Sánchez y la involución democrática

JUAN A. PÉREZ MORALA
25 ENERO 2024

Con el PSOE y sus peculiares socios, transitamos hacia un democracia cada vez más débil. Al menos cuatro elementos de involución democrática, que aquí se exponen, son la causa de una tendencia a la autocracia de hecho.

El actual gobierno de Sánchez, nombrado el 20 de noviembre de 2023, ha cumplido sesenta días de su rodaje sin que, a la luz del Estado de Derecho, supere la prueba del algodón. Ya el anterior gabinete mostró signos autocráticos en muchas de sus actuaciones y, sobre todo, en el impulso y consecución de las leyes promulgadas. Pero el actual, formado tras las elecciones del pasado verano, se revela manifiestamente más débil, descoordinado y hasta esotérico, eclipsando la democracia en sus actos administrativos y en los pactos que suscribe con los socios que lo apoyan. De manera clara y contundente, la vulnerabilidad del gobierno se ha evidenciado en los tres Reales Decretos de Ley sometidos recientemente a la aprobación del Congreso. Entre los españoles se está generalizando la idea de que la democracia está siendo manipulada reiteradamente, y nadie es capaz de aventurar cuánto puede resistir sin devaluarse y “autocratizarse”. El mayor exponente de este riesgo de involución democrática es el empleo partidista que Sánchez hace de los preceptos constitucionales, interpretándolos, “a priori”, según su conveniencia. Su objetivo es llegar a acuerdos con los partidos contaminados que puedan darle continuidad en la Moncloa, entendiendo por contaminados los que de modo flagrante quieren hacer descarrilar nuestra Constitución (C.E). “Grosso modo” hay cuatro elementos o vicios de gobierno, causantes de la involución patológica de la democracia.

El primero es el de la propia estructura del nuevo gabinete Sánchez, su composición cuantitativa. Sin rubor alguno lo ha formado con 22 ministros, integrando 3 vicepresidencias. Una comparación con algunos países de la Unión Europea (U.E), nos muestra la desmesura de su gobierno: Irlanda y los Países Bajos cuentan con 15 ministros; Bélgica dispone de 14 y Finlandia de 11;Francia gobierna con 6 ministros menos, cuando su número de habitantes es de unos 68 millones, 20 más que España; Alemania, que casi nos duplica en número de habitantes, dispone de 16 ministerios, porque su canciller considera que “así se ahorra y se gana eficiencia”. Sánchez, al contrario, cual emperador, forma un gabinete con tantos miembros que, de ser competentes, podrían gobernar todo el continente europeo. El contraste más espectacular aparece respecto a los Estados Unidos. Su gabinete lo forman los jefes de 15 departamentos. La comparación con Francia y Alemania resulta llamativa, pero con los Estados Unidos se hace escandalosa. El concepto faraónico que Sánchez otorga a su gobierno, sus dimensiones mastodónticas, hacen que la gran mesa del Consejo de Ministros, propia de un palacio del Zar, apenas pueda albergar holgadamente a todo el ejecutivo. Este complejo de megalomanía ya conecta con una primera tendencia autocrática, pues Sánchez no ha designado a los ministros estrictamente necesarios para un mejor gobierno de España, sino que, en número desmesurado, los ha nombrado para cumplir con sus compromisos.

El segundo aspecto de la involución democrática, exige valorar el porqué de un gobierno tan elefantiásico. Es el aspecto cualitativo del gabinete, empobrecido funcionalmente como resultado de un gobierno compuesto por políticos fieles y serviles, en vez de buscar la profesionalidad, la excelencia, el prestigio, el mérito y la capacidad, para tan alta responsabilidad. Ello inevitablemente lleva a la incompetencia de buena parte de los ministros nombrados, Así, Sánchez se ha visto obligado a nombrar “ministros de cupo”: atendiendo al factor de igualdad en la dualidad ministros y “ministras”; a favores de territorialidad de su propio partido (primando especialmente al PSC); y amortizando la hipoteca que tiene con los partidos de “Sumar”, conglomerado de ideología muy cercana al comunismo, que le proporciona entre 26 y 31 escaños, según haya o no cohesión con los cinco diputados podemitas, “rebotados” por no entrar en el gobierno. Entre los ministros de “cupo territorial”, destaca el caso del anterior ministro de cultura, nombrado pese a su irrelevante bagaje académico, hoy Embajador de España en la Unesco.

