HISTORIA NAVAL DE LA GUERRA CIVIL (I)
¿Culpa de Franco? La verdad tras las misteriosas desapariciones de submarinos que condenaron a la República
Adolfo Morales Trueba, oficial de Infantería de Marina, forja un ensayo sobre el conflicto fratricida en el mar que huye de la parcialidad a base de documentación inédita
Crucero Baleares: el absurdo error gracias al que la República destruyó la mole acorazada de Franco
La máxima de Adolfo Morales Trueba, oficial de Infantería de Marina y experto en Guerra Naval Especial, es elevar el conflicto fratricida en los mares hasta el altar que le corresponde. Y no porque lo tenga idealizado, ni porque sea aquello que estudia desde hace décadas, sino porque fue clave en el devenir de la guerra que estalló en 1936. Al otro lado del teléfono, el también doctor y máster universitario en Paz sostiene que hacía falta una obra que analizara los pormenores y la influencia de las armadas de ambos bandos entre los años 1936 y 1939. Y por ello ha alumbrado ‘Historia naval de la Guerra Civil‘ (La Esfera). Porque, según desvela a este diario, hacía falta revisar un género que no salía al ruedo desde la época de Michael Alpert.
El español no ha fallado y se ha zambullido en el tema de lleno, con objetividad y huyendo de las viejas cuitas políticas que tanto han lastrado la historiografía tradicional. La conversación, con todo, ha dado para mucho. Así que hemos optado por dividirla en varias partes. Y allí va la primera, centrada en la importancia de la guerra submarina.
-¿Tocaba hacer una revisión de fuentes tradicionales como Alpert?
Alpert trató muy bien la dimensión internacional de la guerra porque accedió a los archivos británicos, pero le faltó un poco de detalle en algunos temas. Tocaba hacer una revisión. Además, esta guerra nunca ha dejado indiferente a nadie, y eso ha tenido una parte negativa: se ha abusado de la parcialidad y se ha cargado siempre con sesgo ideológico cualquier tipo de estudio. Ahora, con los años que han pasado, nuestra sociedad se merece que analicemos las cosas con criterios historiográficos. Y, además, sin ocultar nada. Si unos hicieron algo, hay que escribirlo. Era una obligación explicar en qué decisiones se equivocaron, cuáles fueron correctas y cuáles trajeron consecuencias pésimas.
-¿Qué influencia tuvieron los enfrentamientos en el mar para el devenir del conflicto?
Tuvo influencias en momentos muy concretos. El primero de ellos, que no se ha valorado lo suficiente, por cierto, fueron las semanas en las que la República bloqueó el Estrecho e impidió el paso del ejército de África a la península. Eso hizo que los sublevados no pudieran trasladar el grueso de la fuerza, la munición y todo el armamento pesado que tenían en el norte de África. Gracias a ello, a Madrid tan solo pudieron llegar columnas ligeras con una potencia de combate insuficiente para asumir una operación de esa envergadura. Hasta que la armada republicana se marchó al norte no se pudo romper el cerco. Después, ya sí, el grueso de las tropas se posicionó en la península.
-Afirma que la República comenzó con una superioridad abrumadora de navíos, pero no de oficiales al mando…
En los primeros días, cuando fracasó el intento de golpe, los barcos de la Armada quedaron prácticamente en su totalidad a las órdenes de la República. Lo mismo pasó con los submarinos y la aviación naval. El problema es que hubo comités que se adelantaron y asumieron que algunos oficiales se iban a sublevar. Eso provocó una represión que, a la larga, hizo que a la flota gubernamental le faltara dirección porque no contaba con mandos preparados para hacerse cargo del Estado Mayor de la Armada. Otro tanto sucedió con la dirección de los barcos; hasta tal punto, que se tuvo que recurrir a oficiales de la marina mercante.
-¿Se reprimió a oficiales que no iban a sublevarse?
