Nada tiene que ver el amor por Cataluña con el odio a España, o el amor por las Vascongadas con el odio al resto de los españoles, o la militancia en el socialismo y el comunismo con el aborrecimiento de sus compatriotas
«Más se unen los humanos para compartir un mismo odio que para compartir un mismo amor», escribió Benavente. Y Daudet, que «el odio es la cólera de los débiles». Me sirven estos dos pensamientos para preguntarme: ¿qué hemos hecho el resto de los españoles para que los separatistas catalanes y vascos nos odien con tan extravagante acritud?
Para mí, que se entrenan todos los días con el único fin de mantener el odio en su mejor estado anímico. Pienso en Puigdemont, en Turull, en Miriam Nogueras, en Aragonés, en Otegui, en Aitor Esteban…. Y vuelvo a preguntarme: ¿de dónde y por qué nace o crece ese odio? Llevan siendo españoles los mismos siglos que los castellanos, los andaluces, los extremeños, y los asturianos, y no sigo para no extenderme en el texto. ¿Qué le sucede a Miriam Nogueras? Yo no correspondo su odio. No me entreno. Tampoco quiero decir que siento por ella amor, cariño o simpatía. Pero les aseguro que no comparto su dedicación exclusiva al odio, sus entrenamientos cotidianos, su desprecio. Más bien, sufro figurándome su continuo padecimiento, su enfermedad incurable. Y mi comprensión tampoco me lleva a la invidencia. No es una chica agradable de contemplar, y tampoco el resto de los anteriormente mencionados, o la familia Pujol. ¿Odio a Sánchez? En momentos puntuales sí. Pero no se trata de un odio obsesivo. Me consta que a muchos lectores les puedo decepcionar. En el fondo, siento por Sánchez bastante pena. Se trata de una persona grotesca con mucho poder que sabe que, sin poder, volverá a ser una persona grotesca. Y no estoy dispuesto a llenar de ácido mi vida por quien desea mi desaparición. No puedo odiar a quien me enriquece con su animadversión. Porque el odio hacia mi persona me reconforta. Lo que no perdono es el odio a España. Y no lo perdono porque no lo puedo entender. Y menos aún, que odien a España quienes llevan siglos, o decenas de años aprovechándose de ella. Nada tiene que ver el amor por Cataluña con el odio a España, o el amor por las Vascongadas con el odio al resto de los españoles, o la militancia en el socialismo y el comunismo con el aborrecimiento de sus compatriotas que han tenido la fortuna de no ser socialistas ni comunistas.
El odio destruye al que odia, no al odiado. Y yo les ruego a esas criaturas odiadoras, que renuncien a odiarnos y a odiar a España con tanto ardor e injusticia.. Les emplazo, simplemente, a que no se entrenen todos los días. Que descansen, como los futbolistas, después de cada acción de odio. Y serán más felices sin renunciar a sus quimeras.