La seguridad y la defensa atraviesan ahora toda la agenda, los planes presupuestarios y los debates en Bruselas
El proyecto europeo, que se fundó en la segunda mitad de un turbulento siglo XX para garantizar la paz en el continente, se prepara para la guerra en el explosivo primer cuarto del XXI. La seguridad y la defensa, conceptos que parecían vacíos de contenido en la política comunitaria de las últimas décadas, atraviesan ahora toda la agenda, las políticas, los planes presupuestarios y los debates en Bruselas. La transformación del orden mundial impulsa el empeño de flexibilizar, agilizar y simplificar la pesada maquinaria europea. La preparación ante los desafíos geoestratégicos a los que se enfrenta Europa está siendo frenética en la capital europea. “Si Europa quiere evitar la guerra, debe prepararse para ella”, dijo la presidenta de la Comisión Europea el martes en Copenhague.
“La era de los dividendos de la paz ha quedado atrás”, insistió Ursula von der Leyen. Con el presupuesto que ha servido para construir cientos de miles de kilómetros de carreteras en Europa se pagarán obras para que aguanten el paso de tanques y otros vehículos militares. Es el signo de los tiempos. “Examinaremos todas nuestras políticas desde el punto de vista de la seguridad. Planificaremos escenarios que esperamos que nunca se produzcan, pero no podemos correr el riesgo de estar mal preparados”, advirtió la jefa del Ejecutivo comunitario cuando expuso sus orientaciones políticas para este mandato ante el Parlamento Europeo. “Los riesgos son reales, las responsabilidades serias”, enfatizó. Desde entonces, todo se ha precipitado todavía más.
La sensación de emergencia es permanente desde hace meses. El regreso de Donald Trump a la Casa Blanca, con decisiones impulsivas y un serio desapego hacia las relaciones trasatlánticas, ha disparado aún más la incertidumbre. La Unión Europea busca garantizarse un sitio y asegurar su autonomía en un nuevo orden mundial en plena redefinición. “A no ser que demos forma a este orden —tanto en nuestra región como más allá— seremos receptores pasivos de este periodo de competición entre Estados, con todas las consecuencias negativas que podrían derivarse, incluyendo la posibilidad real de una guerra a gran escala. La historia no nos perdonará si no actuamos”, advierte el libro blanco sobre la defensa europea, que se presentó el miércoles en Bruselas.
En la capital europea hay quien dice que parece que la Comisión se ha transformado en un Ministerio de Defensa. La geopolítica y la seguridad lo impregnan todo, como ha comprobado un grupo de periodistas de diarios españoles, entre ellos EL PAÍS, invitados por la Comisión a un viaje de estudio esta semana. Recuerda a crisis como la de la pandemia de la covid-19, pero la defensa y la seguridad tienen vocación de permanecer. No solo ante los peligros militares. La UE quiere también seguridad económica, climática, energética.
La agenda de estos días es elocuente: el libro blanco que define las amenazas a las que se enfrenta la UE, complementa ReARM Europe (rearmar Europa), el plan más ambicioso hasta ahora para reforzar los ejércitos europeos y la industria de la defensa, presentado hace dos semanas. La semana se cierra con la reunión del Consejo Europeo, con el apoyo a Ucrania y la defensa europea como puntos fuertes en la agenda.
Rusia como amenaza
El libro blanco es un llamamiento a la acción urgente: “El resto del mundo está inmerso en una carrera hacia la modernización militar y la ventaja tecnológica y económica. Esta carrera se está intensificando, y Europa aún tiene que dar una respuesta totalmente coherente para hacer frente a la gravedad del momento actual”. Rusia es la mayor amenaza para la Unión y la guerra de Ucrania determinará el futuro de Europa, añade. China, el segundo mayor inversor en defensa del mundo y socio comercial de la UE, preocupa por su capacidad de desestabilización y sus ambiciones con Taiwán. Las tensiones en Oriente Próximo no solo inquietan desde el punto de vista de seguridad, sino también económico.
