Beethoven, Razumovski  y  la Novena. “…humilde  homenaje al genio de Bonn en el bicentenario de su colosal sinfonía.” Jose Manuel Adan

 

En el Parnaso musical  de mis genios  no pueden faltar Bach, Haidyn, Mozart, Beethoven, Händel, Vivaldi, Mahler , Puccini, Verdi, Bellini, y algunos más, pero estos, por favor no me los toquen, no me los bajen de ese Olimpo de los dioses a la vulgaridad de los hombres que habitamos el paneta Tierra. Esos dioses no pueden mezclarse con los llamados hombres. Han nacido en nuestro planeta, pero pronto han ascendido por encima de la vulgaridad y han escalado hacia un cielo que solamente y en algunas épocas del año podemos ver. Ya se encuentran junto a Orión, como  Betelgeuse, hoy contemplo a Beethoven.

Con motivo del doscientos aniversario del estreno de la Novena, que  tiene como base la Oda a la Alegría en su  cuarto movimiento basada en el poema escrito por Friedrich von Schiller en 1785, y que es un monumento musical descomunal  con su magnífica coral que por primera vez  dialogaba con el resto de la sinfonía  del genial sordo, se han escrito libros y libros, entre ellos alguno considerando a mi amigo Ludwig como si fuera un detective famoso   a la búsqueda de  un asesino múltiple en la mansión del conde Razumovski, como si de un vulgar mortal se tratara, ayudado el genio por Antón Schindler, un pasante de abogado y violinista que recogía en sus cuartillas lo que otros decían y se las mostraba al maestro a modo de lazarillo , para que el genio pudiera  conocer , pensar y  discutir  los pensamientos ácidos de otros, frutos  agrios de la Tierra.

Para los no seguidores del magistral sordo les adelanto que el príncipe  Andréi Razumovsky fue el embajador  del zar Alejandro I de Rusia  en la corte de los Habsburgo en Viena, entre 1792 y 1807, uno de los puestos diplomáticos cruciales durante la era napoleónica, siendo el principal negociador durante el Congreso de Viena que restableció la paz en Europa en 1814 y  distribuyó  Europa después de la derrota de Napoleón,  amigo  y uno  de los protectores  de Ludwig, y descubridor  junto al músico de muchos de los enredos que en aquella época rondaban por la imperial Viena. En el Olimpo de músicos geniales creo que sea quien sea la persona, el nivel cultural que tenga y su amor por  la música clásica  siempre aparecerá el mal encarado y gruñón Beethoven, aun cuando no conozca  más sobre el genio que las cuatro notas iniciales de la 5ª Sinfonía o el coro de la  9ª al haber sido popularizada y asumida como himno de la Unión Europea, que acaba de cumplir  200 años. El genio, se la había dedicado al rey de Prusia y  tenía intención de estrenarla en Berlín, los vieneses  para impedirlo, organizaron una suscripción popular. Federico Guillermo III de Prusia con igual mal genio que el sordo, no asistió al estreno.

Como toda obra magistral, no es una obra surgida espontáneamente. Desde que a sus  23 años, conoció la ‘Oda a la alegría’ del poeta alemán Friedrich Schiller,  Beethoven, que había vivido las turbulencias de las guerras napoleónicas en Europa, albergó la idea de ponerle música a esta pieza que habla del deseo de paz entre los pueblos y ensalza los ideales de igualdad y fraternidad, inundado interiormente y apesadumbrado por las barbaridades de la guerra, hizo un   llamamiento  por la utopía de la paz mundial, por un mundo sin guerras ni destrucción.

Nuestro viejo amigo vivió más tiempo en Viena que en su Prusia natal, nacido en Bonn en 1770, Beethoven viajó con 17 años a Viena con el deseo de recibir clases de Wolfgang Amadeus Mozart, pero tuvo que regresar enseguida debido a la muerte de su madre. Cuando cinco años más tarde volvió a la capital imperial, Mozart ya había fallecido. Con 22 años Beethoven se convirtió en alumno de Joseph Haydn y a partir de ese momento permaneció en Viena hasta su muerte en 1827. El músico comenzó a padecer  la sordera  a la edad de 26 años (1797) cuando comenzó a notar que se le escapaban las palabras y frases enteras de las conversaciones en medio de murmullos y zumbidos que resultaban enloquecedores. Durante la progresión de esa enfermedad   compuso  obras como su hermosa sonata Claro de Luna y las Tercera, Cuarta, Quinta y Sexta Sinfonías y  Conciertos para piano, ya que  Beethoven fue un gran concertista de piano. Para sentir su vibración  utilizó un dispositivo en forma de tubo de metal, que colocaba en su piano y mediante el cual podía sentir las vibraciones de la música en su cuerpo. El Concierto  para piano número 5 conocido como “Emperador”  que   data de principios de mayo de 1809, es considerado   la  mejor contribución de Beethoven al género del concierto pianístico; fue dedicado a Rodolfo de Austria, protector y pupilo de Beethoven.  Cuando el ejército de Napoleón sitió  Viena, la familia imperial austriaca y toda la corte, incluyendo el alumno, amigo y benefactor de Beethoven, el archiduque Rodolfo, huyeron   de la ciudad.

