“NO SOY UNO DE LOS VUESTROS”

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No soy uno de los vuestros

No soy uno de los vuestros

Jeosm recopila parte de su trabajo de estos últimos años en el libro No soy uno de los vuestros, una colección de imágenes en las que aparecen muchos de los nombres más importantes de las letras hispanas. Cada retrato de este fotógrafo viene acompañado de un texto literario escrito por una selección de periodistas y escritores.

A continuación reproducimos el prólogo a la obra, escrito por el propio Jeosm, y diez perfiles incluidos en este volumen.

La mediodía del 24 de diciembre de 2013 me encontraba en casa de Ray Loriga retratándole para la promoción de su libro Za Za, emperador de Ibiza (Alfaguara, 2014). No sabía nada de él ni de su obra; fue un encargo de Yolanda Cortés, del departamento de comunicación de Alfaguara. Conocerle y pasar un rato con él fue una experiencia maravillosa. También hacer unas primeras fotos que, sin saberlo, me acercarían a un nuevo territorio por descubrir.

Las ocasiones que sucedieron a este encuentro han hecho posible este libro. Son las que me han permitido desarrollar y evolucionar mi mirada fotográfica. Me tengo que remontar a primeros de marzo de 2016, cuando me llamó Arturo Pérez-Reverte —en realidad, ya nos conocíamos de antes—:

—¿Qué pasa colega? Oye, la tarde del 13 de marzo nos vemos en la Plaza de la Villa. Empezaremos con el primer reportaje de la revista cultural que te comenté —Zenda— y tendrás que hacer fotos de una conversación que tendremos Javier Marías, Antonio Lucas y yo.

—¡Hola amigo! Perfecto, no tengo ni idea de quiénes son los otros dos… Pero venga, vamos p’alante. Allí nos vemos.

El 1 de abril de 2016 vio la luz el primer reportaje publicado en Zenda. Aquel texto llevaba de titular una frase de Javier Marías: «A Cervantes lo consideraban un viejo idiota». Hoy, pasados los años, me encuentro con que Antonio Lucas ha escrito el prólogo de este libro, Javier Marías ha fallecido y Arturo y yo seguimos siendo muy amigos.

El título, No soy uno de los vuestros, es una declaración de intenciones, que surge desde el respeto. No soy uno de los suyos, nunca lo he pretendido, y sólo por eso ha sido posible elaborar este libro en el que los puntos de vista, egos, vanidades, ideologías, generaciones, las amistades y enemistades, méritos y discursos están en un segundo plano.

Nunca fui uno de los suyos porque mi metodología de trabajo y herramientas son muy diferentes. En mis fotos no utilizo ni busco la épica, no puedo servirme de la ficción, no necesito que vayan ligadas a ninguna actualidad y, por supuesto, no soy ningún juez, líder de opinión o ejemplo a seguir.

Entre estas páginas se encuentran personas con las que apenas he compartido dos minutos y otras que son como mis hermanas. A todas ellas les estoy muy agradecido, por la implicación —totalmente desinteresada— en este proyecto y por apoyar mi trabajo.

Para mí esto quizás es lo más importante de mi trabajo, ver las muestras de respeto y cariño recibidas para poder realizar este proyecto, en el que el prejuicio no está presente. Conseguir este respaldo y apoyo de grandes firmas del panorama literario y de una editora valiente para un chaval de barrio del extrarradio de Madrid es todo un orgullo.

No soy uno de los vuestros es sólo una muestra de parte de mi trabajo en el mundo literario, donde la premisa es la persona, no el personaje.

Nunca me gustaron las fotos que tienen que explicarse. Con los libros me sucede lo mismo.

No soy uno de los vuestros, pero alguien tenía que mostrarlo.

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ROSA MONTERO

Una bandada de pájaros en su brazo izquierdo

Rosa Montero tiene la carne más suave que he tocado nunca. Esto lo descubrí la misma noche en que nos conocimos, hace dieciocho años de nada.  Entonces ella no tenía tatuajes, la piel aún intacta. Digo que lo descubrí al verla y no al tocarla porque el primer contacto con la piel son siempre los ojos. Luego llegaría el momento de comprobarlo con la yema de los dedos. Bien, todo ese tiempo después me habló un día de La carne, la novela que acaba de publicar Alfaguara. Estábamos cenando en una azotea del centro de Madrid, bajo el cielo rojo eléctrico de septiembre.

