ellas sea predominante sobre las demás, articulando un conjunto equilibrado de capacidades medias tanto físicas como morales y técnicas. Como decía hace unos días nuestro JEME, hay que tener valores y, sobre ellos, cultivar el conocimiento.

Hoy también es día de evocar el recuerdo y poderos transmitir mis sensaciones. Para ello me tengo que referir a mis tiempos de caballero alférez cadete, de la XLII promoción, cuando un lejano 1984 formábamos por primera vez en este patio.

Bajo el mando de unos profesores, que nos inculcaron desde el primer día la necesidad de la dureza del trabajo en el campo, la importancia de mejorar nuestra forma física y de nuestra entereza ante la adversidad, iniciamos un camino escarpado, no exento de sacrificios, pero necesario para poder impregnarnos del espíritu infante plagado de valores como: austeridad, fortaleza de ánimo, serenidad ante el peligro, disciplina, amor al servicio, perseverancia, humildad, compañerismo y compromiso con la Patria y el Ejército. Las bases necesarias para llegar a las Unidades y completar nuestra formación.

En mi caso fue en mi querido Tercio “Gran Capitán” 1º de la Legión, en Melilla. A fuerza de guardias y cuarteles, de campamentos de reclutas, de instrucción diaria, de ejercicios y maniobras; sin contar los días, ni los meses, ni los años, ¡ni tampoco las horas! Hacíamos de la imaginación y de la iniciativa un arte, para lograr unidades preparadas para el combate. Nuestra razón de ser. Así, a base de trabajar, el Tercio se convirtió en mi escuela de mando y mi segundo hogar.

Allí interioricé todo lo que se desprende del Credo Legionario, cuyas 12 sentencias constituyen una forma de luchar y de vivir y que no dejan de ser una sublimación de los propios valores que definen a la Infantería ya que exhortan a combatir sin descanso, a defender al compañero, a ser veloz y resistente, a no rehuir la dureza del combate, a obedecer, y a no dejar nunca a nadie tirado en el campo.

Un Credo que te hace marchar por un camino de vida que se conoce como el “Camino de los Caballeros”, en el que se nos anima a dar culto al Valor, al Honor, a la Cortesía, a la Patria y a SM el Rey. Vosotros, damas y caballeros cadetes y alumnos, que también sois caballeros, ahí tenéis la ruta.

Los tiempos cambiaron y nuestra generación se adaptó a la transformación tan significativa que supuso la completa profesionalización de nuestro Ejército. Una circunstancia que fue determinante para que afrontásemos los compromisos internacionales; las operaciones en el exterior. Algo fundamentar para obligarnos a aprender más, a formarnos mejor, a actualizar nuestra doctrina y manuales y a salir de nuestra zona de confort para medirnos con los mejores ejércitos aliados y demostrar, ¡demostrarnos! qué pueblo era el más valiente.

Y lo conseguimos con la misma gallardía con la que se pasearon los Tercios por Europa, América y Asia. Nuestros Regimientos, aquí representados por sus coroneles, pueden dar fe de su valía y su compromiso con la tradición y con el futuro.

Mis coroneles, vuestra presencia no es meramente testimonial, sois la encarnación viva de aquéllos Capitanes de los Tercios y Coronelías que hicieron a la Patria Noble y Fuerte.  Hoy tenéis el reto de seguir preparando a los infantes del mañana sin que perdamos ninguna de nuestras esencias, preparación y tradición, preponderancia de lo primero pero sin olvidar lo segundo, ahí tenéis el reto.

Y así transcurrió la vida de este infante que empezó en esta casa, en la Compañía “Gran Capitán”, para seguir como oficial en el Tercio “Gran Capitán”, que ya Coronel del 4º Tercio abrió Base en Irak, que también, paradójicamente, se denominó “Gran Capitán” y ahora vuelve ahora a este patio a vincularse a D. Gonzalo Fernández de Córdoba, el Gran Capitán.

Militar legendario al que se le reconoce en la historia como persona alegre, de fortaleza inigualable y destreza única. Su prestigio, su lealtad a la Corona, y su carácter resolutivo en el combate,  propiciaron que el Mando lo eligiera como referente para los infantes iniciándose en 1988 la prestigiosa nómina de premiados que brevemente reseñaré:

Tte General, D. Máximo de Miguel Page, herido en 1957, en la campaña Ifni/Sáhara, hecho por el que se le concedió la Cruz Roja al Mérito Militar. Ejemplo de reciedumbre y de estilo de mando infante.

