LA PRIMERA VUELTA AL MUNDO

UN HITO EN LA HISTORIA DE LA HUMANIDAD

Este año se conmemora el V centenario del inicio del viaje que circunvaló por primera vez la Tierra, demostrando su tamaño y redondez, ya que durante muchos siglos se pensó que era plana, como una gran vasija capaz de contener todo el agua del mar, pues si no se derramaría inevitablemente en el espacio, aunque varios siglos antes de Cristo, algunos filósofos griegos ya sospecharon y dijeron que era esférica, sospechas que aumentaron al aparecer los barcos de vela y observar que cuando arribaban al puerto, lo primero que se divisaba eran las puntas de los mástiles, luego velamen, cubierta y casco, cosa que igualmente ocurría, pero a la inversa, cuando zarpaban. Mas por entonces, la tesis de la redondez con respecto al mar no se compadecía con las propiedades físicas del agua, de superficie plana e igualdad de nivel en sus orillas, toda vez que se ignoraba que los tres componentes terrestres, sólido-tierra; líquido-agua y gaseoso-aire, forman una sola masa fuertemente unida por la fuerza de la gravedad del núcleo que actúa como un potente imán, lo que origina que la superficie del mar sea abombada conforme a la curvatura general del Planeta, y su nivel distinto en cada sitio, según sus coordenadas geográficas, razón por la cual, los topógrafos cuando tienen que medir la altitud de cualquier terrero, toman como punto de referencia uno fijo de la costa, en España el puerto de Alicante.

Aparte, y por razones explicables en Física, se dan también diferencias como las del flujo y reflujo de las mareas y otras tan sorprendentes como la existente entre ambas orillas del istmo de Panamá, con más de 5 metros de altitud en el Pacífico, detalle que desconocía el ingeniero francés Fernando de Lesseps, constructor del Canal de Suez, que junto con otras causas adversas, le acarrearon un estrepitoso fracaso cuando acometió la apertura del canal panameño.

Pero a medida que los barcos aumentaron de volumen y velamen, las rutas marítimas se fueron ensanchando, mucho más cuando los españoles guiados por Colón cruzaron el Atlántico y descubrieron América en octubre de 1492, y poco después en 1513, el Océano Pacífico, al que su descubridor Núñez de Balboa llamó Mar del Sur.

Casi paralelamente, los portugueses conducidos por Vasco de Gama, bordearon la larga costa occidental africana, y tras doblar el cabo de Buena Esperanza en 1497, se adentraron en otro Océano, el Indico, hasta llegar a las entonces llamadas Indias orientales de la costa sudasiática.

Dichos periplos pusieron de manifiesto que la Tierra era esférica y para demostrarlo, sólo faltaba completar uno de ellos hasta arribar al punto de partida.

Como era previsible, los citados viajes dieron lugar a descubrimientos y conquistas y a un activo comercio con ultramar, el de los metales preciosos en el caso español y en el de los lusos las especias, que entonces valían su peso en oro por el sabor que daban a los alimentos, y sus cualidades conservantes, caso del clavo.

Juan Sebastián Elcano        Hernando de Magallanes

Dado el poderío naval y política de expansión de ambos países y en previsión de probables conflictos, los Reyes Católicos y Juan II de Portugal firmaron el Tratado de Tordesillas de 1494 por el que se delimitaba la zona de influencia de cada uno, fijándose la de España a 360 leguas al oeste de una línea que cruzaba el archipiélago portugués de Cabo Verde.

Pero el hecho de que los portugueses alargaron sus rutas hasta las Islas Molucas, llamadas el centro de la especiería por su riqueza de ellas, suscitó la codicia de países y aventureros, y en el caso de nuestro emperador Carlos V, la duda de que si las mismas estuvieran dentro de la demarcación española.  Mas, para comprobarlo era necesario ir allí por la ruta de occidente, que fue lo que intentó Colón en su histórico viaje y que erróneamente creyó haber conseguido.

Estaba pues cantado, que el siguiente paso sería completar el tramo restante de ella, algo que ya habían intentado algunos sin éxito, entre ellos Solís dos veces. Esto es lo que ideó un experto marino portugués llamado Fernando Magallanes, quien contando con la ayuda financiera del mercader de especias burgalés Cristóbal de Haro, ofreció su proyecto al rey don Manuel I de Portugal, que lo rechazó con malos modos por las grandes exigencias del marino.

