Un documental relata la obsesión de Rabat con Ceuta y Melilla y los peligros que evitó la recuperación de Perejil. “Si hubiésemos mostrado debilidad, Marruecos hubiese podido equivocarse más”
El primer golpe ya explica muchas cosas. Aznar cuenta a su interlocutor cómo, tras una primera visita a Marruecos llena de amabilidades, apenas había empezado la segunda cuando el Rey Hassan II le espetó: «Todavía no voy a declarar la guerra a España por Ceuta y Melilla». «Hace bien», le respondió el entonces presidente del Gobierno, «porque nosotros haríamos lo posible y estoy seguro de que la ganaríamos». De un modo así de impactante y esclarecedor empieza la serie de tres capítulos dirigida por Tian Riba, La Guerra que nunca fue (Movistar, en colaboración con El Terrat) en la que, con la guía de más de cuarenta testimonios, se explica la invasión de Perejil, una disputa entre Marruecos y España por una roca de 0,14 kilómetros cuadrados ubicados a 200 metros de la costa marroquí y a seis kilómetros de Ceuta. En 2002, lo ocurrido en aquellos nueve días de julio, un enfrentamiento por un peñoncillo enano, despertó incomprensiones, controversias y hasta burlas. Sin embargo, lo que revela el documental es que estuvimos cerca de un conflicto bélico que hubiera sumido en una profunda crisis a la región porque lo que en realidad se dirimía era el alcance de la soberanía de los dos países en liza y porque subyacían importantes intereses geoestratégicos. España ganó un conflicto instigado por Francia y en el que EEUU llegó a facilitar al monarca alahuí información estratégica que perjudicaba a los españoles.
El director Tian Riba cuenta a Crónica que a él se le quedó en su lista de anécdotas subconscientes aquella noche de julio en la que el periódico en el que trabajaba dedicó apenas un breve al enfado del presidente Aznar por el hecho de que seis soldados marroquíes hubieran plantado su bandera en un lugar en el que sólo vivían seis cabras. Años más tarde, el interés por saber lo que había detrás lo desencadenó la historia relatada también en Movistar en la que se explicaban los entresijos tras la bomba norteamericana caída en Palomares, que quedó reducido en la memoria popular a la inmersión de Fraga en la playa en bañador Meyba.
«Hay anécdotas que, en cuanto rascas un poco, te muestran un historión. Y este es el caso. Esta historia acaba revelándote cómo funcionaba y funciona la Unión Europea, cómo funcionaba y funciona la OTAN y cómo se desarrollan las relaciones de Francia y Marruecos con EEUU; cómo de buena es la diplomacia marroquí que tiene toda la paciencia del mundo para conseguir sus objetivos. De hecho, hay una frase empleada por un periodista en el documental que la define perfectamente: ‘Vosotros tenéis el Rolex, nosotros tenemos el tiempo’, suelen recordar los representantes marroquíes. Y, además, retrata a los protagonistas: cómo era Aznar como político, con unas ideas muy contundentes sobre la posición que España debía tener en el mundo, que llevó hasta las últimas consecuencias».
El que director del CNI en aquel momento, Jorge Dezcallar, recuerda a Crónica que todo comenzó con una tontería aparente. El hecho de que el rey de Marruecos, ya Mohamed VI, se cruzase cuando iba con su yate con una corbeta española en la zona de los peñones y lo tomase como una provocación. «Puede entenderse que le incomode cruzarse con una bandera española pero los peñones se hicieron en la época de Felipe II, para evitar que Turquía tuviera bases militares en esas zonas, y se ocupan por esa razón», explica.
De modo que, según se cuenta en el documental, el rey alauí ofendido, asesorado por quienes le aseguran que Perejil es tierra de nadie, ordena personalmente, sin el conocimiento de su Gobierno ni de sus servicios secretos, que seis soldados tomen la isla. Según se explica, en esto fue instigado por Francia, cuyo presidente, Jaques Chirac, debía favores al padre del monarca por haberle puesto en contacto con los líderes de los países árabes. Y, además, quería impedir la buena relación de España con EEUU. Se ve cómo Chirac llegó a pedirle directamente a Aznar que España devolviera Ceuta y Melilla a Marruecos. Y se explica que entre el comentario de Hassan II y el de Chirac, el presidente español considerase que con el desembarco en aquella roca se estaba poniendo a prueba la soberanía española.
«Había que hacerlo porque si nosotros hubiéramos tenido una muestra de debilidad, había otros moviendo la cuchara por ahí que hubieran podido inducir a Marruecos a equivocarse mucho más gravemente», señala Dezcallar. El caso es que, tras el fracaso de los contactos diplomáticos, se desplegaron tres helicópteros, tres fragatas y varias patrulleras por el estrecho y se emprendió una operación que nadie sabía dónde iba a llevar ni cuál iba a ser la respuesta de Marruecos. Ni qué hubiera ocurrido si hubiera habido algún muerto.
Hay muchas anécdotas en el documental que se desconocían, como que el viento hizo zozobrar peligrosamente un helicóptero o que uno de los militares marroquíes amagó con disparar. Y asuntos serios como que la embajada norteamericana avisó a los magrebíes de que España estaba preparando algo apenas avistó a uno de los helicópteros al inicio de la operación. Y que fue Colin Powell quien obligó finalmente a los marroquíes a asumir todo lo que los españoles exigieron para recuperar el status quo anterior a la invasión. En el documental interviene hasta uno de los militares marroquíes detenidos, que culpa a los españoles de la muerte prematura de la señora cabrera tras conocer que la legión se había comido uno de sus animales.
Es costumbre de Marruecos atacar cuando España muestra debilidad. Ocurrió con la convocatoria de la Marcha Verde, se recurrió al tanteo con el Gobierno de Aznar y es posible que Pegasus haya sido la prueba de fuego de Sánchez. Dezcallar hace notar dos cosas: que «quien piense que Marruecos va a renunciar a Ceuta y Melilla ha de hacérselo mirar» y que los cambios de la postura exterior española, ahora «fuera del paraguas de la ONU», han de ser explicados y «debilitan al país».
Se trata de un recorrido histórico muy interesante. Repleto de datos serios y anécdotas. Y hasta se revela que lo de el ministro Federico Trillo pudo ser peor. ¿Se imaginan que hubiera comparecido en el Congreso relatando: «Al orto, con fuerte viento de Levante…».
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