—La vas a liar parda —digo. Y ya no logro concentrarme en la idea de la novela ni en lo que pretende narrar con ella—. ¿En serio piensas escribir una novela protagonizada por una mujer sexagenaria que paga por tener sexo? ¿Te imaginas la promo? Está bien que la escribas justo ahora, a los sesenta y pocos, pero ¿no crees que sería mejor que la protagonista tuviera cincuenta y cinco?—Otra botella de vino blanco, por favor —dice Rosa, que no presta atención a la pregunta.

Ha dejado de prestármela de forma descarada. Ha echado a volar. Eso le pasa a veces. Tiene tatuada una bandada de pájaros en su brazo izquierdo, le suben hasta el cuello y de vez en cuando se llevan su cabeza. Su cabeza viaja más deprisa que la conversación. Pero yo he aprendido a revolotear a su lado sin molestar. Sé que está organizando las fechas en que se irá a Cascais a escribir, al mismo tiempo que pone nombre a Soledad, la que será protagonista de La carne. Está construyendo una escena de cama en la que se escucha «Liebestod» (el aria final de Tristán e Isolda, de Wagner) y que Soledad incluirá en la exposición Escritores malditos, de la que será comisaria en la novela. Mientras, Rosa va dando sorbitos a una copa de Guitián Godello.

Ella vuela y yo temo las repercusiones de semejante bombazo y las más que nunca predecibles preguntas: ¿cuánto hay de autobiográfico en esta novela? ¿Con cuántos hombres se ha acostado usted, señora Montero, para inspirarse? O quién sabe, a lo mejor las cosas no son tan predecibles en esta vida. ¿Cómo iba una dama a hacer algo así? El sexo pagado es cosa de hombres. De eso no habrá duda ni siquiera después de La carne. ¿O sí?

—Voy a reírme mucho leyendo tus entrevistas —digo.

—Será una novela existencialista, como todas las mías, y me preguntarán por eso. No te pongas televisiva, querida.

Nuria Labari. (Extracto de su entrevista a Rosa Montero publicada en Zenda Libros el 4 de noviembre de 2016)

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MANUEL JABOIS

El escritor de provincias 

Manuel Jabois es el escritor de provincias que viene a Madrid, a los madriles, a triunfar, como diría Umbral. Solo que él no se ha olvidado de la provincia, de los territorios galaicos, que han dado tantas prosas castellanas y castellanísimas. Llegó al periodismo, que es donde principió el reino de su escritura, desde los años atrabiliarios y bulliciosos de una juventud sin encuadre, que no encontraba encarrilamiento en ninguna carrera universitaria, quizá porque existen alientos vitales que no caben en ningún bozal, que son renuentes y se revuelven a aceptar el dogal del conformismo. Jabois se define como «hijo del desarrollismo», primero, porque antes de que le definan a uno, él prefiere darse la definición a sí mismo,  y, segundo, porque proviene de una familia que saltó a vivir del turismo, el «boom» de ese momento. Como José Luis Alvite, otro olvidado, Jabois, y cuando hablamos de Jabois, hablamos de su prosa, proviene de las páginas de sucesos, de la crónica, del periodismo apremiante de la calle,  que, como subrayó Cela, otro compadre suyo, es ahí donde aguarda la lengua, la gracia y el ingenio. Lo que media entre Pontevedra y la capital no es la A-6, sino una distancia literaria, un estilo que acabó fraguando en una columna de claro personalismo, que es lo que ahora persiguen los lectores para contagiarse de su mirada, porque un escritor no es solo el sonido sincopado de la palabra que toca, sino la manera de contemplar las realidades circundantes, las municipalidades de lo inmediato. Luego vino la literatura,  esa bifurcación en mayúsculas, y que él merodeó/tanteó desde algunas instancias, géneros y páginas previas que fueron catapultando su nombre, haciéndolo frecuente en la conversa de la peña, que es el signo de que uno va a más, y arrancándolo así del encadenamiento del folio diario, ese que muere al final del día, para darle una perennidad a su escritura, una vocación de perdurabilidad, ese sueño último.

