No te preocupes

«Batet tendría que haber suspendido inmediatamente a los farsantes, pero no cabe esperar nada de quien se siente más cómoda con ellos que con los defensores de España»
«Vamos a ver y sufrir muchas infamias, vilezas y ultrajes en los próximos meses. Y sí estamos preocupados, alarmados e indefensos»

El martes no sentí vergüenza. La vergüenza es muy poca cosa cuando imperan la tristeza y la indignación. España, su Estado y sus Parlamentos, humillados por una banda de golpistas. La presidenta del Congreso, la nacionalista catalana Batet permitió la ignominia de unos juramentos o promesas de acatamiento a la Constitución en los que se juró o prometió todo lo contrario. Pero el momento más sucio de la dignidad vulnerada por la delincuencia, la protagonizó el que va a ser Presidente del Gobierno de España. Uno de los jefes golpistas, se acercó al escaño presidencial, ofreció su mano a Sánchez, y éste se la estrechó mientras el republicano separatista le decía con la chulería propia del despropósito: «Tenemos que hablar». Un presidente digno le habría respondido: «Yo con usted no tengo nada que hablar. Que hable la Justicia». Pero no. Ya han pactado. No se guiñaron el ojo por motivos instalados en la obviedad, pero casi. Y Sánchez le respondió al jefe del Golpe de Estado contra España y su Constitución. «Lo vemos. No te preocupes».

RAÚL

¿De qué no se tiene que preocupar Junqueras según el futuro Presidente del Gobierno de España? Y ése «lo vemos», ¿dónde lo van a ver? Y el «tenemos que hablar», ¿desde cuándo un golpista que está siendo juzgado por sus altas responsabilidades en el Golpe «para la República catalana» le conmina al Presidente del Gobierno a «tener que hablar»? Todo eso, inmersos en el guirigay de la farsa, de los besos, de las promesas inválidas, de la sonrisa de la Batet, de los abrazos podemitas y de la complicidad sonriente de los diputados electos del PSOE. El martes se produjo en el Congreso y el Senado un ensayo general del golpe de Estado con protagonistas insólitos. Una representación gratuita de la traición que nos viene. Una constatación del indulto prometido. Un corte de mangas al Tribunal Supremo y la acción de la Justicia. «Lo vemos, no te preocupes».

El Parlamento español, gozosamente insultado. La presidenta del Congreso abriendo los brazos a los separatistas. El pobre presidente del Senado, con menor protagonismo pero igualmente sometido a sus esquinas. Humillante, vergonzoso y esperpéntico. «Tenemos que hablar». «Lo vemos, no te preocupes». Como bien apunta el catedrático Otero Lastres, «por muy poco ritualista que se sea, pedir la libertad de ”los presos políticos” o reiterar el deseo de que Cataluña se convierta en República, desvirtúan el cauce legal del acatamiento a la Constitución». Más que desvirtuar el cauce legal, ciegan el cauce y machacan la legalidad. Después de esas promesas, la Batet tendría que haber suspendido inmediatamente a los farsantes, pero no cabe esperar nada de quien se siente más cómoda con ellos que con los defensores de España, de su Constitución y de su legalidad. «Tenemos que hablar». «Lo vemos, no te preocupes». ¿Hasta qué límite de sinvergonzonería hemos llegado?

La Batet no adoptará decisiones hasta pasadas las elecciones del próximo domingo. ¿Qué tienen que ver las elecciones con la adopción de una medida obligada por la Ley? ¿Piensa la Batet mantenerlos en sus escaños para que puedan ofrecernos un nuevo numerito de la deshonra? Dos años atrás, cuando el PSOE lo lideraba un socialista español, ingeniero de Minas e hijo de minero, el asturiano Javier Fernández, la Batet, recién separada del político más tonto y acomplejado –sorayista– del Partido Popular, fue sancionada en tres ocasiones por alinearse con los separatistas y romper la disciplina de voto del PSOE. Se entiende su cariñoso amparo a los golpistas.

Vamos a ver y sufrir muchas infamias, vilezas y ultrajes en los próximos meses. Y sí estamos preocupados, alarmados e indefensos. Me refiero a los españoles. Ellos no. Ellos lo van a ver – no se sabe qué-, y Junqueras no tiene motivos para preocuparse. Está claro.

23 may. 2019   La Razón    Alfonso Ussía