LO SIENTO POR NUESTROS DIPLOMÁTICOS Y MILITARES. POR ESPAÑA. Rafael Dávila Álvarez. General de División (R.)

 

¿Dejarías las llaves de tu casa a quien se proclama amigo de tu enemigo? Voy a procurar explicarlo de manera muy sencilla.

Los Gobiernos de España se distinguen en estos últimos tiempos por ofender de manera permanente a los Estados Unidos de América y a sus más cercanos aliados. ¿Eso es bueno?

El mundo de las relaciones internacionales es muy delicado y no todo el mundo está preparado ni para entenderlo ni para participar en él. España ha contado a lo largo de su historia con los mejores diplomáticos de carrera del mundo y nuestra Nación ha sido ejemplo de cortesía, eficacia y respeto hasta en los infiernos más calientes de la tierra. Pocos conocen la labor de nuestros diplomáticos porque a su impecable buen hacer unen una humildad digna de alabanza. Su disciplina intelectual y concepto del deber les hace grandes de España y sin su eficaz labor nuestra imagen en el mundo hace tiempo hubiese sido olvidada.

A pesar de la nefasta política interna y exterior de nuestros últimos gobiernos, nuestros diplomáticos mantienen el prestigio, diríamos el tipo, y deshacen con esfuerzo impagable los entuertos en los que estos aficionados, que entienden la política como un capricho ideológico y que nada saben de política exterior ni de relaciones internacionales, crean un día sí y otro también. Poco reconocimiento tiene nuestra Carrera Diplomática en estos momentos en los que la guerra alarga sus tentáculos sobre cualquiera de los aspectos humanos, desde la gran economía a la doméstica, en cualquier punto del mundo, desde los intereses individuales a los colectivos, desde la sencillez de la vida a la muerte lejos de la patria.

Bien lo sabemos los militares. No somos los soldados los únicos que servimos en vanguardia y en el frente más peligroso. Fuera de España están nuestros diplomáticos, antes que nosotros, que preparan el terreno, ese tan viscoso y difícil, el del ambiente, el de las relaciones, el de la información, en términos militares son los que preparan el terreno donde se desarrolla la acción y los que mantienen la llama de España encendida ante el mundo que nos rodea. Es muy difícil su misión y pocos han recordado a nuestros embajadores desde aquellos años de los Balcanes en los que ellos y nuestras tropas dejaban en lugar inalcanzable por otros el nombre de España. Hoy, en orden y silencio, la labor continúa.

El penúltimo ejemplo lo tenemos en el embajador de España en Sudán cuando en abril de 2023 hubo que evacuar desde la Embajada de España en Jartum a los 34 españoles y 70 europeos y latinoamericanos que se habían concentrado allí protegiéndose del conflicto armado que enfrentaba al Ejército sudanés con fuerzas paramilitares. La Operación de Rescate de Personal No Combatiente (NEO por sus siglas en inglés) se inició con el posicionamiento en el aeropuerto de Yibuti de un avión A400, al que se le sumaron posteriormente un Airbus A330 y otros dos A400, todos ellos del Ejército del Aire y del Espacio. Todo el complejo despliegue de la operación estuvo en trance de venirse abajo si no llega a ser por la capacidad de decisión, valor e inteligencia del embajador español que supo en el momento más crucial de la operación dar la orden de evacuación y ponerse a la cabeza de la operación.

La errática política exterior y militar del Gobierno de España lleva años dejando a nuestros mandos militares y a nuestros diplomáticos al pie de los caballos.

En artículos anteriores he dejado enumeradas las vergüenzas de esas políticas y como esas decisiones están perjudicando de manera irreparable nuestra posición en el mundo. Nadie se fía de nosotros.

Dice nuestro Gobierno: «España no va a participar en el mar Rojo porque está participando en este momento en 17 misiones (no explica qué hacen en tantos lugares, por ejemplo en Turquía) y lo está haciendo con esfuerzo. Nos parece muy bien que la UE pueda decidir en unos días que haya una misión. No sabemos todavía el alcance de esa misión, si es que la UE va a aprobar o no una misión, pero mientras tanto la posición de España, por sentido de la responsabilidad y por compromiso por la paz, es no intervenir en el mar Rojo».

Y sube el tono: «España toma sus propias decisiones. Ningún país le tiene que decir a España donde interviene».

De nuevo nuestras Embajadas y Consulados, los Cuarteles Generales militares, se ven en la penosa situación de explicar lo inexplicable.

Claro que a nadie le importa. El Estrecho de Gibraltar está en manos de Marruecos, Estados Unidos y el Reino Unido.

Marruecos es Major Non-Nato Ally, es decir Aliado Preferente de los Estados Unidos lo que significa una estrecha cooperación militar que proporciona -como bien se ve y se sabe- una serie de ventajas militares dignas a tener en cuenta. España en ese acceso al Mediterráneo militarmente no cuenta y allí está la Real Majestad inglesa al mando. En el otro acceso a través del Estrecho de Bab el Mandeb y del mar Rojo estamos con los hutíes que nos dan las gracias. Somos un prodigio. Hemos dado las llaves a hutíes, chicos de hamás, hizbolá y a otros cuyo nombre me provoca náuseas.

Lo siento por nuestros militares y por nuestros diplomáticos, dos carreras muy unidas en su absoluta entrega al servicio de España y, por tanto, si así seguimos, llamadas a desaparecer. Lo siento en definitiva por España.

Las razones son tan simples que van implícitas en el artículo.

¿Aquí quién manda? Pues eso.

Rafael Dávila Álvarez. General de División (R.)