Javier Ors

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JUAN CRUZ

Juan Cruz o la memoria compartida

Antes de conocer personalmente a Juan Cruz me crucé con él en dos ocasiones. La primera fue con Crónica de la nada hecha pedazos, que compré en los años 70 en la Casa del libro, en la Gran Vía de Madrid. Como él, yo venía de lecturas que rompían con la literatura social y que tenían el aire transoceánico de García Márquez, Cortázar y Cabrera Infante, y este primer libro de un joven Juan Cruz Ruiz de 25 años tenía la osadía de romper con los géneros y apostaba libremente por una literatura experimental.

La segunda vez, aún sin conocerlo, ocurrió en 1988, año en que Alfaguara recuperaba su novela El sueño de Oslo, con la que había ganado el premio Azorín. Ese mismo año yo había organizado en Oviedo el Encuentro literario “Narrativa 80”, al que había invitado a los escritores más sobresalientes del momento. La presentación pública en Madrid de la novela de Juan coincidió con la apertura de este Encuentro y algunos de los escritores —Soledad Puértolas, Juan José Millás, Antonio Muñoz Molina, Luis Mateo Díez…— me pidieron retrasar el viaje porque tenían que asistir a la presentación de la novela de Juan Cruz.Tiempo después nos conocimos y, a pesar de mi buena memoria para las cosas importantes del pasado, no sabría decir dónde ni cómo ocurrió. Pasados los años sé que Juan Cruz es una de las personas más generosas, cultas y creativas que he conocido y con el que más he aprendido del mundo editorial, de la pasión por la vida y de lo importante que es mantener en nuestra mirada la curiosidad del niño que fuimos.

De la estirpe de Juan Cueto, es un imprescindible al que me une toda una vida de memoria compartida.

Miguel Munárriz

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LUNA MIGUEL

Entre el tormento y el placer

Luna Miguel tiene el don de transformarse en aquello que lee y, como resulta que se convierte en todos los personajes de los libros que consulta durante su proceso de documentación, luego puede ponerse a escribir conociendo perfectamente no sólo la tradición sobre la que se asienta su texto, sino también los sentimientos de los personajes que vivieron escenas parecidas a las que ahora ella se dispone a recrear. Si esto no es zambullirse en la investigación, que baje Dios y lo vea.

Sabiendo todo esto, a nadie sorprenderá que Luna Miguel afirme que disfruta más leyendo que escribiendo, y que incluso considere que lo primero es un placer y lo segundo algo así como un tormento. De hecho, solo hay que fijarse en su método de trabajo para asumir que no exagera. Porque esta mujer se pasa todo un año leyendo libros que guardan relación con la novela o el ensayo que quiere escribir, y cuando considera que ya no necesita investigar más, se sienta ante el ordenador y redacta el manuscrito, o al menos el primer borrador, en apenas un mes. Se pone a ello cada madrugada de 00:00 a 05:00, y es en este periodo de escritura intensa cuando, antes de apoyar los dedos sobre el teclado de su ordenador, hace lo propio con su propio cuerpo a fin de buscar un poco de inspiración.Álvaro Colomer. (Aprende a escribir con… Luna Miguel. Publicado en Zenda, 13 de julio de 2022)

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KARINA SAINZ BORGO

Escritora de ley

Karina Sainz Borgo es una mezcla explosiva que ha patentado una escritora caribeña. Es un cóctel prodigioso para el que se ponen tres partes de periodismo imbatible y una garra felina. Se añaden 5 partes de literatura vivita y un poco de mar que palpite con mitos anegados y monstruos emergidos. Se agita hasta que la coctelera brame como un estadio ante el taconazo de Guti o como una plaza de toros ante Roca Rey y se deja posar. Sólo entonces se sirve, en buchitos, porque de puro potente puede tumbarte.

La periodista que nació despierta en 1982 en Venezuela supo ganarse el pan desde el origen, cuando ya se atisbaban las arenas movedizas de lo que vendría. Nada fácil. En sus ojos hay una sed insaciable. Cuando entrevista, pregunta a dar. Al mismo tiempo, leyendo hasta volar sin miedo a herirse, se hizo algo más que jornalera de la palabra. Cuando atravesó el charco —siempre lo ha hecho, siempre lo hace— fue por su corazón. He ahí la brújula. Pero los que la conocemos sabemos que la piloto que vive bajo la melena rubia es otra cosa: tipa dura, algo peligrosa, muy generosa, incontenible. Es la que hace las columnas de ABC.Karina Sainz Borgo, la novelista que dio la vuelta al mundo con su debut, La hija de la española, es una lección viviente de las virtudes del escritor. No para de escribir ni un sólo día (a pesar de tener el trabajo más absorbente del mundo) y no deja de mostrarse cercana: las vidas, las luchas, los logros, las noticias, los amores, los miedos y las alegrías que le importan de este mundo los pasa todos por su alambique, y allí suponemos que destila esos maravillosos textos todos los días, sin excepción. Nunca se repite, cada libro es aventura nueva. Se inventa vidas en el reino de la muerte de El tercer país o se zambulle en La isla del Dr Schubert donde los monstruos abisales la dejaron cicatrices y una manera nueva de brindar.