En el catálogo de peligros que acechan a la UE, están también las amenazas híbridas como los ciberataques, los actos de sabotaje o las campañas de desinformación. Europa debe tener en cuenta, además, que sus competidores hacen grandes inversiones en tecnologías críticas para el crecimiento económico y militar, como la inteligencia artificial, la robótica, la cuántica, la biotecnología o la hipersónica. Los ejércitos europeos necesitan más sistemas de defensa antiaérea, de artillería, munición y misiles y drones. En el ámbito cíber y electrónico, y también en el espacio. La movilidad militar y el refuerzo de las fronteras exteriores son prioritarios ante los peores escenarios posibles.
La Comisión ve la seguridad y la prosperidad como dos caras de la misma moneda. En su discurso por los primeros 100 días de mandato, Von der Leyen dijo el día 9 que “el potencial económico e innovador de Europa es un activo para su seguridad”. Y viceversa: “Los esfuerzos europeos en defensa pueden dar un enorme impulso a un mercado único más competitivo a medio y largo plazo”. Los programas de investigación, desarrollo e innovación (I+D+i) buscan reducir la brecha tecnológica que lastra las capacidades geoestratégicas de la Unión. La innovación ha pasado a un primer plano, después de años de decrecimiento de la productividad en comparación con Estados Unidos. Con el Informe Draghi como guía que concita simpatías en el centro político europeo, el Ejecutivo se fija como objetivo reducir las excesivas dependencias tecnológicas y en materias primas de Europa, y caminar hacia la autonomía estratégica.
La UE, consciente de su situación de vulnerabilidad y desventaja, está rompiendo tabúes y buscando fórmulas para construir una arquitectura de seguridad que aguante cualquier escenario, incluso los hasta ahora inimaginables, “como una agresión armada”, según el libro blanco. La simplificación se ha convertido en un mantra. La idea es que en el próximo marco financiero plurianual, que empieza en 2028, se gaste de forma más eficaz y sencilla, centrándose en sectores y tecnologías estratégicas.
Bruselas, entrenada con los fondos de recuperación Next Generation, que sirvieron para hacer frente a la pandemia y la crisis energética derivada de la guerra en Ucrania, plantea ahora saltarse las nuevas reglas fiscales en su primer año de aplicación. Es uno de los pilares del plan ReArm: la posibilidad de activar la cláusula de escape para gastar en defensa hasta un 1,5% más del PIB —fuera del techo de déficit del 3%— sin ser penalizados.
El Ejecutivo comunitario espera impulsar con 800.000 millones de euros el gasto de los Estados miembros más allá del 2% comprometido con la OTAN, un umbral que quedará desfasado en la cumbre de junio. Son 650.000 millones que pueden gastar los Veintisiete a través de esa flexibilidad en las reglas de gasto, y 150.000 mediante préstamos en condiciones ventajosas, con procesos de adquisición acelerados
“No podemos correr el riesgo de estar mal preparados”, avisa Von der Leyen
El libro blanco recién presentado es un llamamiento a la acción urgente
y simplificados, y exenciones en el IVA. A cambio, la Comisión pone algunas condiciones para asegurar que se compre más y mejor, pero también más europeo, como que al menos el 65% de los productos militares más simples —munición, drones, cíber— sean europeos. En el caso de sistemas más complejos, como las defensas antiaéreas, exige que la autoridad de diseño sea europea, para no perder el control sobre su uso.
El plan busca reducir la dependencia de Estados Unidos, que autoriza el uso del armamento que vende. Busca agregar la demanda y que los Estados miembros obtengan mejores precios y tiempos de entrega. En la carrera contra el reloj para rearmarse con urgencia, otros elementos que lastran la capacidad disuasoria de la UE, como la fragmentación y las duplicidades, quedan, sin embargo, a un lado. La Comisión es consciente de que se necesitan más medidas y trabaja en un paquete legislativo ómnibus y una Estrategia de preparación de la Unión, que presentará en los próximos meses.