En vista de ello recurrió a Carlos V, que si bien muy reticente al principio por el informe negativo de su Consejo Real por aventurado y costoso, terminó apadrinándolo, quizá emulando a su abuela Isabel que apostó fuerte por Colón en contra del dictamen de los sabios de Salamanca, de su Consejo Real y de su marido don Fernando, aunque aquí también influiría la generosa aportación del mercader burgalés, una cuarta parte de los más de ocho millones de maravedíes presupuestados.

Curiosamente, tal y como acabamos de ver, el objetivo del viaje no era dar la primera vuelta al mundo, cosa que felizmente ocurrió luego por una serie de causas sobrevenidas, como veremos más adelante.

En fin, rubricadas las capitulaciones, muy largas y prolijas por las pretensiones de Magallanes, entre ellas una buena parte de las riquezas que se obtuvieran y el nombramiento de capitán general de la armada, tratamiento que solía exigir, pero a su vez le impuso la obligación de consultar e informar a los capitanes de nave y al inspector general y veedor real Juan de Cartagena, todos los asuntos importantes, en especial cualquier cambio de rumbo, normas que casi nunca cumplió, dando lugar a continuos roces y una declarada enemistad entre ambos.

Contando con el plácet real, el luso inició los laboriosos preparativos para el viaje, empezando por la compra de cinco carabelas ligeras llamadas Trinidad, Santiago, Concepción, San Antonio y Victoria, provisiones para dos años, pertrechos y lo más complicado, el reclutamiento de la tripulación, pues ante el largo e incierto viaje, muchos desistieron y solo consiguió enrolar 237 hombres de los 265 previstos. La mayoría eran españoles de varias regiones, un par de docenas portugueses, otros tantos italianos, 17 franceses, 6 griegos, 5 alemanes, algunos flamencos, ingleses, irlandeses, dos indios, dos negros africanos y hasta un morisco, si bien casi todos eran súbditos del monarca español. La mayor parte eran marineros, pero los había de varios oficios y criados de los cargos importantes de la armada, así como tres clérigos.

Después de prestar solemne juramento de fidelidad al Rey en la Iglesia de la Virgen de la Victoria, partieron de Sevilla el día 10 de agosto de 1519, recalando acto seguido en Sanlúcar de Barrameda, donde permanecieron 40 días haciendo acopio de vino, agua, aceite y otras cosas.

Por fin, el día 20 de septiembre se hicieron a la mar dirigiéndose a Tenerife para calafatear las naves y completar la provisión de víveres, y el 3 de octubre reanudaron el viaje por la conocida ruta colombina, y luego de tocar tierra en la costa brasileña, continuaron bordeando el litoral sudamericano con buen tiempo y fácil abastecimiento y sin otras incidencias que la ejecución a garrote vil del contramaestre Antón Salomón, sorprendido en relaciones íntimas con un grumete.

El 10 de enero de 1520 llegaron  al amplio estuario de la Plata, al que el malogrado Solís llamó Mar Dulce, pero a partir de entonces el viaje se tornó harto difícil, pues la tierra era cada vez más árida sin apenas frutos ni caza, la temperatura bajó drásticamente y menudeaban las tormentas, por lo que habiendo encontrado más adelante una amplia bahía con buen puerto natural, que llamaron San Julián, Magallanes decidió parar hasta que el tiempo amainase, algo que no ocurrió hasta el mes de agosto, por lo que hubieron de permanecer allí cinco meses. Pero el intenso frío que les obligó a mantener encendidas grandes hogueras noche y día, la escasez de alimentos y el miedo ante la incertidumbre de los planes de Magallanes, que bajo ningún concepto quería volverse atrás, desoyendo los consejos de los mandos y las serias advertencias del veedor real, al que mandó encarcelar, todo ello generó un gran descontento y un intento de amotinamiento para quitarle el mando, pero el luso alertado por un delator portugués, en un rápido y audaz golpe de mano consiguió sofocar la rebelión y apresar a los cabecillas y en solemne ceremonia a la vista de toda la tripulación, un tribunal presidido por él y en juicio sumarísimo condenó a la pena de pérdida de un miembro a los marineros y a la de muerte a los responsables, entre ellos Elcano, Juan Mendoza, Cartagena y el clérigo Sánchez Reina, quien al escuchar la sentencia, amenazó a Magallanes con penas de excomunión e infierno si atentaba contra persona sagrada, respondiéndole aquél impasible, que le condenaba por cómplice de la rebelión, nada que ver con la religión.