Beethoven vivió  gran parte de su estancia en Viena en   la   casa Pasqualati, en  pleno centro de Viena, que    habitó de forma intermitente entre los años 1804 y 1815, en ella  el genio hospedó a Schlindler a modo de secretario, que tenía una admiración ciega por el maestro soportando sus   malos modos y tratos, hasta su despedida por el genio . Schilndler fue testigo de los amoríos  del músico que , aunque muchos nunca llegó al matrimonio, entre ellos el de la condesa Brunsvik, esposa del barón Stackelberg; , el de la joven condesa de 17 años y alumna de piano del maestro  Giulietta Guicciardi ,  Beethoven le dedicó la Sonata Claro de Luna. También tuvo  un romance con la cantante Magdalena Willman que rechazó su propuesta de matrimonio,  o con Maria Therese Malfatti, a quien homenajeó con la Sonata para piano N° 24, conocida erróneamente como “Para Elisa”. También con Bettina Brentano y Amalie Sebald. Schindler  también fue testigo  de sus  decepciones, enfermedades, del progreso de la sordera y de los problemas familiares del maestro con sus hermanos Kaspar y Johann. El compositor trabajó en esa casa en la creación de algunas de sus obras, como Fidelio, su única Ópera.

En Viena enseguida fue protegido por  los nobles, diplomáticos y gente adinerada,  que deseaba tenerlo en sus fiestas , entre los principales ya conocimos al archiduque Rodolfo y encontramos al   príncipe Lobkowitz  más tarde arruinado, y al entonces conde  Razumovski , que fue el más cercano al genio, aun cuando Beethoven no parecía  tener amigos en los que depositar su confianza. El conde  le encargó en 1806  tres cuartetos de cuerdas, que se denominaron desde entonces “cuartetos Razumovsky”, lo que ha dado su nombre a la posteridad,  en dos de los cuartetos Beethoven introdujo temas “rusos” en honor de su protector. El entonces acaudalado  conde y embajador Andrei Razumovski    fue ascendido a príncipe por el zar  tras la derrota de Napoleón en la batalla de Leipzig , el mayor enfrentamiento armado de todas las guerras napoleónicas y la batalla más importante perdida por Napoleón. Razumovski  ordenó construir en Landstrasse, en un alto del Danubio en las afueras de las murallas de la ciudad, una suntuosa embajada de estilo neoclásico invirtiendo en ella una  gran cantidad de su dinero y que colmó de obras de arte antiguas y modernas. Para celebrar la exitosa conclusión del Congreso de Viena, organizó en  la Nochevieja de 1814 un baile con el zar Alejandro I de Rusia como invitado de honor. Sería la  mayor fiesta  jamás ofrecida a un monarca en Viena. Beethoven , aunque fue invitado  no  se conoce a ciencia cierta su asistencia, como tampoco la causa verdadera del tremendo  incendio que esa noche destruyó completamente la mansión del amigo del genio. La hipótesis  que cuenta con más adeptos  señala  que Razumovski, para acomodar a todos sus invitados, había previsto un edificio provisional  cercano al palacio que era  calentado con unas tuberías del edificio principal, a cierta hora de la mañana -después de que todos se habían marchado- se inició un fuego en las tuberías. Rápidamente llegó al piso principal. Razumovski unió fuerzas para apagar el incendio, pero poco pudo hacer. Muchos de las habitaciones del palacio quedaron destruidas, junto con muchas de las esculturas neoclásicas que coleccionaba. En su lucha con el fuego, la vista de Razumovski quedó dañada. Sin embargo, su espíritu fue el que quedó perceptiblemente más quebrado. Lo encontraron a la débil luz del amanecer vagando entre las ruinas de su antes espléndido palacio. Pronto se retiró del cuerpo diplomático ruso.

