La verdad de cada uno

«La Guardia Civil, la Policía, Protección Civil y demás instituciones, están acostumbradas a poner en riesgo las vidas de los suyos por la salvación de vidas ajenas»

«Pero las imprudencias y la osadía sin conocimientos básicos no pueden disponer del dinero público. Que paguen sus rescates, con o sin IVA»

Perder el miedo a la verdad de cada uno es un paso de gigante hacia la libertad. En España, lo políticamente correcto nos tiene amansados, estabulados y acomplejados. El año pasado, unos valientes y sufridos guardias civiles se jugaron la vida rescatando, en condiciones meteorológicas perversas, a un grupito de montañeros que se habían perdido en los Picos de Europa. Deseaban hincar sobre las rocas más guapas del norte de España un mástil con un trapo habanero independentista, una estrellada. No les dieron ni las gracias por salvar sus vidas.

RAÚL

Días atrás, tres espeleólogas procedentes de Cataluña, entraditas en años, se perdieron en la cueva de Cueto-Coventosa de Arredondo. Un centenar de personas se prestaron voluntariamente a rescatarlas, apoyando al operativo montado por la Dirección General de Protección Civil y el municipio de Arredondo. A las 52 horas, las espeleólogas o meras turistas de cuevas, fueron localizadas y rescatadas. No existe legislación al respecto. No se precisan permisos especiales para descender a las muchas cuevas que se reparten por la piel de Cantabria. Y el Presidente de la Comunidad, Miguel Ángel Revilla, se atrevió a manifestar su verdad y su opinión, que no tienen que ser ni la verdad ni la opinión del resto. Ha sido duramente criticado por ello, y creo que injustamente. Revilla, después de expresar su alegría por el rescate de las imprudentes señoras, denunció «que no podemos estar todo el día gastando dinero público en aventureros». Se trata de una manifestación molesta, pero valiente. Por otra parte, las presumibles espeleólo

gas rescatadas, abandonaron la cueva entre risas sin reparar en el cansancio y los riesgos de quienes se entregaron a participar en su salvación. Y agradecieron con demasiados matices el buen fin de su imprudencia: «Agradecemos el despliegue de los profesionales pero nos sentimos sorprendidas del espectáculo de mierda generado por nuestra desaparición. La aventura ha sido maravillosa». Me figuro que habrá sido maravillosa para ellas y no para el centenar de personas que han participado en el rescate de su maravillosa experiencia. Y lo del «espectáculo de mierda» es algo que merece, al menos, una explicación.

El alcalde de Arredondo, Leoncio Carrascal, tampoco se ha sentido feliz con la breve capacidad de gratitud de las maduritas de las cuevas. Y también se ha atrevido a decir su verdad. «Si querían divertirse, que se hubieran ido a Port Aventura». Eso, la verdad individual que se revuelve y revela ante la verdad oficial y políticamente correcta. Una soleá de Antonio Machado resume la vanidad de quien ha sido considerado como el gran poeta de la humildad y el pueblo. «¿Tu verdad? No, la verdad./ Y ven conmigo a buscarla./ La tuya, guárdatela». Es decir, que Antonio Machado consideraba que para hallar la verdad había que buscarla con él, su orgulloso propietario. «Hay que tener un respeto. No veo razonables las declaraciones de las espeleólogas que han tenido de su lado a todo un pueblo durante su búsqueda». Posteriormente, el alcalde no se ha atrevido a defender a Revilla, que en esta ocasión ha tenido el valor de decir su verdad. «Ahí no entro».

Una cosa son los accidentes y otra muy diferente las imprudencias y frivolidades ante la naturaleza. La Guardia Civil , la Policía, Protección Civil y demás instituciones, están acostumbradas a poner en riesgo las vidas de los suyos por la salvación de vidas ajenas. Pero las imprudencias y la osadía sin conocimientos básicos, no pueden disponer del dinero público. Que paguen sus rescates, con o sin IVA.

Hace unas pocas primaveras, sucedió algo divertido en el maravilloso hostal «El Oso» de Cosgaya. Se había instalado en sus alrededores un oso aficionado a la miel de unas colmenas cercanas. Y se advirtió de su presencia a los clientes. Paseaba por la atardecida una turista, y se topó con el oso. El plantígrado no hizo nada por ella, pero el susto fue morrocotudo. Y pidió el libro de reclamaciones. Otros clientes la convencieron para que no llevara a cabo tan injusta necedad. «No puede denunciar al Hostal el Oso por haber visto un Oso. Por algo se llama así». Imprudente y tonta.

Creo que en esta ocasión, y sin que sirva de precedente, Miguel Ángel Revilla ha estado sincero, valiente, decente con su verdad y muy cercano a la razón y el sentido común. Más todavía cuando las rescatadas han protagonizado una exhibición de ingratitud y grosería. Urge legislar al respecto y exigir conocimientos para obtener el permiso correspondiente para descender a cualquier tipo de cueva. Y el que lo haga a su antojo y se pierda, que pague su rescate.

19 jul. 2019   La Razón   Alfonso Ussía