De la amalgama de impronta comunista, cabría destacar a su líder, que reiteradamente se autodefine como “jurista”, lo que sin duda sorprende a los verdaderos profesionales del Derecho. Este segundo elemento de distorsión democrática, ya modula más claramente el comportamiento autocrático del presidente Sánchez, pues no nombra ministros a las personas mejor formadas “ad hoc” para cada ministerio y el bien de España, sino apersonas fruto de una negociación e imposición. Algunos ministros podrían salvarse por su adecuada competencia, pero desgraciadamente en ellos se cumple el pasaje del Cantar del Mío Cid: “¡Dios, qué buen vasallo sería, si tuviese buen señor!”

El tercer elemento de involución democrática reside en la decisión sanchista de aumentar en el Congreso el número de escaños con “Sumar”, una amalgama de partidos que no acepta la Monarquía Parlamentaria, y cuyos postulados, de corte comunista, obligan al presidente del gobierno a escorarse tan a la izquierda, que se hace difícil reconocer la verdadera democracia. Esta coalición encuentra sus raíces en la quiebra de una de las promesas de Sánchez, aquella que aseguraba no “poder dormir tranquilo”, si gobernaba con el Podemos de entonces. Su verdad temporal la volvió del revés y, “a posteriori”, devino para muchos en mentira, obviando que, cuanto más de extrema izquierda resultara la coalición, más se alejaría de la tradicional doctrina socialista y más se adentraría en la comunista, desviándose de la verdadera democracia. Fue Emmanuel Carrère quien dijo: “… Si el partido se lo ordena, un auténtico comunista debe ser capaz de ver blanco lo que es negro, y negro lo que es blanco”. Y W. Churchill quien definiendo al socialismo (más exactamente al comunismo), manifestó: “… su virtud inherente es la distribución igualitaria de la miseria”. Estas opiniones solo acompañan una evidencia históricamente contrastada: cualquier coalición con un partido de ideología comunista, camina hacia la autocracia.

El cuarto vicio que lleva a la involución democrática, es la obcecación de Sánchez de formar una mayoría en el Congreso con las formaciones independentistas catalanas, pactando con políticos que fueron condenados por el Tribunal Supremo o que se encuentran fugados y procesados. Y también con los dos partidos vascos presentes en el Parlamento. Uno de ellos, aún lleva la mácula de no haber pedido perdón por sus actividades terroristas, y no participar con la justicia en los casos sin resolver; el otro, se distingue por recoger siempre las “nueces” del árbol ajeno (Arzalluz dixit). Los acuerdos surgen después de que Sánchez vulnerase sus promesas de no pactar con los golpistas independentistas, ni con el partido trasunto de eta. Para lograr una pretendida estabilidad política, Sánchez ha suscrito pactos con el “fugado de Waterloo”.

La amnistía, a todas luces inconstitucional, es por ahora el acuerdo más repulsivo y relevante, pero el referéndum está peligrosamente en el horizonte. Recientemente, Sánchez ha suscrito otro acuerdo con el “fugado en el capó”, para transferir la competencia “integral” sobre inmigración. De nuevo atenta contra la C.E, porque a tenor del art 149.1 de la C.E, la competencia es exclusiva del Estado. Este cuarto elemento de involución democrática es el más significativo, pues conscientemente modifica la C.E por la puerta de atrás, en la confianza de que el T.C, conformado a la medida “progresista”, dará el visto bueno final. Todo empieza cuando Sánchez quiebra sus propias promesas para su exclusivo beneficio. De suerte que lo que fueron sus verdades, ahora son para él “cambios de opinión”, y para cierto electorado claras y trascendentales mentiras. Y es que un presidente de gobierno no puede faltar a la verdad y menos en asuntos vitales. Su palabra y dignidad son esenciales. El Reino de los cielos no se sentirá defraudado, siempre prevalecerá. Pero el Estado Social y Democrático de Derecho, del art 1 C.E, en que se constituye el Reino de España, sí que resulta vulnerado, engañado, y se “autocratiza” con difícil vuelta atrás.