A la siniestra luz de las hogueras se procedió a la ejecución de las penas, empezando por Juan Mendoza, mejor dicho su cadáver ya, que había sido asesinado el día anterior y solo cabía descuartizarlo, trámite que hubo de realizar el herrero porque al estar hecho un témpano, no pudo hacerlo el verdugo con la espada.

El siguiente por turno fue Gaspar Quesada, degollado y descuartizado por su fiel criado, obligado a ello so pena de muerte, por haber pedido clemencia para él al verlo en el patíbulo.

Por falta de claridad se suspendieron las demás ejecuciones, y durante la tensa y larga noche, las invocaciones al perdón y piedad de fray Pedro Balderrama y sobre todo, los consejos de su leal escribano León de Ezpeleta, hombre cabal y culto que hablaba varios idiomas, entre ellos el portugués, hicieron ver a Magallanes que todos los hombres eran necesarios para el éxito del viaje, y mal podría lograrlo decapitando a unos y mutilando a otros, en total unos cuarenta.

Más en fin, tras de advertir que los culpables serían severamente castigados, de momento las sentencias quedaron suspendidas a excepción de las del veedor real Cartagena y el clérigo Sánchez Reina, a quienes dejó abandonados a su suerte en aquellos inhóspitas tierras con unas míseras provisiones.

Para explorar un largo trecho de la costa, Magallanes mandó a la Santiago, una temeridad con el infernal tiempo reinante, pues la carabela naufragó y a punto estuvieron de perecer sus tripulantes, que empapados, ateridos y sin apenas víveres, quedaron en la nevada orilla expuestos a una muerte segura, por lo que desesperados, decidieron que los dos más fuertes fueran por tierra a la base para informar de lo sucedido y urgir el rescate de los náufragos, cosa que lograron sorteando muchos y serios peligros.

Con tiempo más benigno, reanudaron la marcha el 21 de agosto hasta llegar a la desembocadura del río Santa Cruz, donde tuvieron que pasar otros dos meses fondeados porque los fuertes vientos y mar gruesa no permitían seguir. Pero al menos pudieron llenar los toneles de agua, alimentarse de focas y aves marinas, de las que pudieron hacer acopio para superar los difíciles días que vinieron después. Allí murieron dos tripulantes.

Prosiguiendo la singladura, dieron en una amplia bahía con varias bocas de mar que Magallanes mandó explorar a la Concepción y San Antonio, las cuales sorteando varios recovecos y tramos estrechos, a los que llamaron “Angosturas”, accedieron a otro que prometía ser el canal buscado, y llenos de júbilo regresaron para informar de la buena nueva.

Esperanzados, los cuatro naves se dispusieron a efectuar la travesía, pero durante la noche, la tripulación de la San Antonio se amotinó y el piloto Estevao Gomes depuso y encadenó al capitán Álvaro Mezquita, sobrino de Magallanes y poniendo rumbo a España llegó a Sevilla el 6 de mayo de 1621, donde acusó al capitán general de ser un demente y cruel tirano, lo que no le evitó ser encarcelado preventivamente hasta que la flota regresara y se aclarasen los hechos. Para más inri, Gomes era compatriota y hombre de confianza de Magallanes.

La deserción de la San Antonio produjo un gran desconcierto en la tripulación, y en Magallanes una pérdida de autoridad y prestigio, por lo que viendo peligrar la misión, remitió una carta a los mandos de la armada donde cínicamente decía ser una persona dialogante, y que en adelante no tuvieron reparos en exponerle, por escrito, cualquier opinión sin temor a represalias por los gravísimos sucesos acaecidos en San Julián, pero advirtiendo sibilinamente que era deber de todos cumplir lo que había ordenado S.M. el Rey.

