En menos de dos meses, la Selección campeona del mundo se ha desmoronado por culpa de los caprichitos de las campeonas del mundo, lo cual resulta tan chocante como exótico.
Las futbolistas de la Selección ganaron el Campeonato del Mundo. Lo hicieron animadas por el público. Cuando un deportista está acostumbrado a desarrollar sus habilidades en estadios abarrotados de gradas vacías, y se topa, de golpe, con graderíos ocupados, la sangre hierve y los rendimientos mejoran. El entrenador de la Selección, que era un hombre, el señor Vilda, consiguió el milagro. Veinte jugadoras se dieron de baja de la Selección exigiendo su despido. Y en este caso, Rubiales se comportó con dignidad. Mantuvo a Vilda, que perdonó la deserción a más de una revoltosa, y consiguió que sus chicas levantaran el trofeo. Después de ello, llegó el desastre. Rubiales, tras la obtención del permiso, llevado por la euforia, se dio un piquito con Jenni Hermoso, futbolista madrileña, y fue denunciado por el sindicato que reúne a las futbolistas españolas. Dimitió, las futbolistas se cargaron a su entrenador, y fue sustituido por la señora Tomé, la segunda entrenadora. Las razones sólo las saben ellas, pero se ha escrito de los barullos que se montaban en el vestuario, celos y pasiones, enfados y abrazos, caprichos y cambios de pareja. Barullos que no han sido superados. Jenni Hermoso, que falló un penalti en la final porque pensaba en otras cosas, se convirtió en heroína nacional, mientras Rubiales, que tenía que haber sido despedido por muchos y previos motivos, dimitió y a punto estuvo de ser juzgado y condenado a perpetuidad con condena revisable y elección de prisión para cumplir la pena.
Ahora ha sido la traviesa Bonmatí la que ha montado el lío.
Agacha la cabeza cuando suenan los acordes del Himno Nacional de España, exige la condición de idioma oficial del catalán en la Unión Europea, se declara independentista y claro está, se cansa tanto con sus esfuerzos colaterales, que en los descansos se niega a salir del vestuario para disputar el segundo tiempo. Que corre poco, dicen que le dijo la seleccionadora. En menos de dos meses, la Selección campeona del mundo se ha desmoronado por culpa de los caprichitos de las campeonas del mundo, lo cual resulta tan chocante como exótico.
De ahí la urgencia de una solución. Y esa solución está en manos del mediador salvadoreño de Sánchez y Junts y el mediador –posiblemente Hakonnen– de Sánchez con ERC. Se trata de una idea que aporto con la mejor voluntad.
Hoy, sí me la he jugado.