Esa es una buena pregunta. Es muy difícil saberlo a posteriori. Según he podido estudiar, la Armada estaba fuera de la conspiración. Al menos la gran mayoría. No estaba metida en la preparación de la sublevación, como sí estaba, por ejemplo, la Guardia Civil o el Ejército. El general Mola planeaba un golpe de Estado territorial dirigido de forma fundamental a las capitales, en especial a ciudades clave como Madrid, Barcelona y Valencia. Mi hipótesis es que, como no la necesitaba, la dejó al margen por seguridad. ¿Había oficiales involucrados? Sí, pero estaban muy mal enlazados con la dirección de la asonada.
-¿Qué nos dicen los testimonios de la posible participación de la Armada en el golpe de Estado?
En un momento en que era un mérito y muy positivo en el Régimen haber participado en el golpe de Estado, hubo muchos oficiales, entre ellos Indalecio Núñez, que manifestaron que no lo sabían. Podían haber aprovechado y decir lo contrario, pero no lo hicieron. Salvador Moreno explica que se fue a Valencia en primavera para hablar con los jefes de las principales unidades navales de la flota antes del 18 de julio. Se entrevistó con personalidades clave como el jefe de Estado Mayor de la escuadra o los capitanes de navío que mandaban los cruceros y los acorazados para tantear su participación. Y, cuando volvió a Ferrol, escribió muy descorazonado sobre el apoyo de la Armada.
Historia naval de la Guerra Civil
- Autor Adolfo Morales Trueba
- Editorial La Esfera
- Páginas 460
- Precio 21,75 euros
-¿Entonces, no estaba la Armada dispuesta a sublevarse?
No es que no estuviera dispuesta a alzarse; más bien estaba desconectada. La mayor parte de los oficiales eran ajenos, no lo sabían o, si habían oído noticias, no tenían claro qué hacer. Al final, reaccionaron un poco sobre los acontecimientos. El ejemplo claro fue Ferrol, donde no hubo una sublevación sincronizada con Melilla. Fueron un poco siguiendo aguas.
-Afirma que Ferrol fue una pieza clave para la victoria de los sublevados…
Allí el ejército se levantó, y eso ayudó a que la sublevación en la Armada tuviese éxito. La importancia de Ferrol era enorme, era la principal base naval y en ella estaban los medios de reparación más determinantes. Si un crucero se estropeaba en el Mediterráneo, la única manera de arreglarlo si requería meterse en dique era llevarlo allí. Perderlo fue uno de los hándicaps de la República. El ejemplo es que, cuando los italianos torpedearon el crucero Cervantes, tardaron meses en repararlo. Por si fuera poco, tenía una posición estratégica clave para conservar el norte. Si Ferrol no hubiera caído en manos de los sublevados, no habrían tenido un punto de apoyo naval para apoyar desde la mar todas las operaciones que se hacían para acabar con el Cantábrico republicano. De no haber sido así, la guerra habría cambiado.
-¿Por qué la guerra submarina republicana fue tan desastrosa?
El problema es que es un arma muy compleja, pues tiene que meterse debajo del agua, operar y volver a salir. Y no todos los oficiales del Cuerpo General estaban preparados para manejar este sistema. Cuando estalló la guerra, la República perdió prácticamente a todos los mandos de submarinos; asumieron que se iban a sublevar y los procesaron. Al final, a nivel táctico se encontraron con un problema muy gordo para emplearlos. De hecho, según avanzó el conflicto incorporaron oficiales soviéticos para hacerse cargo de ellos. También influyó la falta de dirección desde el nivel estratégico y operacional para darle un cometido adecuado. Se podrían haber hecho cosas magníficas con ellos, pero no fue asó.
-¿No hubo ningún oficial destacado republicano en el arma submarina?
La República conservó a un oficial extraordinario, que era muy buen técnico y una persona muy querida: el capitán de corbeta Remigio Verdía. Él podría haber reorientado la estrategia submarina, pero, como faltaban oficiales en los sumergibles, fue destinado a uno. No lo hizo mal, pero quizá debería haberse dedicado a dirigir la flotilla desde fuera, y no a combatir como tal. Al final, murió durante un bombardeo en Málaga, lo que supuso un desastre para el Gobierno.