Hay mucho más, pero no cabe aquí. Son de ley su amistad y su literatura, en 30 idiomas. Y en un tiempo tan dado a la miseria como el nuestro, Karina es absolutamente leal. Oro de ley. Bríndese (en buchitos)

Jesús García Calero 

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LEANDRO PÉREZ MIGUEL

La apertura Pérez Miguel

Leandro es un jugador de ajedrez. Eso es algo que tuve claro cuando lo conocí con catorce años. Desde entonces, le he visto trazar numerosos movimientos ganadores, desechar enroques espurios y abrir sólo diagonales definitivas. Leandro diseñó su etapa universitaria cuando estaba en el colegio, su carrera periodística mientras estudiaba en Pamplona y todo lo que ha venido después en los autobuses de Alsa, que conectaban su amado Burgos con la redacción de El Mundo. Siempre desde un tablero de sesenta y cuatro casillas escondido dentro de su cabeza.

La gran mayoría de los grandes maestros tienen tics y manías. Boris Spassky ponía a sus caballos siempre mirando al frente, Magnus Carlsen toca cada pieza antes de empezar la partida y Garry Kasparov repetía el proceso del noruego, pero siempre con su mano izquierda. Leandro antes de iniciar un gambito —en el trabajo, en la literatura, en la vida—, pone la mano derecha en el mentón y lo frota mientras frunce el ceño. Solo lo hace durante unos segundos, suficientes para acabar con el bloqueo, reforzar los flancos y reformular las fortalezas que le llevarán a conseguir el jaque mate. Bajo esta premisa, creó a Juan Torca, un héroe terco y turbio —un antiguo soldado y mercenario— que ha protagonizado sus dos primeras novelas, Las cuatro torres y La sirena de Gibraltar. Y mientras escribía esos libros, su imaginación ya estaba en una de las más célebres partidas de ajedrez que se jugaron en nuestra democracia, el 23-F. Leandro se preguntó: ¿qué hubiera pasado de triunfar el golpe de estado? Y elaboró un nuevo tablero, en el que la reina se llamaba Libertad Guerra, una joven periodista que se negaba a jugar con las piezas que le habían tocado y quería poner el reloj al principio del torneo. Pero para Leandro la literatura no es solo ficción. Aunque él no es de los que se cuenta a sí mismo durante cuatrocientas páginas, sí que le gusta dar a sus personajes nombres de amigos y colegas, y utilizar la escritura para demostrar su cariño a su bien más preciado, su familia. Como cuando se inventó a Kolia, una prometedora estrella del baloncesto, para hacerle un gran regalo a su hijo mayor. Seguro que el menor también tendrá el suyo en breve.Todas las batallas, las que se pierden y las que se ganan, deben llevar a algún lado para cobrar sentido. A Leandro, todos esos combates de peones le han servido para dirigir Zenda. Y al frente del timón de ese barco, que el patrón Pérez-Reverte le ha confiado, ha conseguido llevar a buen puerto uno de los proyectos culturales digitales más importantes en idioma español. Esto lo ha logrado sin conocer de vientos, ni de nudos y sin ni siquiera saber dónde está babor y dónde estribor; lo ha hecho aplicando la máxima del autor de La tabla de Flandes, la lealtad. Ya ven, el ajedrez no es sólo un juego: es la vida. Y para conseguir derribar al rey negro, además de astucia es necesario corazón. Por ese motivo, la apertura Pérez Miguel es una jugada maestra, invencible.