  1ª Vuelta al Mundo

La accidentada y larga travesía, casi 600 kms, del estrecho que ahora lleva el nombre de Magallanes, duró 40 días, más por fin, el 27 de noviembre accedieron al inmenso Mar del Sur, al que llamaron Pacifico por su calma, nombre que ha prevalecido sobre el que le puso su descubridor Núñez de Balboa. Conseguido pues uno de los objetivos del viaje, de hallar un paso interoceánico, iniciaron la travesía de la que desconocían todo, pero animados por el buen ritmo de las naves impulsadas por los vientos alisios que soplaban en la misma dirección que llevaban, esperaban hallar pronto tierra, pero la que hallaron algunas semanas después, fueron dos islotes desérticos, que al menos les indujo a pensar que más adelante encontrarían otras islas favorables a sus necesidades, algo que no sucedió hasta el 17 de marzo de 1521, por lo que estuvieron más de 90 días sin ver otra cosa que mar y cielo, teniendo que racionar drásticamente los víveres, y lo poco que fue quedando se corrompió a causa del calor sofocante propio de la zona ecuatorial que iban surcando, caso del pan marinero, la galleta, que agusanada mezclaban con serrín para poder comerla, como tenían que ablandar el cuero y cualquier cosa masticable para no morir de hambre. Las ratas se convirtieron en un manjar para quien lograba cazarlas o tenía dinero para comprarlas a precio de oro.

Pero lo más desesperante era morir de sed en medio de aquella inmensidad de agua, pues la poca que quedaba en los toneles se volvió amarillenta y putrefacta, y su ingestión producía fuertes dolores y diarreas que les dejaban extenuados.

Como era de esperar surgieron enfermedades, fatalmente una que producía tan grandes inflamaciones de las encías que impedía masticar, amén de hematomas, dolores musculares, hemorragias, depresiones y la muerte. Hoy sabemos que era el escorbuto producido por la falta de ingestión de frutas y verduras frescas durante largos períodos. Fueron 20 los fallecidos y otros tantos lo que quedaron seriamente afectados. Ya sólo quedaban 180 hombres embarcados.

Al ver a los tiburones devorar los cadáveres arrojados al mar, algunos estuvieron tentados de aprovecharlos, pero estando prohibido por Magallanes, nadie osó intentarlo. Tal era el miedo que le tenían.

Por fin, el ansiado grito de !tierra! y la vista de una hermosa y gran isla, les llenó de alegría y alivió los decaídos ánimos. Era la de Guam, del archipiélago de las Marianas, a la que llamaron de los Ladrones porque sus habitantes cogían lo ajeno con la mayor naturalidad y a la vista de todos, parece que desconocían el concepto del propiedad privada, pero cuando entre cosas, se llevaron el esquife que servía para ir de una a otra nave, Magallanes montó en cólera y para rescatarlo hizo una incursión armada, incendiando decenas de cabañas de los indígenas y matando algunos de ellos.

Una vez abastecidos siguieron mar adelante, y dejando atrás la isla filipina de Samar, desembarcaron en la de Leyte, donde el rey  y su hermano de la cercana Massana les recibieron con gran contento. Allí celebraron el 31 marzo la solemne misa de Pascua que asombró a los indígenas.

Después guiados por el rey de Massana recalaron en la de Cebú, cuyo jefe intentó cobrarles impuestos para abastecerlos, si bien luego se avino a razones y entablaron amistosas relaciones, e incluso se convirtió al cristianismo, siendo bautizado con gran solemnidad en la plaza, así como la reina, el monarca de Massana y 800 personas más.

Como quiera que el rey de Cebú tenía un hermano enfermo y por los consejos de Magallanes que le aseguró sanaría si se convertía en un fiel cristiano, cosa que al parecer ocurrió el prestigio del luso fue tanto que consiguió hacer de dicho rey un nuevo súbdito de España y le convenció para que los reyes de las otras islas le reconocieran como único monarca tras convertirles al cristianismo, imposición no aceptada por el rey de la cercana isla de Mactán, por lo que Magallanes decidió castigarle desembarcando allí con 60 hombres armados apoyados por la artillería de a bordo, cuyos tiros por estar las naves lejos no hicieron efecto alguno, lo cual visto por los nativos, envalentonados atacaron a los asaltantes que tuvieron que huir, salvo Magallanes que herido gravemente con una flecha en una pierna, fue apresado y muerto en el acto. Ni quisiera accedieron a devolver su cadáver por más que se lo suplicaron.

