En los últimos tiempos hemos podido ver cómo la identidad cristiana ha sido significativamente perseguida tanto en Europa como en el mundo entero
Nuestra sociedad se ha enfocado en los últimos años en proteger a las así llamadas minorías en peligro de sufrir violencia o exclusión. Esto en principio es positivo, pues resulta difícilmente cuestionable el hecho de defender a quienes no pueden hacerlo. No obstante, este proceso ha tendido a olvidar, injustamente, a aquellos a los que la sociedad más progresista prefiere no tener en cuenta. Esto es el caso de los cristianos, y no sólo en Europa, sino en el mundo entero. Hace poco tiempo se revelaba el informe de Oidac 2025 sobre la persecución de los cristianos en Europa. Al contrario de lo que muchos podrían pensar, los datos son simplemente devastadores. En total, se han registrado 2,211 delitos de odio hacia las comunidades cristianas en el viejo continente durante el año 2024. De estas, los países más afectados no resultan sorprendentes, pues son España, Francia, Alemania y el Reino Unido. De hecho, si bien la mayoría de estos delitos no han sido de sangre, sí que han existido al menos 274 ataques violentos contra personas que mostraban su fe en público o que pertenecían a diferentes denominaciones cristianas. Pese a esto, el informe también recalca que casi el 80% de los delitos no eran denunciados, sobre todo entre sacerdotes y monjas, pues preferían evitar el conflicto y la atención pública.
Ridiculización evidente
Tanto ha sido el revuelo que esto ha generado en las instituciones que más de 30 eurodiputados han exigido a la UE nombrar a un coordinador europeo para perseguir los delitos de odio contra los cristianos. No obstante, la respuesta en general de la sociedad ha sido en el mejor de los casos tibia, aunque perfectamente podríamos decir inexistente. La mayoría de diarios y medios no se han hecho eco del caso y resulta verdaderamente complicado poder informarse del tema sin acudir al informe en sí mismo. Y es que desde hace unos años la identidad cristiana tanto en Europa como en el mundo entero se ha vuelto, parece, un asunto de mofa o algo puramente carca. Son muy habituales las exposiciones artísticas que atentan directamente contra los valores cristianos o la suerte de homilías ateas, como ha definido la prensa a los ejercicios de algunos artistas como Rosalía con su nuevo disco «LUX», en cuya presentación aparecía vestida con un hábito de monja. Volviendo al mismo informe, en España el 67% de los sacerdotes y monjas ha sufrido en el 2024 burlas o ataques verbales por su vocación. De la misma manera, casi el 56% de los encuestados sufría burlas por su fe, sobre todo en redes sociales, donde se habrían generalizado las campañas de odio y ataque. Yendo a cifras más generales y que afectan a las instituciones, el 61% de las personas encuestadas en el informe veía de forma habitual su fe ridiculizada en medios y en programas de televisión. Entre todo el contexto europeo España y su gobierno destacan para mal, y es que RTVE –la corporación estatal de comunicaciones de nuestro país– tiende, según el informe, a describir las agrupaciones o iniciativas religiosas como «peligrosas». Por irnos a un caso algo más internacional –y más grave– un reciente suceso ha ofendido a la práctica totalidad de cristianos del planeta, la legitimación por parte de la izquierda política europea y Donald Trump –aunque resulta sorprendente– del presidente de Siria, el exlíder de Al-qaeda, Ahmed al-Charaa.
Líder que, pese a ahora pasearse entre la élite política, lleva a cabo persecuciones y atentados contra la población cristiana de su país, incluyendo asesinatos y hasta destrucción de iglesias completas. Pese a toda esta evidencia, en la actualidad no existe ninguna propuesta europea para proteger a la población cristiana, ya que buena parte de los gobiernos reniegan explícitamente de esta religión o son directamente opuestos. Y es que cada año se destinan decenas de millones a planes de integración y protección de diferentes minorías por parte tanto de los gobiernos individuales, como de la Unión en su conjunto, mientras que la población cristiana, cada vez más perseguida, es directamente obviada o ridiculizada. De acuerdo con los datos de la UE, se han destinado en el marco del plan de protección de minorías «Justice, Rights and Values Fund», 1500 millones de euros en el período comprendido entre 2021-2026. Frente a esto, se han destinado exactamente cero euros a realizar lo mismo para aquellas personas que han sentido persecución por ser cristianos, ya que no existe ningún plan que conciba siquiera esta posibilidad. Y es que esto no es solo una cuestión de números o presupuestos: es una cuestión de principios. Europa se ha construido sobre valores como la libertad, la tolerancia y la protección de los derechos fundamentales, y el cristianismo ha formado parte esencial e insustituible de su historia, su cultura y su identidad. Ignorar la persecución y el acoso a quienes profesan esta fe supone traicionar esos mismos valores y desconocer un componente central de la herencia europea.
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