Razumovski desapareció de la vida del genio, así como  su secretario Schlinder, a quien  despidió “Voy a estar ocupado con una obra que me va a llevar  bastante tiempo, incluso años”. Sus males físicos  le acuciaban y ya en 1823   empezó a acudir ir a Baden, a 30 kilómetros de Viena, con la esperanza de que los baños de azufre del entonces balneario imperial le aliviaran algunas de las dolencias que padecía, como la hidropesía, además de su sordera, allí  compuso gran parte del cuarto movimiento de la Novena y   completó la obra en marzo de 1824 .Tardó más de una década en crear la composición definitiva de la ‘Oda‘ coral de la Novena, aunque la idea de ponerle voces acompañó a Beethoven a lo largo de los 32 años desde su llegada a Viena hasta su  estreno que  sorprendió al presentarla  ya que fue la primera vez que se oían voces en una sinfonía. Nadie hasta ese momento se había atrevido a incluir un coro final en una sinfonía, “los hombres volverán a ser hermanos” repetía una y otra vez el poema de Schiller. Su  estreno mundial fue el  7 de mayo de 1824 en el Theater am Kärntnertor de Viena, el antiguo Teatro de la Corte Imperial,  dirigido por Michael Umlauf y supervisado por el propio Beethoven,  que por entonces estaba ya completamente sordo. Una cantante tuvo que avisar al compositor que se diera la vuelta para responder a los clamorosos aplausos de un auditorio entusiasmado que no podía oír. Fue su última aparición en público.  La Novena ha pasado a la historia como una obra extraordinaria, revolucionaria,  situada desde el primer día en el Olimpo de la música clásica .

Beethoven siempre admiró a Goethe, como el mayor poeta del universo y  a quien  dedicó la  “Obertura de  Egmont”, a su vez el músico  deseaba que el poeta le distinguiera  como otro genio de la música. Al parecer a Goethe, la música no le acariciaba el oído. Finalmente un día supo que el poeta había escrito algo sobre él “Su talento me ha impresionado; desgraciadamente se trata de una personalidad arisca y hostil, que, aunque no se equivoca al decir que el mundo es detestable, no se esfuerza en lo más mínimo por hacerlo más habitable o llevadero, ya sea para sí o para los demás, actitud que es, por otra parte, muy comprensible e incluso digna de compasión, ya que ha perdido casi por completo el sentido del oído y esto, seguramente, le lacera aún más en su naturaleza musical que en la social. Su carácter es lacónico y presumo que con el tiempo será aún más escéptico a causa de sus problemas físicos” .Beethoven se olvidó finalmente del poeta.

Existen dudas de si cuando Beethoven hablaba de “alegría” quería decir “libertad”  ya que el concepto de alegría se le antojaba menos profundo que el de libertad. En 1970 coincidiendo con el bicentenario de su nacimiento, el Comité Permanente de la Asamblea Consultiva del Consejo de Europa aprobó la adopción de la Oda a la Alegría como símbolo oficial de las instituciones comunitarias, ”representativa del genio europeo” en referencia no al compositor sino a una identidad cultural en vías de construcción. Se optó por un himno sin letra en el “lenguaje universal de los instrumentos”, pero supuso un empobrecimiento del contenido estético de la obra original. Por aquél entonces el famoso director Herbert Von Karajan acababa de grabar la integral de las sinfonías del genio dirigiendo la Filarmónica de Berlín y fue designado para adaptar la Novena. Herbert en 1933 se había afiliado al partido nazi, e impuso condiciones” Insistió en la necesidad  de un arreglo específico de la música del genio, lo que no estaba previsto en el proyecto inicial” En realidad no hizo más que cortar y pegar tres fragmentos de la 9ª y retocar algunos detalles, como el tempo, sin ningún aporte creativo, según sus críticos. Una vez concluida la adaptación  se negó a ceder los derechos de la partitura. En esas  condiciones el 5 de Mayo de 1972, se estrenó . El arreglo, de apenas dos minutos, patentado por Herbert, oficialmente como himno supranacional se aprobó en 1985, año  en que España firmó el ingreso en la UE .  En 1989, ya convertido en el himno de Europa, el compositor estadounidense Leonard Bernstein utilizó la letra de Schiller en su doble concierto en  Berlín occidental y oriental, inmediatamente posterior a la caída del muro, sustituyendo la “Alegría” (freude) por “Libertad” (freiheit), titulando la obra: Ode an die Freiheit (Oda a la Libertad). Yo siempre oigo “freude”, pero interpreto “freiheit”.

 El 26 de marzo de 1827,  bajo una tormenta con truenos y centellas que hicieron temblar la casa, el genial coloso, Ludwig Van Beethoven, levantó el brazo derecho con el puño cerrado como si quisiera retrasar la orden del cielo y  se dejó caer en la cama, esa noche entró en coma y así estuvo dos días hasta que  expiró a los 57 años.

Todas estas letras se unen   para dedicar mi humilde  homenaje al genio de Bonn en el bicentenario de su colosal sinfonía.

 

 

 

José Manuel Adán                                         Madrid, 12 de Junio de 2024

Economista e Inspector de Finanzas del Estado

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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