Magallanes pues, murió sin alcanzar su sueño de ser el primero en completar la ruta de occidente y llegar a las Molucas según lo previsto, algo que quizá habría conseguido si hubiera ido directo allí desde la isla de Guam, cosa que no hizo ni explicó según su costumbre.

La muerte del capitán general, pese a sus defectos, llenó de temor a la tripulación, precisamente ahora que ya tenían el éxito cerca, y más por la incertidumbre de quien sería el sucesor, cargo que recayó en su cuñado Duante de Barbosa, apoyado por Juan Sierra, capitán de otra nave.

Pero la traición del criado malayo de Magallanes, que hacía de intérprete por conocer lenguas indígenas y era mimado por aquel, al perder ciertas prerrogativas se vengó convenciendo al rey de que la verdadera intención de los españoles era apoderarse del archipiélago una vez destronados todos sus reyes, aconsejándole que los eliminara durante una banquete al que acudieron los más notables de la armada, veintisiete en total. Sólo se salvaron por llegar tarde y darse cuenta de la trampa, Juan Carvalho y su segundo, que regresaron rápidamente para dar la voz de alarma, si bien a Juan Sierra lo dejaron vivo, y maniatado lo llevaron ante las naves tratando de canjearlo por dos cañones, pero los nuestros viendo la actitud hostil de los nativos, se alejaron de allí, dejando aparte de los apresados, dos marinero fallecidos.

Poco después hicieron una breve parada para desguazar la Concepción, pues con la tripulación tan mermada era imposible gobernar las tres naves. Carbalho asumió el mando de la Trinidad y Gómez Espinosa el de la Victoria.

Tocaron en varias islas filipinas, entre ellas Mindanao y Paragua, donde entablaron relaciones con sus reyes, intercambiando cuchillos, espejos y otros abalorios por víveres, amén de oficiar solemnes misas para convertirles al cristianismo, y bien abastecidos, en julio llegaron a Borneo, donde se les recibió triunfalmente, pues Carbalho y los más notables fueron llevados hasta el palacio real a lomos de elefantes ricamente enjaezados.

Durante vario días y tras los oportunos intercambios, gozaron de las atenciones de los isleños, pero a causa de un malentendido, el corrupto Carbalho apresó a varios de ellos, quedándose con tres mujeres, cosa que igualmente hizo el rey con otros tantos marineros. También perdieron dos tripulantes griegos por deserción.

Carbalho fue depuesto por incompetente recayendo el mando de la Trinidad en Espinosa y el de la Victoria en Elcano, que aunque tarde, vio sus anhelos cumplidos. Precisamente él logró enderezar el rumbo, pues estaban medio perdidos, y llegar prontamente a las Molucas, donde arribaron !por fin! el 7 de noviembre de 1521 después de increíbles peripecias, calamidades sin cuento y dejando en el camino decenas de hombres.

Con salvas de cañón y la natural alegría dieron gracias a Dios por haber conseguido el objetivo del viaje de llegar a las Molucas por la ruta de occidente.

Recalaron en la isla de Tibor, cuyo rey se acercó a las naves a darles la bienvenida, ponerse a su disposición y declararse súbdito de Carlos V, del que dijo tener noticias de su gran imperio.

Colmados de atenciones e intercambiados los obsequios de rigor, establecieron un mercado para la compra de especias, sobre todo clavo, muy abundante allí, a cambio de telas, cuchillos, hachas, tijeras, objetos de vidrio y otros.

Ante el temor de que fueran sorprendidos por algún barco armado portugués, se dieron gran prisa en cargar las dos naos de clavo, y bien abastecidos intentaron hacerse a la mar, pero una importante vía de agua en la Trinidad lo impidió, y a pesar de muchos esfuerzos y la colaboración de los operarios del rey, vieron que se necesitaba mucho tiempo para repararla por lo que acordaron que Elcano prosiguiera el viaje por la ruta de oriente y que Espinosa lo hiciera después por occidente, en prevención de que si la Victoria era apresada por los portugueses, la Trinidad cumpliese el objetivo de dar la primera vuelta al mundo.