-¿Para qué podrían haberse usado los submarinos?
Por ejemplo, para bloquear la base naval de Ferrol e impedir la salida de los barcos. También podrían haberse concentrado en el Estrecho de forma similar a cómo lo haría Alemania al principio de la Segunda Guerra Mundial. En definitiva, se le podrían haber sacado muchísimo más provecho, pero la falta de oficiales y técnicos les condicionó mucho.
-¿Dónde se desplegaron en principio?
Desplegaron los submarinos en el norte, con un problema claro: allí no tenían apoyo logístico. El resultado fue que, cuando se estropeaba algo en uno de ellos, los repuestos, los técnicos y los astilleros preparados para poder arreglarlos estaban en Cartagena. Al final, se hacían reparaciones de circunstancias, y eso disminuyó su operatividad. De hecho, es posible que estas dificultades condenaran al sumergible del capitán de corbeta Lara, que desapareció bajo las aguas. Si se estudia su recorrido, se aprecia que tuvo un incidente en el que se la habían hecho una serie de reparaciones cuestionables. Es probable que fuera un accidente como consecuencia del mal estado de la nave, pues llevaba meses sin el mantenimiento adecuado.
-Las desapariciones fueron algo normal entre los submarinos de la Segunda República, y algunas, unidas a extrañas teorías.
En efecto. El más claro es, precisamente, el del C-5, el que mandaba el capitán de corbeta José María de Lara y Dorda. Se ha barajado la posibilidad de que se suicidara para hundir la nave, pero parece extraño. Al fin y al cabo, hay un libro escrito por Ramón Cayuelas, uno de los marineros bajo su mando, en el que se cuenta cómo el oficial sacó a la superficie al submarino después de que este se quedara inoperativo en el fondo de las aguas. No digo que la posibilidad de que quisiera quitarle un sumergible al Gobierno no exista, pero ningún dato me ha llevado a pensarlo. Lo que sí he encontrado es que este estaba en muy mal estado. Es probable que sufriera un accidente cuando estaba navegando en inmersión.
-Algo parecido le sucedió al submarino B-5…
Sí, era el dirigido por Carlos Barreda Terry y desapareció en el mar de Alborán. Su caso es más complejo. Existen documentos que dicen que estaba en mal estado, pero que tuvo que salir de misión. Y hay un informe de un hidroavión sublevado que confirma que lo localizó, que lo atacó y que es probable que le diera porque vio después una mancha de aceite sobre el agua. Con todo, es muy posible que un fallo en la nave la condenara.
-También recoge en su libro el extraño caso de C-3.
Sí. Durante muchos años se dio por hundido por una explosión interna. Pero Willard Frank, la persona que había analizado mejor todo lo correspondiente a la Guerra Civil sin sesgo ideológico y con criterios técnicos, abrió los archivos alemanes a finales de los ochenta y se topó con una operación desconocida hecha bajo el más estricto secreto. Y se desveló que en ella había sido destruido este sumergible.
-¿En qué consistió esta operación?
Fue la llamada Operación Ursula. En ella, Adolf Hitler desplegó dos submarinos alemanes, ‘U-Boote’, en el Levante español para acabar con varios mercantes republicanos. A las tripulaciones se les ordenó no revelar su misión jamás y trabajar bajo la discreción más absoluta. Al pasar frente a Málaga, uno de ellos se topó con un sumergible gubernamental en superficie, el C-3, y le dispararon un torpedo. El proyectil atravesó el objetivo y le hundió, aunque no estalló.
-¿Cómo es posible que se pensara que había sido un accidente?
Los testimonios de los tres supervivientes, los datos existentes y el hecho de que los sublevados no tuviesen sumergibles a su disposición llevaron a los republicanos a concluir que había sido una explosión interna. Así cerraron la investigación, arguyendo que podía ser un problema de teorías. Pero años después Frank se topó con la declaración en la que el comandante del ‘U-Boote’ confirmaba el ataque.