FIN DE UN AÑO: ¿FELIZ?

 Rafael Dávila Álvarez. General de División (R.) 

El Rey se dirige a los españoles el 3 de octubre de 2017. Sus palabras siguen de actualidad.

No podemos terminar el año sin dar las gracias a nuestros lectores. Gracias por mantener vivo el pensamiento y la permanente, obligada, lucha por defender unos principios en los que creemos y por los que, con ustedes, seguimos dispuestos a vivir o morir. Gracias, lectores y amigos.

Una vez dadas las gracias, desde el corazón y desearles lo mejor para el 2019, conviene que nos pongamos sin pausa, con marcha legionaria, al arduo trabajo que nos espera a todos, si es que queremos que esto no se nos vaya de las manos. Incluso puede que ya se nos haya ido.

No nos rindamos. Aquí el valor sigue siendo importante y no se reconoce ni aún laureado; solo cuando se ha muerto en la lucha sin desfallecer ni un momento.

Les adelantamos que con el afán de aumentar el fuego amigo, llegar más lejos y más fuerte, durante este próximo año, les ofreceremos novedades en el blog.

Si les soy sincero, esto del fin de año no nos merece interés alguno que no sea el del calendario. Un año más, o menos. La vida. Inexorable paso del tiempo, inevitable por tanto; asumible movimiento de desgaste.

Cuando se cumplen años hay tiempo para todo menos para perderlo. Pongámonos en marcha. Cualquier cosa puede pasar si se sienta uno a esperar, creo que dijo Bernard Shaw. Hoy, finales del año 2018, prefiero el benedictino ora et labora.

<<La verdad puede provocar dolor, puede llevar a la desesperación. Pero puede satisfacernos profundamente –solo mediante el ser verdad, independientemente de su contenido- pues la verdad existe. La verdad alienta; una vez que se ha comprendido, surge el impulso de seguirla irremisiblemente>> (Karl Jaspers).

Vamos a por la verdad: sin nación, sin concepto de nación, el Estado es falso y frágil. Ese es el estado actual de la Nación española. Conviene terminar el año y empezar el siguiente sin perder de vista la situación.

Dos palabras, no las olviden: falso y frágil.

Repito que el fin de un año es simplemente el paso del tiempo, el calendario que nos avisa, que nos movemos cada vez más deprisa.

Desearía que fuese el fin, pero no del año, sino de otras cosas.

El fin de la locura catalana. ¡Basta!, dijeran todos solidarios españoles. ¡Fuera!, y se cumpliese la sentencia, la imposición de la pena que corresponda a los traidores.

Desearía que fuese el fin de la crispación que ha traído el Partido Socialista que con la llegada de Zapatero convulsionó la convivencia que avanza peligrosamente cada día, cada hora, cada minuto. Con su amenazante repuesto.

Desearía el fin de lo inexplicable, el abandono, la entrega sin lucha, de un presidente como Rajoy escenificando la vergonzosa derrota, que aún nadie ha explicado, viendo su final en la tele de un restaurante.

Desearía el fin de la vanidad y la soberbia en La Moncloa, de un presidente desnortado, que pone en riesgo a la Nación y a los españoles, que no sabe lo que hace y hace lo que no debe.

Quisiera que celebrásemos el fin de la discordia, del enfrentamiento y la desconfianza en la que nos hemos asentado.

Nos decía el Rey la Nochebuena: <<Ahora debemos valorar con orgullo lo que somos, lo que hemos hecho y confiar en lo que podemos hacer entre todos, alejando el desencanto o el pesimismo. Debemos ser conscientes de la nueva realidad que nos impone el siglo XXI y ser capaces de alcanzar consensos cívicos y sociales que aseguren el gran proyecto de modernización de España>>.

Es hacia el optimismo el camino. Sin duda. Pero ora et labora. Los obstáculos son muchos y están entre nosotros. El enemigo está dentro y el optimismo cabalga con un pesado lastre.

Cuando ya cae el 2018 resuenan en mi memoria las palabras del Rey el 3 de octubre de 2017. Son bandera y lo serán mientras estén en vigor. Y lo están.

<<Desde hace ya tiempo, determinadas autoridades de Cataluña, de una manera reiterada, consciente y deliberada, han venido incumpliendo la Constitución y su Estatuto de Autonomía, que es la Ley que reconoce, protege y ampara sus instituciones históricas y su autogobierno. Con sus decisiones han vulnerado de manera sistemática las normas aprobadas legal y legítimamente, demostrando una deslealtad inadmisible hacia los poderes del Estado. Un Estado al que, precisamente, esas autoridades representan en Cataluña.

Han quebrantado los principios democráticos de todo Estado de Derecho y han socavado la armonía y la convivencia en la propia sociedad catalana, llegando ─desgraciadamente─ a dividirla. Hoy la sociedad catalana está fracturada y enfrentada>>.

No las olvidemos y los que tienen que cumplir y hace cumplir la Ley que se pongan en marcha.

El fin del año 2018 no da para más.

Sin nación, sin concepto de nación, el Estado es falso y frágil.

Falso y frágil. Falso y frágil… Falso y frágil…

Pero la verdad alienta; una vez que se ha comprendido, surge el impulso de seguirla irremisiblemente. Pongámonos en marcha ya que los que deben hacerlo no se mueven.

Feliz Año 2019.

Rafael Dávila Álvarez. General de División (R.)