Con 54 hombres a bordo, 11 de ellos indígenas, el 21 de diciembre de 1521 iniciaron el viaje de regreso con el firme propósito de ser los primeros en circunvalar la Tierra e informar al Emperador, ansioso de noticias de la expedición, pero antes tenían que superar enormes dificultades, la principal evitar cualquier encuentro con los lusos. Esto obligaba a cruzar el Océano Indico por una ruta desconocida, lejos de la costa asiática controlada por aquellos.

Con la ayuda de algunos pilotos nativos y especialmente la de un griego llamando Francisco Albo, que ya había hecho anteriormente dicha ruta, y sorteando varias islas, tocaron en la de Mallua, donde tuvieron que carenar y reparar la nave y más adelante en la de Timor, última escala para abastecerse antes de afrontar la incierta travesía del Indico. Pero aquí, los isleños no estaban dispuestos a colaborar, por lo que Elcano tuvo que recurrir a una pícara estratagema, apresar a uno de sus jefes, advirtiéndoles que sólo le liberarían cuando les facilitaran víveres, previo pago de ellos. Curiosamente, los indígenas protestaron porque creían que su jefe valía mucho más que los alimentos entregados.

Con el natural recelo, pero animosos, el 11 de febrero de 1522 iniciaron la travesía de dicho Océano, la cual fue igual de penosa que la del Pacífico, pues durante varios meses solo dieron con dos islas, la de Ámsterdam y San Pablo, deshabitadas y sin nada que aprovisionar excepto agua, y cuando llegaron a Mozambique tuvieron que pasar de largo al ser territorio portugués, por lo que Elcano decidió ir directamente al Cabo de Buena Esperanza, el cual no pudieron doblar durante dos meses por el pésimo tiempo reinante, y como después tampoco lograron abastecerse en la costa africana, la escasez de víveres, la fatiga y el escorbuto abatieron a 22 tripulantes.

Réplica de la Nave VICTORIA

Por otro lado, la nave hacía cada vez más agua, necesitando un gran esfuerzo para achicarla, así que la imperiosa necesidad de alimentos, les obligó a fondear no lejos de la isla de Santiago del archipiélago portugués de Cabo Verde.

Muy astutamente Elcano mandó a dos chalupas a comprar víveres, alegando que pertenecían a un carguero en difícil situación, las cuales hicieron dos viajes sin problemas, pero en el tercero la indiscreción de un marinero luso les delató, siendo al momento apresados por una lancha armada portuguesa, que junto con otras, trataron de capturar a la Victoria sin conseguirlo, pero allí quedaron retenidos 12 marineros.

Con pésimas condiciones de tripulación y nave continuaron el periplo sin ni siquiera tocar en Tenerife y tras un gran rodeo por mor de los vientos, el 4 de septiembre de 1522 avistaron el Cabo de San Vicente y dos días más tarde arribaron al puerto de Sanlúcar de Barrameda, de donde habían salido tres años antes menos 14 días.

Demacrados y exhaustos los 18 tripulantes de los 237 que partieron, fueron recibidos por las autoridades, y aclamados por el pueblo sintiendo la inmensa alegría de haber conseguido los objetivos del viaje de llegar a las Molucas por la ruta de occidente, y después completarlo con otro mucho más importante, la primera circunvalación a la Tierra al arribar al punto de partida por la ruta de oriente tras dejar en el camino a la mayoría, venciendo arduas dificultades y soportando situaciones al límite del aguante humano.

Justo es recordar aquí a otros tantos expedicionarios que regresaron después de ser liberados en Cabo Verde y a otros cinco de los que quedaron en las Molucas, porque ellos también son merecedores de figurar en el cuadro de honor de la gesta.

Remontando el Guadalquivir, llegaron a Sevilla donde les dieron una triunfal bienvenida y en medio de la curiosidad y vítores de la gente, lo primero que hicieron fue ir descalzos en peregrinación a la Iglesia de la Virgen de la Victoria en acción de gracias.