Miguel Santamarina

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JACINTO ANTÓN

Jacinto Antón o el hombre que nunca existió

Se llama Jacinto, pero estoy segura de que es una de sus muchas identidades falsas. Mientras más leo a Jacinto Antón, más convencida estoy de que su naturaleza es de judío errante, condenado a vagar eternamente por la tierra cambiando de patria, siglo e identidad, y en el caso de Jacinto, contándolo en artículos. Yo lo he visto galopando en la Carga de la Brigada Ligera, junto a los expedicionarios en la conquista del Polo Sur, recorriendo el laberinto interior de la Gran Pirámide de Egipto, junto a un tren destrozado en el desierto de Lawrence de Arabia, o desapareciendo en el aire mientras pilota un Lightning P-38 durante una misión de reconocimiento sobre la Isla de Córcega.

Y no siempre en el lado bueno. Jacinto siente predilección por los cobardes y los perdedores, casi la misma que por los héroes y los aventureros: no en vano ha ejercido de Reno junto al general Custer, de calzonazos de la guerra de los zulúes, de tigre devorador de hombres en las colonias de Rudyard Kipling, del cobarde oficial en la noche del Titanic y también de Scott, de Mallory, de Irvine.Nadie sabe a ciencia cierta de dónde sale esta memoria múltiple, pero lo que sí es cierto y comprobable es que en las ramas ascendentes de su árbol genealógico encontramos antiguas haciendas de la selva, anacondas en el jardín, un tío Armando poseedor de jaguares, vuelos pintados de guacamayos, un abuelo embajador en las cortes europeas y otro marino y aviador, muerto por un disparo a bordo de un portaaviones. Con esa mezcla de sangres, imaginación y una mochila llena de libros, Jacinto Antón recorre los océanos y las bibliotecas como un Ismael cualquiera, la mirada perdida en un horizonte donde sólo él es capaz de ver el resoplido acuático del monstruo blanco que siempre encierra una historia nueva por contar.

María José Solano

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ANA IRIS SIMÓN

Mi primera foto como madre

Conocí a Jeosm cuando publicó Ellas, un libro en el que recopilaba fotos y reflexiones de mujeres en el mundo del grafiti. Me gustó mucho su trabajo y lo entrevisté para VICE, pero no nos vimos, hablamos por email y por teléfono. Así que cuando Eva Serrano me dijo que quería hacerme unas fotos para su sección en Zenda, en lo primero que pensé fue en aquellas imágenes de mujeres con pasamontañas.

Feria, mi primer libro, acababa de salir. Y como aún no lo había visto en ninguna librería —entonces yo vivía en Ávila y allí no lo tenían—, antes de llegar a mi cita con Jeosm me pasé por Machado solo para ver el mío junto a los libros de otros autores. Para confirmarme que existía, y que en la portada ponía mi nombre, que era verdad que había escrito un libro.De paso, compré San, el libro de los milagros, de Manuel Astur, que era el que quería llevar a la sesión de fotos, pues Jeosm me había pedido que trajera conmigo una lectura para recomendarle a los lectores de Zenda. Y aunque ya lo tenía, lo había prestado, así que me tocó comprarlo otra vez. Cuando lo pagué, me dieron ganas de decirle a la dependienta de Machado que ese otro libro, el que habían colocado en la estantería, estaba escrito por mí, pero no lo hice. Y me fui al metro para llegar a la sede de Círculo de Tiza, pero me dio la sensación de haber viajado en nube.

Eva nos dejó solos porque era viernes y era mediodía. Admiramos su gusto decorativo, conjeturamos sobre qué simbolizaba la foto que había colgada en su despacho principal, que muestra una sala medio inundada en la que la segunda planta, una biblioteca, está a salvo. Nos entendimos muy bien, creo que porque tanto él como yo veníamos de estar, como tocaba el maestro, entre dos aguas: éramos los chavales que más libros leían de entre los chicos de barrio, y los chavales más de barrio de entre la gente que leía libros.

Cuando nos despedimos, me dieron ganas de decirle que me hacía mucha ilusión que me hiciera fotos porque aquella era la primera vez que me retrataban como madre. Aunque nadie salvo mi pareja lo sabía porque me había enterado unos días atrás, estaba embarazada. De hecho, me pasé la sesión entera pensando en si se me notaría, porque dicen que a las embrazadas les brilla mucho el pelo y el alma. Pero, como ocurrió con la dependienta de Machado, tampoco a Jeosm le dije nada. Y es al silencio alegre y a la ilusión y la inocencia contenidas de aquel día a los que vuelvo cada vez que veo esas fotos.

