Un paso atrás que debemos evitar. MANUEL DE LA ROCHA RUBÍ

 

 

La estrategia ReArm Europe que impulsa la Comisión Europea está abriendo en algunos países el debate de recuperar el servicio militar obligatorio. Dos ideas cabalgan juntas: rearmar Europa —en la práctica, rearmar a los Estados— y volver a las levas de soldados no profesionales, sistema que en España fue eliminado en 2001 y que en la UE sólo se mantiene en nueve países. Este debate es una nueva manifestación de la cultura de la militarización que se está pretendiendo introducir en las sociedades europeas. La inevitabilidad de la guerra, para la que Europa estaría preparada en 2030, según la propia Ursula von der Leyen, es un discurso que resulta urgente contrarrestar.

Las tensiones en la relación transatlántica, la guerra en Ucrania y el auge de movimientos ultranacionalistas en Europa suponen un grave desafío para los valores de paz, derechos humanos y democracia en los que se fundamenta la UE, que se creó para la paz tras dos guerras mundiales y millones de muertos en su territorio, con el objetivo de que tal horror no se volviera a repetir. Y en ese proceso de construcción y afirmación de la paz la mayoría de los países de la UE eliminaron la mili.

Como señala Habermas en un artículo en EL PAÍS, en la “abolición del servicio militar obligatorio se refleja un proceso de aprendizaje con el trasfondo de la historia universal”, la convicción nacida de que la solución de los conflictos internacionales a través de la guerra “sólo puede ser abolida paso a paso”. Su hipotética recuperación sería un paso atrás que debemos evitar.

El contexto actual amenaza la democracia social y los derechos fundamentales, y pone en riesgo la estabilidad social y política en España y en el resto de Europa. La percepción de nuevas (viejas) amenazas está derivando en que los Estados están tomando medidas, siempre desde la perspectiva del rearme militar, para reforzar sus capacidades defensivas. La historia demuestra que la confrontación y la amenaza militar no aseguran la paz, y que la disuasión “no puede constituir una base duradera para la paz, la estabilidad y la equidad de la comunidad internacional”, como afirmara Olof Palme, sino la “seguridad compartida” para todas las partes.

El servicio militar obligatorio participa de esa militarización del discurso público de que la guerra es una solución viable a los problemas internacionales, en oposición al fomento de la cultura de paz, en la que destacan como elementos troncales la diplomacia y la construcción de relaciones basadas en la cooperación, la confianza y la empatía entre individuos, comunidades y naciones. La educación para la paz, herramienta fundamental en las sociedades para promover los valores de paz, resolución de conflictos y derechos humanos, y la cultura de la no violencia se verían seriamente cuestionadas. Parece obvio, además, que las guerras en la actualidad tienen otras prioridades estratégicas más relacionadas con los avances tecnológicos que con los efectivos humanos. Por tanto, el reclutamiento ciudadano masivo no puede ser el objetivo principal de esta medida, a no ser que de lo que realmente se trate sea de sensibilizar a las sociedades sobre la necesidad de la militarización, la militarización del pensamiento mediante el miedo y la inseguridad, que nos lleva de nuevo al si vis pacem, para bellum.

Reinstaurar el servicio militar en España implicaría destinar importantes recursos económicos y humanos para ello. Tendría una incidencia directa en áreas prioritarias como la sanidad, la educación y los servicios públicos —Alemania ya ha anunciado un recorte en cooperación y el Reino Unido además en gasto social—. Y su aceptación parece más que dudosa, ya sea por la ausencia de una amenaza militar directa o por la experiencia histórica con el servicio militar. La sociedad española no parece percibir esta medida como algo indispensable, ni siquiera deseable. Según encuestas recientes, una del Instituto DYM y otra de 40 dB. para EL PAÍS y la SER, el 31,7% y el 35%, respectivamente, de los españoles apoyarían reinstaurar la mili obligatoria, frente al 68,3% y 58% que estarían en contra. La mili es un elemento del pasado, ya superado, y una parte significativa de la sociedad se opone a su reintroducción. El movimiento pacifista está convencido de que hay alternativas para avanzar hacia la paz y no es la escalada militarista.

Manuel de la Rocha Rubí es presidente del Movimiento por la Paz (MPDL).

Fuente:

https://lectura.kioskoymas.com/el-pais/20250409