Las situaciones excepcionales sacan a la luz lo peor y lo mejor de las personas, y también las virtudes y los fallos de los sistemas. En el caso de las riadas de la Comunidad Valenciana, las virtudes del sistema escasean, mientras que sus fallos se acumulan. El problema con los fallos del sistema es que están a la vista, son palpables y quienes los sufren se quejan. De poco sirve ante la evidencia pretender que todo el mundo en las zonas afectadas y abandonadas adora a Pedro Sánchez, menos unos grupúsculos de fascistas llegados de fuera. Es más, decir eso es una ofensa para las víctimas de la catástrofe que se acumula a su situación y a su abandono. Ya es hora de que el gobierno de España empiece a pensar menos en su imagen y más en las personas afectadas. Haciendo eso además le iría mejor con la imagen.
Entre las muchas cosas merecedoras de análisis y reflexión una no menor que está proliferando de forma preocupante es lo que podríamos denominar como “la incompetencia debida”, una derivada de la famosa “obediencia debida”. El general que manda la UME ofreció ayer un auténtico recital a este respecto, llegando a afirmar que ya puede tener 1.000 soldados a la puerta de una emergencia que dejaría a la población tirada si no recibe la orden de actuar correspondiente por el conducto reglamentario. ¿Puede ser un minuto más este señor el jefe de la UME? Y por otro lado, ¿no es esta mentalidad ridícula uno de los factores que ha incidido en la gravedad de lo ocurrido y sobre todo en la gestión de la post-riada?
Para empezar las declaraciones del general al mando de la UME son una auténtica confesión de parte además de una verdad a medias, de esas que dicen que son peores que las mentiras completas. Lo que está reconociendo el general es que efectivamente ha existido un abandono de la población. Que además pretenda que el abandono de la población por parte del Ejército sea cosa adecuada y justificada, por la «incompetencia debida», no es sino una parte más del delirio en el que vive este señor o el conjunto de la administración. Se trata además de una verdad a medias porque no es cierto que la UME no pueda actuar si no lo autoriza la autoridad local.
Como ya se ha señalado en los días pasados, el gobierno central puede tomar el control en cualquier momento y de forma unilateral. O sea, que si no actuó el Ejército fue porque ni los unos ni los otros tomaron el control. Pero aparte de esto y volviendo al fondo de la cuestión, ¿puede tener un general 1.000 soldados a la puerta de una emergencia y dejar tirada a la gente por la falta de un sello compulsado?
Por otro lado, según se está publicando, resulta que este general de la UME es un recién llegado a la unidad, colocado a su frente por este gobierno tras una serie de decisiones poco habituales. Es decir, esta persona es designada como jefe de la UME sólo 7 meses después de ser ascendido a general y por delante de otros generales de promociones anteriores y con más tiempo en el cargo, todo lo cual ya provocó cierta extrañeza y malestar en el estamento militar en su momento. Si todo eso ya sería llamativo, además se suma el hecho de que el jefe de la UME solía ser un teniente general, detalle que el Consejo de Ministros resolvió a petición de la ministra de Defensa unos meses después, nombrando teniente general al nuevo jefe de la UME a posteriori. Desde luego no pasó desapercibido ni el meteórico ascenso de este militar con este gobierno, ni el hecho de ser al parecer una persona de la absoluta confianza de la ministra de Defensa, confianza que a lo mejor explica el desprecio del escalafón en su nombramiento. El hecho resulta significativo porque nos encontramos ante un gobierno obsesionado por colonizar políticamente todas las instituciones del estado desde RTVE hasta la Fiscalía General del Estado, pasando por el CIS o el Banco de España. ¿Se iba a salvar acaso la UME de esta obsesión? Podría sospecharse a la vista de las declaraciones de su jefe que no ha sido el caso. No quiere esto decir que el jefe de la UME no pueda tener sus méritos objetivos, pero da la impresión de que había muchos otros militares con méritos iguales o superiores, y que la confianza política fue el elemento determinante de sus elección. No puede resultar extraño que se recuerde este hecho después de que la actuación del Ejército se encuentre bajo cuestión, y de que el jefe de la UME acuda al rescate del gobierno en rueda de prensa con más premura y entusiasmo que rescatando a la población.
Hemos salpicado este análisis con informaciones relativas a cómo la sociedad civil y las empresas privadas, ante la escasa e ineficaz movilización de los poderes públicos, se han organizado para atender las emergencias y ayudar a la población. Frente a un estado fallido, ha surgido como ha podido una sociedad civil y un voluntariado eficaz. “Sólo el pueblo salva al pueblo” ha sido uno de los lemas libertarios más repetidos estos días pasados. La cuestión es si la cosa se queda en sólo un lema o si realmente la población cobra conciencia de que efectivamente entregamos sistemáticamente al gobierno una confianza y unos recursos que, cuando llega una crisis, la primera se revela injustificada y los segundos no se ven por ningún lado. Hemos visto policías fuera de servicio de otras comunidades ayudando en su tiempo libre como voluntarios, ya que no se les movilizaba hacia las zonas afectadas cuando estaban
uniformados.
Tal vez por tanto haya que sacar un par de moralejas importantes de todo lo que ha pasado. Primero que tenemos con carácter general expectativas exageradas sobre lo que el gobierno es capaz de hacer por nosotros a cambio de nuestros impuestos, y segundo que tal vez hemos de pasar de una posición sumisa de abandono a hacer lo que nos diga el gobierno, y entregar al gobierno todo lo que nos pida, a una posición de exigencia de resultados a cambio de todo lo que pagamos.
Entre algunas bajezas a las que estamos asistiendo no es menor que algunos de los pseudomedios del gobierno, además de no aportar nada, a lo que se dedican es a señalar y criticar a los que sí están ayudando. Sólo falta que alguien aporte 100 millones de euros para ayudar a las víctimas y encima se le critique. Lo que nos queda por ver es que, viendo la que le ha caído desde algunos medios o algunas formaciones a Amancio Ortega, por donar 100 millones, haya otras personas, fundaciones o empresas que se puedan pensar el prestar o no ayuda, para evitar una campaña contra ellas. Volvemos a lo de la UME, a la incompetencia debida y a que la ayuda tenga que esperar a conseguir una aprobación política e ideológica del gobierno.
Finalmente, llevamos un par de días sin apenas actualizar las cifras de muertos y desaparecidos y sobre todo llevamos un par de días debatiendo los abucheos al presidente del gobierno, como si abuchear al presidente del gobierno por su nefasta gestión hubiera sido más grave que los 200 muertos de la catástrofe.
El colmo del ridículo, para intentar salvar la cara de Pedro Sánchez, es que algunos medios afines al gobierno pretendan que los afectados por la catástrofe les crean antes a ellos que a sus propios ojos. Es posible que haya gente desinformada, pero no será la gente que está sufriendo la catástrofe en primera persona. Un pseudomedio es el que pretende explicar a los afectados de la catástrofe lo que les está sucediendo, en vez de informarse de lo que pasa hablando con los afectados de la catástrofe. Cuando son los afectados por la catástrofe los primeros en criticar la gestión de gobierno, se lo tienen que hacer mirar el gobierno y los pseudomedios a su servicio.
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