«Truc»

En mi opinión sería la mejor estrategia del Gobierno. Rebajar el nivel de tensión, desescalar un problema nacional a nivel autonómico

Aquí Iceta y la ministra Batet juegan emparejados, como en el “truc” de mi Menorca. Juego de señas; de envites, incluso de faroles. No lo tienen fácil. Pero se puede ganar, en beneficio de todos»

Así llaman a un juego muy extendido en mi Menorca, el mayor entretenimiento hace años, en bares y casinos. Sin ser puro póker, valora el «farol» en su sentido de engaño, de aparentar todo lo contrario de lo que se tiene o se siente, puesto que se puede ganar con una mala mano, si uno sabe jugar sus cartas. Se puede ir con todo para que los demás se asusten, se coman el engaño y se vayan al mazo. El «truc» se juega con baraja española por parejas, lo que lleva implícito todo un lenguaje de señales entre jugadores que le da una especial vistosidad especialmente en ambientes públicos. Dos cartas puntúan de manera especial: «l´amo» y «madona» –referidos a las respetadas personas que tradicionalmente llevan las fincas rústicas en la Isla– y que se corresponden con el 11 de bastos y el 10 de oros.

BARRIO

La política tiene mucho de juego, mucho de faroles y envites, mucho de señales entre jugadores. A Alfonso Guerra le endosaron una cruel frase referida a Adolfo Suárez : «tahúr del Misisipi». El ha aclarado repetidamente que solo respondió a una pregunta de la desaparecida revista «Guadiana» sobre como vestiría a determinados políticos. A Suárez lo imaginaba «con levita, reloj en el chaleco y todo esto, pero nunca le llamé tahúr públicamente». Ahí quedó. Me gustaría saber cómo vestiría hoy Alfonso Guerra a su «nieto político» el actual Presidente del Gobierno, que ya jugó con riesgo y mala mano la Moción de Censura y ganó la partida. No les funcionaron bien las señas a los otros jugadores que subvaloraron el «farol». Ahora discuten si falló el aparato del partido o si se abandonaron ciertos principios que han revalorizado otros.

Precedida de larga y expectante campaña preparatoria, el pasado lunes se reunieron en el Palacio de La Moncloa el presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez, y el «president» de una comunidad autónoma de las 17 que componen nuestro mapa político, el de la Generalitat de Cataluña, Quim Torra. Circunstancias especialísimas no vividas en anteriores mandatos, daban indiscutiblemente a la reunión un carácter especial. No es frecuente que se mantengan procesados por rebelión antiguos responsables del legislativo y ejecutivo catalán, ni que otros estén huidos de la Justicia, como no es frecuente que una parte de una sociedad crea que esta rebeldía lo es de la totalidad. En concreto que dos millones cien mil catalanes exijan independencia en nombre de los siete y medio que viven en Cataluña. Latente golpe de estado que viene de lejos y que algunos pretenden revivir con tenaz insistencia vestida de una indiscutible iniciativa, que desde hace tiempo pilla a los servicios de los gobiernos de turno en clara desventaja. Tradicionalmente se ha salido de estas situaciones cediendo competencias, dejándose arañar paso a paso claros conceptos constitucionales como la solidaridad entre «nacionalidades y regiones». Pero ahora es diferente. Ahora se pone en duda la propia existencia de España, su «indisoluble unidad». Arriesgamos mucho en una Europa también en dificultades.

Tampoco puedo imaginar cómo vestiría Jordi Pujol a su sucesor Torra. Hasta que lo pilló la UDEF y un buen abogado le aconsejó «cantar» a fin de evitar la cárcel, Pujol que tendría sus defectos, también tenía muchas virtudes. Nunca precipitó a Cataluña a la situación contra la cuerdas a la que la han llevado Mas, Puigdemont y ahora Torra. Siempre mantuvo normas de respeto y educación con los poderes del Estado. Por supuesto, otro estilo. Hubiera tomado nota, no solo de lo que piensan en la Unión Europea y se dirá hoy en la OTAN, sino del mensaje que ha dejado Obama –«me preocupan los políticos que tratan de dividir y no unir»– y , más cercana, la encuesta que publicó con lealtad el «Periódico de Cataluña» el mismo día de la entrevista en Moncloa, la del 21% independentista.

Por supuesto, difícilmente podremos saber fondo y forma de lo que se habló. Notaremos sus resultados antes de dos meses el martes 11 de septiembre en la Diagonal de Barcelona. Entonces sabremos si alguien llevó las cartas marcadas; si el «proyecto Tabarnia» se consolida como reacción; sabremos qué habrá sido de Inés Arrimadas y Ciudadanos que fueron las fuerzas más votadas en las últimas elecciones, algo olvidado; si Valls se decide o si el PSC sustituye progresivamente el PSOE en los acuerdos bilaterales con la Generalitat.

En mi opinión sería la mejor estrategia del Gobierno. Rebajar el nivel de tensión, desescalar un problema nacional a nivel autonómico. Aquí Iceta y la ministra Batet juegan emparejados, como en el «truc» de mi Menorca. Juego de señas; de envites, incluso de faroles. No lo tienen fácil. Pero se puede ganar, en beneficio de todos.

  • 12 jul. 2018   La Razón   Luis Alejandre-General (R)