Las debilidades nacionales endémicas

La falta de autoestima, complejo de inferioridad, autocrítica exagerada y enfermiza y exaltación de todo lo de fuera son las principales debilidades del pueblo español. Sin embargo, estas debilidades desaparecen cuando vives y trabajas en otros países de nuestro entorno político, y compartes responsabilidades con otros europeos y americanos, como le ha sucedido al autor de estas letras. Sin embargo, el abuso de las debilidades y el olvido de nuestras fortalezas nos hace vulnerables en un mundo cada vez más asertivo y complejo.

BARRIO

Es peculiar observar que una nación cuyos siglos de oro, XVI y XVII, fueron excepcionales en lo cultural, en el pensamiento, las artes, las ciencias y también en lo político y militar, sin olvidar la era de los grandes descubrimientos y exploraciones en tierras y mares ignotos, donde por poner solo un ejemplo, los mayores y mejores navíos se construían en España o en la Nueva España, haya decaído de tal manera.

Según el historiador francés Taine, los siglos XVI y XVII en España «son un momento superior de la especie humana» y por citar a un historiador norteamericano Chales F. Lummis, compañero de Roosevelt en Harvard, «Una de las cosas más asombrosas de los exploradores españoles en América, casi tan notable como la misma exploración, fue el espíritu humanitario y progresista que desde el principio al fin caracterizó a sus instituciones». Lummis hace referencia a los Virreinatos españoles en América. Sin embargo, el complejo de inferioridad autoimpuesto del español prefiere creer en otros relatos peyorativos.

Nos hacen olvidar a los españoles que en 1521 se fundó el primer hospital en América, en 1523 la primera escuela, en 1553 la primera universidad y en 1555 se editó el primer diccionario español-náhuatl y que Carlos I en 1530 prohibió todo tipo de esclavitud, como lo había hecho antes Isabel I de Castilla en su testamento y ordenado poco después en 1512, en las Leyes de Burgos. España nace como unión política de reinos en 1512, precisamente el año de la publicación de las Leyes de Burgos donde entre otras cosas se reconocía el derecho a la libertad y a la propiedad privada de los indios, ley precursora de los derechos humanos.

Las referencias históricas son esenciales para que una nación se mantenga y progrese, véase cómo las utilizan en su beneficio los nacionalismos periféricos en España y todos en general. Sin embargo, para muchos políticos españoles la historia de España comienza el 6 de diciembre de 1978, lo anterior ni importa, ni existe, es más, es preferible borrarlo u olvidarlo. Un ejemplo significativo: En los libros de historia que se estudian en el País Vasco no hay una sola referencia a ningún navegante, científico, descubridor español de origen vasco que posibilitaron a España la exploración de tierras y mares inexplorados. Simplemente no existieron para ellos. Igual sucede en Cataluña, Baleares y de alguna forma en Valencia.

Si a las debilidades endémicas que muestra el pueblo español le unimos las propias debilidades de 1978 derivadas de un proceso político integrador de todos y para todos que incluyó para conseguirlo aspiraciones particulares en contra del interés general nos encontramos con el panorama de extrema fragilidad actual de España.

Analistas políticos foráneos describen las dos debilidades principales de la nación española recogidas en la constitución de 1978; una es el abuso extremo de la descentralización del poder de la nación entre las comunidades y nacionalismos periféricos y la otra es la ley electoral que nació en la Constitución para que ningún movimiento o partido político quedara fuera de la Transición y de la Constitución, y que fue una buena herramienta entonces, pero que ha generado que la gobernabilidad de la nación se haga prácticamente imposible y esté a merced de las minorías políticas que además destacan por sus veleidades independentistas.

Permítanme indicar, para los malpensados, que ni estoy en contra de la Constitución, ni en contra de la descentralización del poder del Estado, ni en contra de los legítimos partidos políticos, faltaría más, estoy en contra del abuso casi sin límites que se ha realizado de las citadas herramientas constitucionales en beneficio de intereses particulares, y en perjuicio de los generales de toda la nación.

Por todo ello, es preciso que explotemos las fortalezas de la nación y de la Constitución y controlemos las debilidades descritas de ambas en beneficio del bien común. Si no lo hacemos y me refiero a la nación, al pueblo español, España continuará en la senda de la fragilidad como Estado y en la irrelevancia como actor internacional. Si no te respetas como nación, nadie lo hará.

La Razón     Luis Feliu Bernárdez. General de Brigada (r). Academia de las Ciencias y las Artes Militares.