CARTA A LA SEÑORA CALVO: UNA PETICIÓN

Leo por los medios que, una vez más, nos anuncia Vd. la próxima presentación de una nueva Ley, ahora denominada de Memoria Democrática, con la finalidad de desarrollar la vigente y sectaria Ley de Memoria Histórica en la que, además de otras peticiones, reclamará fondos para la localización de fosas, exhumaciones e identificación de ví­ctimas de la guerra civil, la resignificación del Valle de los Caídos y, ¡cómo no!, la ilegalización de la Fundación Nacional Francisco Franco.

Resulta ya surrealista y cansino que se empeñen Vds en avivar el guerracivilismo en lugar de hacer frente a las suficientes desgracias del presente y mirar al futuro por una España más justa y más próspera en lugar de arrinconarse en la máxima orwelliana de que para justificar las mentiras del presente es necesario borrar las verdades del pasado. A nosotros nos repele entrar en este juego por creer que no conduce a nada bueno pero si se empeñan no pararemos en desmontar sus falacias y a contarlo todo. Y francamente creo que la verdad no les conviene para nada.

La historia demuestra que el que siembra vientos recoge tempestades y nosotros no queremos para nada entrar en esa absurda vorágine del ” y tú más”. Conviene que se entere de que desde luego no nos va a mantener con los brazos cruzados. Insisten Vd. y sus colegas comunistas en acusar a los vencedores de la guerra civil de gravísimos delitos basándose en la tan cacareada falsificación de datos tan en boga hoy al respecto. Basta con leer la abundantísima panoplia de estudios serios respecto al número de víctimas de la guerra civil para constatar la mentira que Vd propaga pero intuyo que este es también un vano intento por mi parte. Vd sí lee lo que le conviene.  Por no leer no quiere ni siquiera enterarse de lo que paso en su pueblo, en Cabra, el 7 de noviembre de 1938, cuando la aviación roja bombardeó de forma alevosa e inmisericorde su ciudad ocasionando más de 100 muertos civiles.

¿Por qué no pregunta a sus vecinos?

Vd. insiste en hablar de genocidios y de no sé cuántas cosas más. Honradamente le aseguro que no me gusta hablar de todo esto pero son  Vds. los que se empeñan, seguramente para desviar la atención del presente y que no se hable, por ejemplo, de los 50000 muertos habidos en estos últimos meses, a causa del Covid19, de los que en gran medida son Vds responsables por su manifiesta incompetencia, pero mire Sra. Calvo ya va siendo hora de recordarles lo que no quieren oír. Hablan Vds. de genocidios. Pues bien, aquí­ va uno de entre los muchos otros posibles. Podría hablarle de las checas de Madrid, Barcelona o Valencia, podría relatarle los asesinatos miserables de Paracuellos del Jarama o del túnel de Usera o del  fuerte de la Mola o del exterminio de religiosos y seglares católicos pero voy a contarle algo que a lo mejor desconoce respecto a lo que sucedió con la oficialidad de la Armada en Cartagena en julio y agosto de 1936; y de aquí­ vendrá más tarde el ruego que le menciono en el título de esta carta.

Mire, Sra Calvo, fracasado el Alzamiento en la base principal de Cartagena, en julio de 1936, la mayoría de los jefes y oficiales afectos al movimiento fueron detenidos y apresados en diferentes buques de la flota. Como consecuencia de los consecuentes motines provocados por los comités revolucionarios, y a pesar de la actitud de estos, todo apuntaba a que serían sometidos a los procesos judiciales sumarísimos que hubieran sido procedentes. Desafortunadamente para los detenidos la justicia en la Armada republicana se aplicó por la vía del desacato criminal y en ningún caso por los cauces señalados por las leyes. Ya a últimos de julio de 1936 los dirigentes de los comités reconocidos por el Gobierno de la República maquinaron el modo de atribuirse el derecho a imponer por sí­ mismos la justicia revolucionaria; de hecho los comités en los buques no estuvieron en ningún momento dispuestos a someterse a norma legal alguna y así­ comenzó una cadena de terribles asesinatos a bordo de los buques de la Flota. Incluso, en el propio Arsenal de Cartagena fue el propio mando autoasumido de la misma quien dio la conformidad a los elementos de la Guardia Roja del Jaime I para asesinar a los presos encerrados en ese buque. Así­, sin más.

