Los más jóvenes –un 68,6%– son los más críticos con la mala defensa de los intereses españoles por parte del Ejecutivo

Los habitantes de Gibraltar miran a Londres. Más que nunca. Y no exactamente por que crean que la metrópoli les «salvará» de España. El asunto está más bien en cómo podrán vivir, comerciar o gestionar sus asuntos cuando Theresa May –como ayer se vio en el Parlamento– les saque de la Unión Europea. Desde la colonia ellos juran y perjuran que nada cambiará. Está claro que no será así. Los escenarios son muy distintos. Solo un ingenuo puede pensar que todo se mantendrá igual. Ellos, que votaron casi en un cien por cien a favor de permanecer fieles a la disciplina comunitaria, serán expulsados del club. El Gobierno de Gibraltar trata de mantener las aguas tranquilas al afirmar que «el Brexit no tendrá ningún efecto respecto a la soberanía británica sobre Gibraltar», y «Gibraltar saldrá de la Unión Europea al mismo tiempo que Reino Unido». Sin duda esto último es una perogrullada, pues es una verdad como el Peñón de grande. Lo que no está tan claro es lo primero. No es de recibo una colonia en suelo europeo en pleno siglo XXI. Como tampoco lo son las ventajas y triquiñuelas financieras que se desarrollan en Gibraltar. Bruselas no permitirá un status quo que, en tiempos del ingreso de nuestro país, se miró por alto ante la presencia en el club comunitario de una Gran Bretaña a la que no se quiere desairar. Ahora, sin «avalista», la cooperación fiscal, policial y aduanera, o el medio ambiente, los derechos de los ciudadanos y el tabaco entran en otra dimensión. Nadie pretende ahogarles. Pero deben ser conscientes de que sus vidas entran en otra dimensión. Europea, no colonial.