‘La República contra la República’: la insólita defensa que hizo ‘Time’ de Franco al empezar la Guerra Civil
El dictador español ha protagonizado diez portadas de la famosa revista, la primera de ellas un mes después del inicio de la Guerra Civil española
Testimonios inéditos para destruir las mentiras mil veces repetidas de la Guerra Civil
Madrid
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«La Guerra Civil española, salpicada de atrocidades, se ha convertido en una masacre al entrar esta semana en su segundo mes. Al menos 25.000 españoles han muerto hasta ahora, aunque menos de la mitad lo han hecho en el campo de batalla. Noche tras noche, en toda España, los hombres son arrancados de sus llorosas familias, alineados y fusilados por lo que se supone son sus opiniones políticas. Decenas de ciudades, pueblos y aldeas han sido bombardeados e incendiados. Más de 200 iglesias han sido incendiadas y se ha despojado a los clérigos de más de 40 millones de dólares en efectivo».
Así comenzaba el amplió reportaje en el que ‘Time’ contaba el golpe de Estado de Franco y Emilio Mola.
De hecho, estos dos generales, junto al presidente de la República, Manuel Azaña, protagonizaban la portada de la prestigiosa revista estadounidense el 24 de agosto de 1936, tan solo un mes después del inicio de la Guerra Civil. Era la primera vez que el futuro dictador español aparecía en su primera plana, a la que le siguieron otras nueve veces hasta el 27 de junio de 1977, cuando ya llevaba muerto un año y medio y España estaba sumida en la transición, intentando aclarar su futuro democrático.
Lo que resulta sorprendente de esta primera vez, en un reportaje titulado ‘La República contra la República’, es que la revista ‘Time’ no cargaba contra Franco y los generales golpistas como responsables de que España se hubiera sumido en una guerra fratricida. Sorprendente, porque Estados Unidos se convirtió poco después en uno de los principales apoyos de la Segunda República, acogiendo a miles de exiliados, organizando colectas populares en la que se recaudaba dinero para la lucha «contra el fascismo español», mandando ambulancias y hasta enviando brigadistas a combatir. Por eso extraña que en muchos párrafos se critique directamente a los republicanos y anarquistas por las acciones, aunque no se los cite siempre de manera explícita.
Franco, el «republicano»
Como ejemplo, el segundo párrafo del artículo: «La atrocidad de la semana ocurrió en el pueblo de Buitrago, en las montañas de Guadarrama que forman el baluarte principal de Madrid en el norte [aquella zona permaneció en poder de la República hasta casi el final de la guerra]. Allí, unos 80 niños demasiado jóvenes para tener opiniones políticas fueron descubiertos escondidos en una iglesia. Fueron arrastrados, para ser alineados, despachados por pelotones de fusilamiento y dejados pudrirse en el suelo».
La tesis de ‘Time’ sobre aquellos primeros compases de la guerra queda expuesta de la siguiente manera: «En la llaga que fue España la semana pasada, enconada desde los Pirineos hasta Marruecos, resultaba confuso y desalentador que tanto el presidente Manuel Azafia como sus oponentes, los generales Francisco Franco y Emilio Mola, afirmaran ser ‘republicanos’ y estar luchando ‘por la República’». ¿Eso significa que la revista apoyaba a los generales sublevados, que trataba cuanto menos blanquear el golpe de Estado incluyendo a todos en el mismo bando, o simplemente era su forma de reflejar la violencia que se vivió en España durante los últimos meses de la República y los primeros del conflicto?
En ese momento, la revista tenía trece años de vida. Había sido fundada por los periodistas y empresarios Briton Hadden y Henry Luce, tras unos años trabajando juntos en la Universidad de Yale. El primer número se publicó el sábado 3 de marzo de 1923, mucho antes de que surgieran sus competidores, convirtiéndose en el primer semanario de información general de Estados Unidos. Para la primera edición se eligió un retrato a lápiz del líder republicano Joseph Gurney Cannon.
