UN LEAL SERVIDOR A ESPAÑA EN MISIONES INTERNACIONALES, El Teniente General Agustín Quesada

 Tte. Gral. Agustín Quesada Gómez

Acaba de fallecer en Madrid a los 89 años. En principio, ley de vida por edad, aunque se trata de una vida de servicio que prácticamente ha desarrollado hasta el final de sus días. Sus dos pasiones, el Arma de Ingenieros dentro del Ejército y su familia. Hijo y hermano de militares, padre de cinco hijos y 19 nietos, supo asumir recientemente el dolor de perder en acto de servicio a un nieto Teniente del Ejército del Aire.

Tras destinos propios del Arma en el Pirineo navarro, en Ceuta, El Pardo y en el Estado Mayor de la Brigada Paracaidista, fue nombrado Agregado Militar en Londres. De allí pasaría a la Academia de Ingenieros primero como Coronel, posteriormente como General Director.

En 1989 fue nombrado Jefe de la Misión de Naciones Unidas para Centroamérica (ONUCA), primer general español en mandar una misión de este tipo, en la que servimos un grupo numeroso de oficiales que hoy sienten su pérdida. Son los que han constituido el grueso de una generación de eficaces servidores en misiones internacionales en las que ha participado –y participa– España. Quesada fue guía, estímulo, corrector, ejemplo. No era fácil en aquel momento combinar normas de nuestro Gobierno-DefensaAsuntos Exteriores con la compleja burocracia de la sede de Naciones Unidas en Nueva York.

Tras Nicaragua asumiría responsabilidades en Valladolid para terminar su vida militar en Valencia como Capitán General de una Región que apoyó con sus bien cuidados medios, el primer despliegue de nuestro Ejército en Bosnia.

Además de su recuerdo nos ha dejado en cuatro tomos, la ingente obra de la Historia del Arma de Ingenieros, en la que supo fundir con su propio trabajo el de extraordinarios especialistas del Arma: Luis Sequera, Federico de la Puente, Carlos Laorden, Jose Luis Tamayo, Juan Carrillo de Albornoz, José Ignacio Mexía y Carlos Zamorano. Por esta obra recibió el premio extraordinario «Zarco del Valle» en 2011.

Le gustaba reunir a sus oficiales de Centroamérica, recordando aquellos dos años en el que convivimos con irlandeses, canadienses, indios, alemanes, suecos, colombianos y los propios nicaragüenses, Violeta Chamorro y el Cardenal Obando, por supuesto, entre ellos. Seguía ejerciendo de general. No hablaba de unas amebas procedentes de aquella región, que se le incrustaron para siempre en su hígado. Seguía nuestras carreras preocupado por ascensos, éxitos o fracasos. Y así seguiría, hasta su adiós del pasado sábado: leyendo, estudiando, comprando libros, «brujuleando» en el Rastro, como dice uno de sus hijos. Los que recordamos su amor a España y a su familia, su capacidad de entusiasmar, su pasión por el trabajo bien hecho que no reconocía horas y su sentido de la responsabilidad rezamos hoy por su descanso. Y quedamos para siempre a sus órdenes.

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La Asociación de Militares Españoles, lamenta su fallecimiento y pide una Oración por el eterno descanso de su alma.