General de División D. José Colldefors Valcarcel, año 1993. Mutilado en campaña, valor reconocido. Era lo que se dice, un soldado, en toda la extensión de la palabra. Muchos conocimos su categoría y ejemplo durante sus saltos paracaidistas al mando de la II Bandera, para continuar con una marcha apoyado en su bastón entre fuertes dolores.

Teniente General D. Agustín Muñoz- Grandes Galilea. Año 1998. El que no dudó en acudir a Mostar a intermediar en el secuestro que afectaba al propio jefe de la Agrupación, mi Coronel Morales, aquí presente. Unía a su condición de líder, un talante ejemplar, su gran talla intelectual y estilo de caballero.

Teniente General D. José González del Hierro. Año 2.003. Viejo soldado cuyo pecho adornaba a la Medalla Militar Individual. Dejó huella, siendo Capitán General de Canarias, como Jefe inteligente que supo ganarse a la sociedad canaria en momentos complicados.

Teniente General D. Bernardo Álvarez del Manzano. Año 2.008, encarna la rudeza y la crudeza montañera y guerrillera. Fue Gran Capitán a título póstumo, luchando contra la enfermedad, se mantuvo en su puesto de Comandante del Mando de Operaciones, hasta su último aliento.

Teniente General, D. Juan Antonio Álvarez Jiménez. Año 2.013. Cruz roja al mérito militar, cautivo en el Sahara. Trabajador infatigable y caballero a partes iguales. No daba lección alguna, sólo viéndole estar ya enseñaba.

Teniente General César Muro Benayas. El gran revolucionario de la instrucción y el adiestramiento modernos. Por donde ha pasado ha dejado implantadas sus ideas, y su concepción de la preparación desde un punto de vista práctico y sencillo. Siempre va por delante, abriendo camino, como lo ha hecho abriéndonos a todos la ruta del Camino Español.

Y no quisiera terminar sin hablar del futuro, y ese futuro lo constituís vosotros, nuestras damas y caballeros cadetes, y damas y caballeros alumnos. Hoy también, con vuestro ejemplo, nos demostráis que nuestra estirpe de buenos soldados no flaquea; todo lo contrario, mejora y prospera.

Tenéis por delante unos exigentes años de sacrificio y entrega, para cumplimentar un plan de estudios que supone el reto más importante al que los cadetes y alumnos se han enfrentado a lo largo de nuestra centenaria historia. Sed conscientes que la tecnología ocupa, debe ocupar, un importante lugar. Tendréis que aprender a dominar los sistemas tecnológicamente más avanzados y a la vez, saber comportaros en ambientes degradados.

Todo debe conduciros a lo mismo: a buscar la excelencia en el Arte del Buen Mandar, obrando siempre bien, liderando equipos y personas con el ejemplo, el compromiso y la motivación. Si me permitís, os daré también algunos consejos:

  • ¡Trabajad!. Trabajad mucho en esta etapa de formación porque estáis llamados a liderar nuestro Ejército.
  • Sed ambiciosos y rigurosos en el estudio. Confiad en vuestros mandos y sed críticos e inconformistas con vosotros mismos.
  • Amad a España, conoced su Historia y nunca reneguéis de esta tierra que os vio nacer.
  • Sed antorchas que iluminen el camino a vuestros soldados, con vuestra entrega y lealtad. Os aseguro que en ese camino no vais a estar solos. Os encontraréis con excelentes compañeros, cuadros de mando y tropa, de los que recibiréis auténticas lecciones de milicia, de amor al servicio, de lealtad y de entrega. Son expertos en los materiales y en los procedimientos de la Unidad. Confiad en ellos y ganaros su respeto y su cariño con dedicación, ejemplo y humildad.
  • Esta profesión no está pensada para pasar por ella de puntillas. Esta es una profesión para vivirla y sólo seréis felices si todo lo hacéis en beneficio de la Patria, ofreciéndole cuanto podáis valer, sin descanso, y sin contar los días ni los meses ni los años, sin preocuparos de buscar ocasiones propicias o lucimientos, porque todo llega.
  • No hay horario para un cuadro de mando, no hay descanso hasta que el trabajo esté hecho, es una cuestión de renuncia interior, de ser el primero en el trabajo y el último en el privilegio.
  • Sabed observar, captar y analizar las situaciones e ir aprendiendo del comportamiento de vuestros superiores, compañeros y subordinados. De lo bueno se aprende y de lo malo, también. Como dice nuestro General Muro, predecesor mío en este premio: “Lo bueno a imitar, lo malo a evitar.”

