“TRAIDORA ACTUACIÓN DEL PSOE”

EDITORIAL
El PSOE declara la independencia de Cataluña
Junqueras y Puigdemont están reivindicando la independencia de unas supuestas colonias sometidas al yugo de una potencia que los denigra y oprime
Está claro: siempre hay que pensar mal para acertar. En los últimos días, viendo las dificultades que arrastraba la negociación entre el PSOE y Junts para llegar a un acuerdo sobre la investidura de Sánchez, quien más que menos quiso creer, refugiándose en aquello de que «la esperanza es lo último que se pierde», que el secretario general del PSOE no llegaría a puerto dadas las imposibles condiciones impuestas por el Puigdemont prófugo y separatista a Cerdán que, de manera insólita para una negociación sobre un tema político nacional, se ha visto forzado a trasladar su domicilio a la sede extranjera del delincuente y esperar que le concedieran audiencia para conversar. Fueron multitud los españoles que, en contra de sus más profundas convicciones, confiaron en Puigdemont para llegar a una repetición electoral. Por más que los analistas avisaran: cuidado, si ahí llegamos, Sánchez puede presentarse como el guerrero incólume que prefirió fracasar en la investidura antes que ceder al nacionalista inconsútil.
No ha sido necesario. Salvo incidentes imprevistos de última hora, Sánchez volverá a ser investido presidente de un Gobierno cuya legitimidad está basada en el 5,7 % del voto nacional en las últimas elecciones. Y ha sido el mismo Sánchez, hoy más que nunca secretario general de un PSOE del que el mismo Felipe González dice ruidosamente disentir, el que ha facilitado el proceso de la forma más simple y directa: aceptando todas y cada una de las exigencias del separatismo catalán. A las cuales naturalmente habría que añadir las que provengan de la correspondiente versión vasca, trátese de las exigidas por la versión terrorista de Bildu o por las de los que recogían los frutos que los antecesores de Bildu obtenían agitando las ramas, el PNV de Arzalluz y sucesores. Son multitud los ciudadanos de toda ralea, expertos o novicios en el tema de la gobernación de España, los que por activa y por pasiva vienen advirtiendo que ello nos lleva a la destrucción de la Constitución del 78 y consiguientemente a la desaparición de España tal como la hemos llegado a conocer y apreciar en nuestras variadas y múltiples experiencias. El propio Sánchez estimó necesario afirmar, cuando las preocupaciones iban subiendo de tono y profundidad en la mayoría de la ciudadanía española, que, en su decisión, la de su gobierno y la de su partido, siempre primaría el respeto a la Constitución y a la ley. Otra, posiblemente no la última, de sus mentiras.
Porque la combinación de los acuerdos firmados entre el PSOE de un lado y ERC y Junts por otro ofrecen una inaguantable constatación: los socialistas coinciden con los separatistas en un común objetivo: la desaparición de la España «de ciudadanos libres iguales, pertenecientes a una patria común e indivisible (…) de sus derechos y libertades en un Estado de derecho (…) en un régimen de Monarquía parlamentaria». No hace falta ir muy lejos para contemplar el panorama resultante: la balcanización en estados independientes e inviables de entidades regidas por sistemas autoritarios y retrógrados procedentes del país cuya entidad nacional, con más de cinco siglos de existencia, es la más antigua entre los países europeos.
Porque de la lectura de los acuerdos con ERC y con Junts la conclusión es obvia: Junqueras y Puigdemont están reivindicando la independencia de unas supuestas colonias sometidas al yugo de una potencia que los denigra y oprime. Por ese camino circula la amnistía, pero también, y sobre todo, la exigencia del referéndum, la reclamación de la total independencia económica y fiscal, o la presencia de un «relator internacional» para moderar la conversación entre lo que sería el colonizador y el colonizado. Todo ello naturalmente excluyendo cualquier responsabilidad penal que pudiera haber recaído entre 2012 y 2023 por los desmanes cometidos en torno a y con motivo de las acciones criminales llevabas a cabo por militantes y simpatizantes de ERC y Junts con motivo de sus algaradas ilegales y anticonstitucionales. Habría que buscar en los más negros recovecos que llevaron en los años noventa del siglo XX a la desaparición violenta de Yugoslavia para encontrar algo parecido. Desde luego totalmente ignoto en ninguno de los países que actualmente forman parte de la UE o de la OTAN. Y suficientemente gráficos de la calaña a la que pertenece Sánchez, literalmente dispuesto a aceptar cualquier monstruosidad que pueda garantizarle su permanencia al frente de la presidencia del gobierno. Su reino por 7 votos. Tanto más cuanto que Puigdemont ha tenido buen cuidado en subrayar en el texto del acuerdo que naturalmente cualquier incumplimiento socialista sobre lo pactado serviría para romper la coalición gubernamental. Tanto como recordar a Sánchez lo que el perfectamente sabe: todo vale con tal de continuar.
Es lógico que en estas dramáticas y, desde hace mucho tiempo, desconocidas circunstancias en la vida social y política española se vayan elevando voces colectivas e individuales, públicas y privadas, institucionales o políticas, alertando sobre la negrura del panorama y la necesidad de encontrar pronto caminos democráticos para desplazar a sus responsables y enderezar el futuro de España y sus gentes. No otra cosa es la generalización de manifestaciones que el país está conociendo en estos últimos días y que, en pleno respeto a la libertad constitucional de manifestación, están poniendo de relieve la profunda incomodidad con que la mayoría de los españoles contemplan los desmanes de Sánchez y su círculo. Momentos críticos para recordar que, como bien indican la composición de las fuerzas políticas en el Senado y en catorce de la diecisiete Comunidades Autónomas, el PSOE y sus aliados se encuentran en la minoría del sistema y que, en consecuencia, la generación de respuestas en contra del ludibrio sanchista es posible, además de deseable. Aunque siempre convendrá que recordemos aquello que Benito Pérez Galdós recordara en su «Prim» al describir los acontecimientos de la Noche de San Daniel en el Madrid de 1864: «Cuando un pueblo tiene metido el motín en el alma, basta que se reúnan dieciséis personas para que salgan dieciséis mil a ver qué pasa». Ahora ya son muchos más.
El Debate, 10 de noviembre de 2023