JUAN JOSÉ OTIÑANO, Coronel, r responsable de la logística española en Bosnia en 1993
«Hay muchos rescoldos sin apagar»
Coronel en la reserva, sirvió en Bosnia un año antes del fin de la guerra como responsable de logística de las Fuerzas españolas También participó en las relaciones con las autoridades civiles y militares bosnias y croatas Rememora la primera ocasión en la que España participó en una operación de mantenimiento de la paz con sus efectivos integrados en los cuarteles generales de la ONU Dice que ve a Ucrania como «un campo de experimento»
VIRGINIA HERNÁNDEZ MADRID
El coronel en la reserva Juan José Otiñano pasó siete meses y medio en Bosnia entre 1993 y 1994 como parte de las fuerzas españolas integradas en la misión de pacificación de la ONU. Paracaidista de la BRIPAC, se responsabilizó de los destacamentos logísticos españoles y participó en las relaciones con las autoridades de Bosnia y Croacia.
Pregunta. ¿Cómo recuerda aquellos días cuando se supo que habría paz?
Respuesta. Apasionantes e instructivos desde el punto de vista profesional y muy tristes y duros desde el punto de vista personal y familiar. Se perdieron muchas vidas. Y ver las caras de la gente impertérritas, no tenían ningún sentimiento, cómo les sacábamos desde los hospitales o sitios subterráneos o incluso los trasladábamos de un lado a otro en camiones… ver su sufrimiento ahí… todo eso te produce una tristeza muy grande. También era la primera vez que estaba tantos meses fuera de casa y mis hijos eran pequeños. Cuando volví de la operación me llamaron del colegio de mi hijo Javier, que tenía tres añitos, para enseñarme el dibujo que había hecho de su familia: su madre, su hermana y un avión, que era yo, que era paracaidista.
P. ¿Cree que el fruto de los Acuerdos de Dayton fue un Estado fallido?
R. Yo no diría que dieran un Estado fallido, sino más bien dos entidades que se han convertido de facto en sendos estados, al no aceptar una de ellas, la República Srpska, ser tutelada por un alto representante y buscar el ancestral deseo de formar parte de la Gran Serbia.
P. ¿Cuáles son las herencias que han quedado de aquellas guerras?
R. Son muchos los rescoldos ancestrales que no han sido apagados en aquella zona conocida como el Gran Avispero: fuertes sentimientos nacionalistas desintegradores, dispersión étnica, diferencias religiosas, la falta de fraternidad entre las etnias y la corrupción institucional.
P. Fue finalmente EEUU el que consiguió que se firmara la paz. ¿Se repitió la historia de otras veces?
R. La decepción de los mediadores internacionales empeñados en encontrar una solución política negociada a través de interminables conferencias y acuerdos de paz no cuajados, así como el fracaso global de la UNPROFOR, sólo dejaba paso a imponer por la fuerza un acuerdo de paz. Y, en ese momento, EEUU era el miembro permanente del Consejo de Seguridad con más fuerza para lograrlo, con la aquiescencia de los otros cuatro miembros permanentes, bien por querer salir del atolladero yugoslavo (Francia y Reino Unido), bien porque sus cortapisas les estaban llevando a un camino sin retorno (Rusia y China). Me gustaría recordar que antes de Dayton, el 23 de febrero de 1994, en la zona de Mostar donde estábamos desplegados, se consiguió la firma del alto el fuego entre bosniocroatas y bosniomusulmanes. Un hecho relevante.
P. ¿Cómo fue aquella misión?
R. Era la primera vez que participábamos en una operación de mantenimiento de la paz integrados en la ONU, por la que desconocíamos los procedimientos. No se dispuso inicialmente de suficientes planos topográficos, ni de teléfonos móviles, ni existía el GPS. Para garantizar el enlace con el territorio nacional se utilizaron medios civiles como la maleta Inmarsat y, más tarde, los satélites Hispasat. Tampoco se podía atender a los heridos a través de un servicio de telemedicina; la primera comunicación entre el Gómez Ulla y el centro médico del destacamento de Mostar fue en 1996. Al principio, las condiciones en los destacamentos principales, Dracevo y Jablanica, eran duras. En el primero, dormían nueve personas sobre literas de lona en contenedores de 20 pies, y en el segundo, se dormía en refugios subterráneos en un campo de fútbol, por los proyectiles de artillería y los morteros. Se escoltaban convoyes de ayuda humanitaria, se verificaba el inexistente alto el fuego, se intentaba negociar con las partes, se proporcionaba ayuda a la población civil y muchos días se recibía fuego de francotiradores. Tras el alto el fuego, se desminaron los parques y plazas, las casas y carreteras. Veintidós soldados españoles y un traductor murieron. En su recuerdo, los mostaríes sufragaron un monumento en la que llamaron «Plaza de España».
P. ¿Qué enseñanzas se llevó?
R. La importancia de tener unas Fuerzas Armadas perfectamente equipadas e instruidas. El ADN del soldado español es en sí su mayor fortaleza. El poder de la palabra sobre la fuerza letal. Al tener unas reglas operativas de enfrentamiento muy restrictivas, aprendimos a negociar y utilizamos la imaginación, la diplomacia, el rigor, la severidad, la flexibilidad y el sentido común como principales armas de combate. Aprendí a valorar lo mucho que puede decirse con un simple abrazo silencioso y duradero entre personas que se reencuentran bajo el abrigo de una tienda modular española. Comprobé que el éxito o el fracaso de una guerra dependerá siempre de la logística y, por tanto, que los hombres y mujeres que forman estas unidades son héroes anónimos. Allí descubrí lo gratificante que es hacerlo.
P. ¿Qué es lo que le atrapó de aquella región para haber seguido investigando sobre ella?
R. Fundamentalmente, su gente, sus costumbres, su historia. Hablando con ellos, no comprendía por qué se estaban matando entre ellos, ellos tampoco. Debía investigarlo y ello me llevó a coescribir un libro, Los conflictos de los Balcanes, junto con el catedrático de Relaciones Internacionales de la Universidad de León Romualdo Bermejo.
P. ¿Qué herida quedó abierta en Europa y qué consecuencias tiene?
R. Fue la primera vez que Europa intentó liderar internacionalmente un conflicto y fracasó. Hoy en día, Europa parece que sigue sin encontrar los mecanismos que le permitan asumir ese liderazgo.
P. ¿Se podría hacer un paralelismo entre aquellas guerras y la guerra en Ucrania y las amenazas híbridas de Rusia al resto del continente?
R. Para muchos analistas existe un paralelismo entre las guerras de los Balcanes, después de Dayton (rebelión étnica albanesa), y la guerra actual de Ucrania. La razón fundamental que esgrimen es que sigue siendo un juego de poderes entre Estados Unidos y Rusia. En cuanto a las amenazas híbridas de Rusia al resto del continente, no es nada nuevo. La diferencia estriba en que la tecnología y los procedimientos utilizados son más sofisticados y diferentes que antaño. Ucrania, para mí, es un campo de experimentación de nuevas tecnologías, armamento y procedimientos en el que sacarán conclusiones para un futuro conflicto mundial tanto Rusia como Estados Unidos y sus aliados. Como lo fue España antes de la Segunda Guerra Mundial.