Mi General, queridos compañeros en el Arma, conocedor de mis limitaciones, me consagro desde este momento a poner mi grano de arena ser digno de estar junto a esta nómina de veteranos y legendarios infantes, cuyos nombres grabados en mármol flanquean la entrada principal.

Llega ya el momento de acabar y vuelvo a dar testimonio de recuerdo y de agradecimiento a todos los que han hecho posible que me encuentre aquí ante nuestro General Jefe de EM del Ejército: A mi familia, representados por mi hijo, teniente de infantería, mi hermano, General de Brigada de Infantería, mi sobrino de 5º curso, aquí formado. Son ejemplos de que la vida militar prosigue en nuestra familia, pero que no seríamos nada sin seguir la estela de mi padre, Coronel de la Xª y ejemplo de trato y cercanía; de mi madre, de tesón y constancia; y mi mujer, la del sacrificio por mantener siempre a la  familia unida y cuidada.

A los legionarios de la sexta y tercera compañías, que durante tanto tiempo me dieron todo sin reservas. De ellos aprendí que la seriedad en el trabajo no es incompatible con mirar a la adversidad con optimismo. A los soldados del Regimiento Pavía 19, que representan a los militares de reemplazo. Un colectivo que durante más de dos siglos ha supuesto la mayor muestra de entrega y sacrificio de la juventud al servicio de la Patria.

A los compañeros de la Dirección de Enseñanza del Ejército de Tierra y de la Comandancia General de Melilla, en cuyos cuarteles generales maduré militarmente como oficial de Estado Mayor.  A la I Bandera de la Legión de Melilla y al Tercio Alejandro Farnesio, 4º de la Legión de Ronda; unidades señeras y gloriosas en las que pude constatar, una vez más, la talla de nuestros soldados por duras que fueran las circunstancias.

A los Guardias Reales, de quienes aprendí cómo se sirve desde la más absoluta lealtad, al primer Soldado de España.

Al Estado Mayor del Ejército, en cuya División de Operaciones aprendí a afrontar problemas complejos y multidisciplinares y donde pude comprobar que en la dirección del Ejército sólo preside un lema: “Todo por la Patria”

Y a mis compañeros del Cuartel General de la Fuerza Terrestre y a los nobles soldados del Mando de Canarias, Gran Unidad a la que actualmente me debo y donde tengo empeñado todo mi ser.

Pido a nuestra Señora la Virgen María, en sus advocaciones de la Inmaculada y a la Virgen de Candelaria, que me ilumine en el día a día en mis decisiones como Jefe del Mando de Canarias y del Mando Operativo Terrestre. Me encomiendo al nuestro Señor Jesucristo, en las advocaciones de la Buena Muerte y de la Laguna, como el  amigo, el binomio que nunca te falla, y le pido que interceda por nuestros caídos, de los que hemos heredado la gloria y honra de las que hoy hacemos gala.

Unido espiritualmente a mis soldados de Ceuta, Melilla, Baleares, a los que ahora están destacados en el exterior o guarneciendo un peñón y a mis nobles soldados canarios y del REWE 32, quisiera cerrar recordando la hazaña del Regimiento más Antiguo del Arma, el Regimiento “Soria” 9, cuando al final de la Batalla de Rocroi alguien preguntó que cuántos eran los efectivos españoles. Le contestaron: Contad los muertos.

Con el compromiso de honrar a nuestros muertos, los que nos otorgaron el título de fiel a la Infantería, los que grabaron en nuestro himno el más bello lema…que por saber morir sabe vencer, os pido que (Jefe de la Línea mande firmes) seamos dignos de ellos  y juntos gritemos

¡¡¡Viva España!!!

¡¡¡Viva el Rey!!!

¡¡¡Viva el Ejército!!!

¡¡¡Viva la Infantería!!