El mismo día Elcano remitió una carta al Emperador informándole del éxito de la expedición, los hechos más importantes y penalidades sufridas y rogándole intercediera ante el Rey de Portugal para liberar a los 13 marineros apresados en Cabo Verde, y que todos fueran generosamente retribuidos con una parte de las especias que traían, detalles que enaltecen su gran humanismo.

Tras rápida contestación del Monarca, Elcano acompañado del piloto Albo y de Fernando Buenafuente, se presentaron en la Corte de Valladolid donde informaron detalladamente de todo lo acaecido durante el penoso y largo, pero exitoso viaje. Como recompensa Carlos V concedió a Elcano un escudo de armas con la leyenda “PRIMUS CIRCUMDEDISTI ME”, que viene a decir que “fuiste el primero en darme la vuelta”. También le asignó una generosa renta vitalicia de 500 ducados anuales de los que cobró bien pocos, pues con esto ocurría como ahora con las promesas de los políticos en tiempos de elecciones. Al resto de la tripulación les concedió la veintena parte del valor de las especias que trajeron en la nave. Parca recompensa si tenemos en cuenta los servicios prestados y la magnitud de la gesta, la cual no puede considerarse sólo como española, ya que fue un hito en la historia de la Humanidad de trascendencia incalculable en muchos aspectos, pues cambió la visión global del mundo, facilitó la elaboración de una cartografía fiable, vital para la navegación marítima, el descubrimiento de muchas islas, el incremento comercial…., todo conseguido con los precarios medios de la época, lo que resalta aún más la actuación de sus protagonistas.

Pero a buen seguro que Elcano se sintió bien recompensado sólo por haber sido nombrado segundo jefe de la armada mandada, por ser noble, Jofre Losaysa, la cual zarpó de Sevilla el día 24 de julio de 1726 con la misión de volver a las Molucas para asentar allí el dominio español. Debido a fuertes tormentas y a otras causas, el viaje fue muy accidentado y en la travesía del Pacífico, el escorbuto volvió a abatir a numerosos hombres, entre ellos Elcano, quien viéndose muy enfermo, el día 27 de julio dictó un largo y minucioso testamento, falleciendo nueve días después y sus restos entregados al mar, su gran pasión.

Por falta de espacio, no es posible alargar más esta epopeya, moderna Odisea a cuyo lado la de Ulises desde Troya a Ítaca, fue poco más que una modesta excursión, pero antes de poner el punto final, dejemos unos breves apuntes biográficos del gran marino vasco nacido en Guetaria (Guipúzcoa) hacia el año 1487 pues no hay datos de su infancia. Era el primero de los nueve hijos que tuvieron Domingo Sebastián Elcano y Catalina Portu, quienes contando con buena posición economíca, dieron a sus hijos una adecuada educación, no muy corriente entonces, y al mayor, tras el oportuno aprendizaje de las cosas de mar, un barco con el cual se dedicaba a comerciar entre España y Flandes, aparte de faenar mar adentro en las épocas de pesca.

Mas, por razones de las campañas militares de Carlos V en el norte de África, su nave fue requisada para completar la armada que actuó en Oran, Bujía, Trípoli y luego en Italia y él, como patrón de la misma, tenía que preocuparse de la tripulación, pero las continuas y largas demoras en recibir el dinero de las arcas reales para pagar a los marineros, creaban situaciones de gran tensión en una de las cuales se vio obligado a pedir un préstamo a un usurero banquero genovés, y como al término de su vencimiento no pudo devolverlo, tuvo que pagar con el barco, algo rigurosamente prohibido por la Ley, por lo que ante un posible encarcelamiento, puso tierra por medio yéndose a Sevilla, donde se enroló en la expedición de Magallanes con el cargo de maestre de la nao Concepción, en atención a su gran experiencia marinera.

También sabemos que había tenido sendas relaciones amorosas con dos mujeres, María Vidaurreta y María Hernández de Hernialde, con las que tuvo una hija y un hijo respectivamente, sin desposar a ninguna, si bien luego les incluyó a todos en su testamento.

