Ismail Haniya, líder político de Hamas, y Fuad Shukr, número dos de la milicia libanesa Hezbolá, murieron hace un mes con pocas horas de diferencia. El primero en Teherán (Irán); el segundo en Beirut (Líbano) y ambos, en bombardeos del Ejército israelí. Desde entonces, Occidente espera unas duras represalias de Irán — valedor de ambas organizaciones fundamentalistas— que ya anunció un “duro castigo” contra Israel. Mientras tanto, los países de Oriente Próximo contienen la respiración ante una inminente escalada del conflicto, especialmente Líbano. “El intercambio de fuego es constante”, relata el jefe del Mando de Operaciones del Ejército, el teniente general José Antonio Agüero Martínez, a su regreso de una discreta visita de tres días al contingente español desplegado en el sur de Líbano.
Agüero se desplazó el pasado lunes a la base Miguel de Cervantes, en la localidad de Marjayún (en el sureste de Líbano), desde la que el contingente español lidera la misión de paz y estabilidad de Naciones Unidas (UNIFIL) en esta zona caliente del país de la mano del teniente general Aroldo Lázaro. “La guerra en Gaza ha cambiado drásticamente el escenario”, ha corroborado Agüero en referencia a que antes de octubre de 2023 —cuando milicianos de Hamas atacaron por sorpresa Israel y mataron y secuestraron a cientos de personas— las violaciones en la frontera entre Israel y Líbano las solían llevar a cabo pastores o cazadores. Ahora eso ha cambiado y “el intercambio de fuego es constante”. La de esta semana ha sido la primera visita de Agüero a una misión en el extranjero desde que fuera nombrado hace un mes jefe del mando de operaciones.
En la brigada multinacional que lidera Lázaro desde 2022 (3.500 hombres y mujeres de nueve nacionalidades) “no se percibe tensión”, sí se respira, sin embargo, cierta resignación y “paciencia” para sobrellevar las “inconveniencias que implica elevar el estado de alarma”, algo que sucede con cierta frecuencia en las misiones de este tipo y que conlleva, por ejemplo, portar el chaleco antibalas, ponerse el casco, restringir movimientos fuera de las bases, o refugiarse en los búnkeres. “Con el tiempo, el sonido en la lejanía del lanzamiento de cohetes y explosiones de artillería se vive con cierta naturalidad”, ha remarcado Agüero. Ayer mismo se registraron ataques de Israel contra 10 objetivos de Hezbolá, según el Ejército de Benjamín Netanyahu.
Hace menos de un mes el nivel de alerta en la base donde operan los militares españoles estaba en el uno (el menos grave), pero tras los asesinatos de Haniya y Shukr los militares españoles conviven con la tensión de estudiar constantemente si se eleva al nivel dos o tres, lo que significa “bunquerizarse”, según comentaban fuentes militares hace unos días. En la actualidad, Defensa se limita a responder que de momento “no hay novedades” en los niveles de alerta.
Pese a esta calma tensa y a estar en medio del fuego cruzado entre Israel y Hezbolá, Agüero asegura que los militares que forman parte de UNIFIL no son el objetivo y anuncia que previsiblemente su mandato, que ahora está en el ecuador, se renovará con el acuerdo de todas las partes. Hay una aparente normalidad, pero Agüero relata que las alarmas estos días son “frecuentes” y que los militares españoles —unos 650—, especialmente los zapadores, se están centrando en mejorar la fortificación de las bases españolas.
La ministra de Defensa, Margarita Robles, que no viajó junto a Agüero a Líbano por motivos de seguridad, ya aseguró hace un mes que la situación era “complicada y difícil” y que el contingente español estaba tomando “todas las medidas de seguridad necesarias”. Después de 11 meses de ataques, más de 40.000 personas han perdido la vida en bombardeos israelíes en la Franja de Gaza como represalia a los 1.200 asesinados y casi 300 secuestrados por Hamas el pasado 7 de octubre.
En el contingente no se respira tensión, sino “resignación”, afirma el mando
“Gaza ha cambiado el escenario”, dice el teniente general Agüero