Sin atisbo de legalidad ni garantía procesal alguna comenzó una matanza sangrienta al más puro estilo soviético en los buques Libertad, Jaime I, España n.3 y en el Rio Sil. En los buques se procedió a maniatar de dos en dos a los oficiales con lastre a los pies y lanzados al agua vivos en muchos casos. Otros tuvieron más suerte y antes les propinaron un tiro en la nuca. La crueldad que allí se dio fue espeluznante.

En el antiguo Servicio Histórico de la Armada nacional y en el de la propia roja constan los documentos que acreditan históricamente cuanto le digo. Y de forma muy minuciosa, se lo aseguro. Lea, lea.

Sra. Calvo, ni en los cinco años en los que me formé en la Escuela Naval Militar, ni siquiera en los 40 años después en que permanecí en las filas de la  Armada, recibí­ ningún tipo de incitación al odio por estos hechos. No se olvidaba, pero el perdón se impuso; incluso, sepa Vd. que los hijos de los pocos oficiales que por no haberse sumado al Alzamiento fueron fusilados por los nacionales fueron acogidos en el Colegio de Huérfanos de la Armada y después en la propia Escuela Naval Militar llegando alguno a alcanzar el empleo de Almirante en la Armada actual. La Armada española demostró una grandeza que a Vd. le es ajena por completo. ¿Sabe Vd, Sra Calvo, que aún hoy esos salvajes asesinatos son desconocidos por la joven oficialidad de hoy?

Sra. Calvo, habla Vd. de buscar cadáveres en las cunetas – no me canso de decir que yo no me opongo a esto. Todo el mundo tiene derecho a dar digna sepultura a sus deudos – pero a su intención le ruego que proponga también  que se busquen los restos de los 359 jefes y oficiales de la Armada cuyos cuerpos fueron asesinados sin juicio alguno y  arrojados al mar de la forma más vil que se pueda uno imaginar. Y esta desagradable tarea pudiera ser incluso fácil ya que se sabe exactamente donde fueron asesinados toda vez que iban atados de dos en dos y con lastre en los pies. Seguro que se pueden encontrar. Habla Vd de localización de fosas, exhumaciones e identificaciones. ¡Pues venga! Y si como consecuencia del paso del tiempo no fuera factible erijan un monumento marino allí mismo como recuerdo de unos jóvenes a los que se torturó y asesinó con una saña y odio que ni los animales más salvajes puedan imaginar. Hablan Vds de cunetas pues ¡venga! Vamos a hablar de todas.

Sra Calvo, se lo repetiré por enésima vez: dejen en paz a los muertos y no sigan por este camino de miseria y odio. No hacen Vds ningún bien a los españoles. Todo lo contrario: nos dividen y enfrentan innecesariamente. Claro que tengo la impresión de que es precisamente lo que andan buscando en aras de sus objetivos políticos. Vieja táctica marxista.

Y respecto a sus intenciones manifiestas de ilegalizar la FNFF tengo curiosidad por ver como lo plantean sin vulnerar flagrantemente la propia Constitución española obviando sus artículos 14, 16, 20 y 34. Tal vez es que Vd sólo reconoce la libertad ideológica, de pensamiento o de expresión a los que piensan como Vd y se la niega a los que difieren de la suya. Seguramente este es el problema. Sólo espero que en el Parlamento no concuerden con su idea sectaria/excluyente y que sus anhelos queden en tan sólo una mera intención. Y digo esto porque lo que está en juego no es la ilegalización de la Fundación o no sino la  de la defensa de la libertad. Así quizás sí­ lo entiendan.

La FNFF es una Fundación que tiene como fines la dedicación al estudio y  al conocimiento de una época de España en la que la justicia social era el norte de sus gobernantes, la de un Estado que transformó España hasta convertirla en la octava potencia industrial del mundo habiendo partido desde la miseria en la que se encontraba en 1939. Es un asunto de interés general para todos los españoles a los que alguien les debe decir la verdad  de nuestra historia reciente. Esa que Vds están borrando y comoquiera que hoy en España es sólo esta Fundación la que en los medios y tribunales les planta cara comprendo su inquina personal, aunque, también, el anhelo de su ilegalización se deba al autorreconocimiento de su incompetencia y manifiesta incapacidad para dar a nuestro pueblo la prosperidad que aquel Régimen le proporcionó.  Lo están demostrando día a día y como al final la verdad siempre prevalece lamento decirle que la Historia pondrá a cada uno en su sitio y el suyo no es más que el que corresponde  a los paladines del odio, el sectarismo y la miseria humana.  Al tiempo.

Juan Chicharro Ortega