Ana Iris Simón

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ARTURO PÉREZ-REVERTE

El Dumas de nuestro tiempo

Una extraña peripecia existencial y literaria distingue a Arturo Pérez-Reverte de cualquier otro escritor: quiso vivir en carne propia las aventuras que había leído y luego, ya munido de esa extrema experiencia real, se sentó a construir una larga y majestuosa obra imaginativa. De la ficción vienes y en ficción te convertirás. Aprendió antes que nada el delicado oficio de marino —hasta se apuntó dos veranos en un buque mercante— y recorrió muchas veces el Mediterráneo como un personaje de Conrad o de Stevenson. Para saborear el peligro practicó el paracaidismo y el buceo, y los rudimentos del reporterismo más bronco en la redacción del diario Pueblo, y dio la vuelta al mundo como corresponsal de guerra durante 21 años crueles y trepidantes. Ya de regreso de Troya incendiada, con sangre bajo las uñas y la mirada del lobo o del héroe cansado, se abocó a escribir novelas. Me contó su proyecto en la Recova de Buenos Aires hace casi tres décadas: se proponía romper el axioma según el cual solo los anglosajones podían practicar con arte, eficacia y autoridad las diversas formas literarias de la épica y el misterio. Se trataba de una idea simple pero audaz: los mandarines de la época invisibilizaban desde las universidades y los suplementos culturales a quienes se atrevían a salir de su cartografía, principalmente bajo el camelo de que la “novela popular noble” estaría siempre atada a convenciones y a clisés. Aquel gesto de Arturo era, por lo tanto, a contracorriente y paradójicamente vanguardista. Como buen navegante solitario trazó un mapa, preparó con rigor la travesía y desde entonces no ha hecho más que cumplir con aquella promesa. El resultado: más de treinta novelas celebradas por la crítica internacional, millones de lectores en todo el planeta y la creación de un mundo propio, reconocible y fascinante. Pérez-Reverte es el escritor de aventuras más importante de la lengua, y en persona, un hidalgo que solo tiene una religión —la lealtad— y una espada filosa: su pluma. Quienes hemos sido sus amigos durante estos últimos treinta años tenemos el extraordinario privilegio de compartir vida, vino, lecturas y carcajadas con el Dumas de nuestro tiempo.

Jorge Fernández Díaz

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JUAN SOTO IVARS

Entre lo principesco y lo canalla

Nos conocimos cuando todavía uno podía ser diez años más joven que el otro. Libro sobre libro y columna sobre columna (en rigor: año a año), la distancia pareció recortarse, y ahora veo a Juan Soto Ivars como el único escritor de mi generación con el que me entiendo. Hace casi veinte años (el Bandido doblemente armado era un bar con libros donde todo el mundo los iba a escribir al día siguiente: ahí nos conocimos), hace veinte años, digo, nadie sabía que acabaríamos en el mismo periódico diciendo los mismos disparates, pero con bastante gracia hay que reconocer. Juan Soto Ivars (al que puedo llamar indistintamente Juan o Soto Ivars, pero nunca Soto, como le llaman muchos; SotoIvars apunta hacia lo principesco y cierta canalla, quizá por paronomasia con HaroIbars)… ¿qué decía?

Juan puede que sea, para este que intima consigo mismo mayormente, la persona más extrovertida que existe. Ya en su día apreciamos todos que Juan/Soto Ivars podía pedirle un selfie al príncipe Felipe —luego rey— si se lo encontraba en un bar, como así ocurrió finalmente. Puedes invitar a Juan a bodas y aquelarres, a cavar zanjas o a comer caviar. Siempre será la persona más encantadora del tajo, la fiesta, el viaje o el fusilamiento. Todos querrían ser fusilados junto a Juan Soto Ivars, llegado el caso.Pero hace veinte años, casi veinte años, nadie vio que Juan iba a ser de los contados, contadísimos escritores valientes de España. Yo creo que nadie de su generación, de la mía o de las que vengan podría aguantar el peso de la controversia y la sombra de la, como dicen ahora, cancelación como las aguanta él, durante tantos años y sin vencer la pluma ni conceder una sola y cómoda y deletérea traición a sí mismo.

Por ello, es una de las voces imprescindibles del debate en España sobre cualquier cosa de la que ustedes quieran hablar.

Alberto Olmos

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LISTADO DE AUTORES

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Autor: Jeosm. TítuloNo soy uno de los vuestrosEditorial: Círculo de tiza. Ventaweb de la editorial.