Los lectores tienen razón, y exponer con frecuencia en mis escritos que Yolanda Díaz es tonta puede provocar reacciones en la Fiscalía y mandarme un día a los guardias. Es por ello que lo escribo por última vez
Barullo, tortas, puñetazos, y los municipales que se llevan al señor Jengibre detenido. Al día siguiente, vista ante el juez de paz. Su señoría busca la reconciliación.
–Señor Jengibre, ¿reconoce haber llamado a la señora Puchardes «hipopótamo»?
–Lo reconozco, señoría.
–¿Se arrepiente de ello?
–Estaba un poco bebido, y sí, me arrepiento de ello.
–¿Está dispuesto a disculparse?
–Lo estoy, señoría, y le pido perdón.
–Señora Puchardes, ¿acepta las disculpas del señor Jengibre?
–Aunque me sentí humillada, las acepto.
–¿Solicita alguna forma de sanción para el señor Jengibre?
–Me basta y sobra con su reconocimiento de la falta y su petición de perdón.
–¿Le perdona?
–Le perdono.
–Así me gusta –comentó el juez de paz–. En cinco minutos estará el acta a su disposición para que la firmen.
Firmada el acta, y cuando abandonaban la sala, inesperadamente, el señor Jengibre se volteó y dirigiéndose al juez le preguntó.
–Señoría, ¿a los hipopótamos se les puede llamar «señoras»?
El juez no supo responder.
–Pues a sus pies, señora. Buenos días.
Gol en el último segundo.
Aunque nada tenga de ejemplar, en el caso que me ocupa y preocupa, voy a seguir las enseñanzas del grosero y listo señor Jengibre.
Interviene el Fiscal.
¿Se arrepiente de haber llamado la señora vicepresidente del Gobierno 689 veces «tonta»?
–Me arrepiento.
–¿Acepta las disculpas, doña Yolanda?.
–En beneficio de la paz cósmica, las acepto.
–Firmen el acta.
-Señoría, ¿a las tontas se les puede llamar «preciosidad»?
–No hay delito en ello.
–Pues… buenos días, preciosidad.