Y como quiera que la celebración de este gran evento debería hacerse dentro de tres años, aniversario de su culminación, se supone que la razón del adelantamiento se debe al intento de Portugal de apropiarse la autoría y gloria del viaje, solicitando de la UNESCO que el mismo, titulado “Ruta de Magallanes”, sea declarado Patrimonio de la Humanidad de propiedad lusa, sin ni siquiera mentar a España, siendo como fue quien patrocinó y costeó dicho viaje y por supuesto callando que fue su propio rey Manuel I el Afortunado, no mucho en este caso, quien rechazó airadamente el proyecto de Magallanes, al que intentó luego atraer a su redil cuando se enteró que andaba en tratos con Carlos V, algo que no consiguió ni con halagadoras promesas ni amenazas, por lo que decidió impedir la realización del periplo a toda costa, incluidos planes para asesinar a Magallanes, el cual tuvo que ser protegido por agentes españoles durante su estancia en Sevilla. Denigrado y tachado de traidor, hasta su familia tuvo que exiliarse a Brasil para evitar el duro acoso a que fue sometida.

Dicho rey no cejó en su empeño de abortar el viaje, pues de las dos carabelas supervivientes, la Victoria se salvó in extremis de ser apresada en Cabo Verde y la otra, la Trinidad que quedó averiada en las Molucas, fue capturada y sus tripulantes, recluidos en oscuras mazmorras, recibieron tan pésimo trato que pocos lograron sobrevivir y sólo cinco consiguieron regresar a España varios años después

Por tanto no se entiende que en la presentación conjunta hispano-lusa de la celebración del V centenario de la primera vuelta al mundo, la vicepresidenta del Gobierno español la calificara como una “gesta ibérica” fruto de la cooperación, entre ambos países, cuando la realidad fue todo lo contrario como acabamos de ver. Bien está toda colaboración entre dos naciones hermanas, pero sin faltar escandalosamente a la verdad histórica, porque además, los portugueses ya tenían programada su celebración sin compartirla para nada con España !Qué diría Magallanes si levantara la cabeza y se viera enaltecido como un héroe  por sus compatriotas, cuando hace cinco siglos lo tildaron de villano y felón, e igualmente Elcano que tras asumir el mando de la Victoria en Borneo, vivió el resto del viaje hasta las Molucas y desde allí a España, con el miedo de ser apresado por los portugueses en cualquier momento.

Y aunque crasos fallos de Magallanes pusieron en entredicho la competencia de la que alardeaba, como la errónea fecha de partida que debió hacerse varios meses después para no coincidir con el crudo invierno austral; la temeraria exploración que originó el naufragio de la Santiago; la demora en llegar a las Molucas desde la isla de Guam; la soberbia por negarse a compartir nada con los mandos de la flota, a lo que estaba obligado y sobre todo por el despotismo en el trato y crueldad en los castigos que dieron lugar al intento de rebelión y graves sucesos acaecidos en San Julián, que estuvieron a punto de dar al traste con el viaje, ello no debe ser óbice para reconocer que él fue quien ideó y capitaneó la empresa, poniendo todo su empeño y pericia hasta que falleció en el camino.

Mas como dice la experiencia que la Historia la escriben siempre los vendedores, en este caso el honor le cupo, merecidamente, a Juan Sebastián Elcano, tan experto marino, como buen patrón de barco.

Sean los sentidos versos del soneto que sigue colofón y rendido homenaje a aquel puñado de valientes y esforzados marineros que protagonizaron la mayor gesta que jamás los siglos vieron

Intrépidos y estoicos marineros

del hispánico solar fecundo

que por mar tenebroso y profundo

y arrostrando peligros severos,

conseguisteis el ser los primeros

en circunvalar el terráqueo mundo

y demostrando de modo rotundo

su redondez y tamaño certeros.

Y quede para feliz memoria

con caracteres de oro escrito

el nombre de la hercúlea hazaña

en el pergamino de la Historia

!memorable y trascendental hito,

galardón inmenso para España!

Y sirva este estrambote llano

para ensalzar a los dos Capitanes:

el autor del proyecto, Magallanes

y el otro que lo culminó, Elcano.

Gregorio Hernández Toribio  Comandante del Ejercito deTierra (R)