Defensa

«España trabaja y España descansa porque sabe que sus soldados están ahí para servirla»
«Si el nombramiento de Borrell es un acierto, hay que acompañarlo con la designación de un ministro de Defensa digno de su cargo»

En el Gobierno hay tres carteras institucionales que sobrevuelan enconos y partidismos. Defensa, Interior y Exteriores. Parece que Borrell, político experimentado, ha aceptado Asuntos Exteriores. El Ministerio del Interior va a caer en manos de esa maldad silbante y pérfida que se mueve en la piel de Margarita Robles, que dejó un recuerdo en Interior que supera la pesadilla. Y falta Defensa, siempre maltratada por los presupuestos. Los militares españoles, con su disciplina, vocación y ejemplaridad han suplido con creces la falta de medios. En julio, y ya se ha anunciado, el presidente de los Estados Unidos va a reclamar al presidente del Gobierno de España más gasto en Defensa. Mandar a los militares es tarea sencilla. Acatan las órdenes, y si las discuten, lo hacen en privado. Servicio a España, honor y decencia.

RAÚL

He repasado lo que podría denominarse «Relación de Socialistas Ilustres» dignos de ser ministros de Defensa. Y los hay. Al menos, uno. Me refiero a Alfredo Pérez de Rubalcaba, que reúne en su persona la inteligencia, la experiencia, el concepto de España y una gran habilidad negociadora. El Ministerio de Defensa no puede estar en manos de generales traidores o rubias explosivas que abandonaron la milicia con el empleo de teniente coronel. Un teniente coronel no está capacitado para mandar a un teniente general. Se sale de la norma, de la lógica y de la tradición militar. Quiebra la jerarquía, y la milicia es jerárquica en todas las naciones, libres u oprimidas.

España trabaja y España descansa porque sabe que sus soldados están ahí para servirla. Hay mucha diferencia entre mandar a funcionarios o a militares. Un militar justamente tratado obedece la orden recibida de un superior porque así lo aprendió desde la Academia. A nadie le obligan ingresar en las Fuerzas Armadas. Se trata de una vocación de servicio y cumplimiento extremo del deber. Honor y sacrificio. Renuncia a la riqueza personal. Y la responsabilidad del mando sobre los militares tiene que recaer en un político con experiencia y sentido de lo que significa España. Aquí no valen experimentos originales, graciosos o frívolos. Si Sánchez apura los plazos de su obsesivo placer, los ministros lo serán no más de quince meses, siempre que en esos quince meses España no se destruya. Rubalcaba está en condiciones físicas e intelectuales para poner el broche de oro a su carrera política. Entre los militares aún se recuerda con gratitud, respeto y afecto a un gran ministro de Defensa socialista, Julián García Vargas, que también podría ser reclamado para repetir la experiencia.

Nuestros soldados están desplegados en muchos frentes por el mundo. A pesar de las limitaciones presupuestarias, el prestigio de las Fuerzas Armadas españolas se reconoce con unanimidad por los ejércitos aliados. El deshonor no puede mandar al honor. Los militares españoles aceptarán a quien el presidente del Gobierno decida que ocupe la cartera de Defensa. Pero merecen la cortesía de un nombramiento acertado. La defensa de España no es una broma ni una serie de televisión. Es el fundamento básico de nuestra libertad. El próximo ministro de Defensa –y creo que es de justicia despedir con honores a María Dolores de Cospedal–, tendrá que enfrentarse al problema presupuestario y a la modernización del material de nuestras Fuerzas Armadas. La guerra cibernética ya ha sido declarada por los enemigos de la libertad. Los españoles, incluidos los más antimilitaristas desde su elementalidad adoctrinada, salen a la calle, viven en paz y duermen sin sobresaltos gracias a los militares que velan por nuestra convivencia y defienden nuestras vidas y nuestros derechos. Si el nombramiento de Borrell es un acierto, hay que acompañarlo con la designación de un ministro de Defensa digno de su cargo.

Expectantes.

  • 6 jun. 2018   La Razón   Alfonso Ussía