La «sombría» constitución
En una solapada defensa del golpe de Estado, ‘Time’ ponía en duda algunos de los hitos del periodo anterior y a sus principales líderes con explicaciones como esta:
«La República trajo consigo una nueva constitución sombríamente diseñada para destruir la influencia de la Iglesia y quebrantar a los grandes terratenientes de España, pero leudada de idealismo […]. En las elecciones de 1931, la República osciló violentamente hacia la izquierda, luego hacia la derecha, en 1933, y nuevamente hacia la izquierda a principios de este año. Sobre la base del voto popular, la izquierda obtuvo solo 4.356.000 votos frente a los 4.910.000 del centro y la derecha. Así, respaldado por algo menos de la mitad de los votos emitidos, apareció el actual Gobierno español bajo el corpulento y con cara de rana, pero políticamente ágil y astuto, don Manuel Azaña, republicano de ultraconservadoras inclinaciones socialistas.
Y continuaba:
«El presidente Azaña causó aún mayor sensación con su sentencia: ‘¡La única persona cuyas opiniones son siempre correctas es Azaña!’. Gran Provocación. En las Cortes descubrió que solo podía ganar votos de confianza cediendo más y más a los socialistas radicales y a los comunistas absolutos que pensaban que ahorcar era demasiado bueno para un sacerdote o un terrateniente rico. La primavera pasada, el astuto Azaña, previendo las convulsiones que esta situación debía conducir, renunció al banquillo del primer ministro y se hizo elegir para el cargo más estable de Presidente, el mejor para capear la tormenta que se avecinaba […]. La izquierda, sintiéndose cada día más fuerte en su propósito de maniobrar la República hacia un soviet, ofreció entonces una gran provocación: el asesinato del líder de la derecha, don José Calvo Sotelo».
Los dos bandos
Con la guerra ya iniciada, ‘Time’ enumeraba las fuerzas que apoyaban a cada bando. Según la revista, a favor de los franquistas estaban los monárquicos, los fascistas españoles, la Iglesia, los grandes y pequeños terratenientes, miembros importantes del Gobierno británico, Adolf Hitler y Benito Mussolini. Detrás del Gobierno republicano: la clase obrera de las ciudades industriales españolas, los campesinos sin tierra, los socialistas y comunistas del Frente Popular –«cuyo líder optimista y de rostro ancho, Francisco Largo Caballero, está abiertamente tratando de someter a España a la ‘dictadura del proletariado’»– y los socialistas y comunistas de todo el mundo.
Es difícil hacerse una idea de qué movía a la célebre publicación para no hacer una sola concesión a la República en aquellos momentos iniciales. Es probable que esta visión se deba al tradicional sentimiento anticumunista y antimarxista que ha movido siempre a la sociedad estadounidense, lo que hacía que el golpe de Estado del futuro dictador quedara retratado como una consecuencia inevitable de la mala gestión de los anteriores gobiernos republicanos. De hecho comenta que, «al mando de Sevilla, el generalísimo Franco ha puesto al general Gonzalo Queipo de Llano, oficial tan fuertemente republicano que se vio obligado a huir de España durante el reinado de Alfonso XIII».
El corresponsal de la revista, incluso, rescata escenas cotidianas en las que califica a los soldados de la República como «ignorantes», mientras que los franquistas son siempre los «revolucionarios», sin aportar un solo matiz negativo sobre estos últimos. Un ejemplo es el siguiente: «En las regiones controladas por el Gobierno [republicano] la semana pasada, viajar detrás de las líneas del frente era ser detenido cada pocos kilómetros por hombres o mujeres erizados de armas, pero demasiado ignorantes como para leer los pasaportes y documentos que exigían con amenazas. En Madrid, uno de los pasantes oficiales del Gobierno, el comandante Carlos Gómez, anunció alegremente:
—Estamos entrenando a 1.000 personas por día y mandándolas a todos los frentes.
—¿Cuánto tiempo los entrenas?
—Tres días.
—¿Cuánto de ese entrenamiento se gasta en prácticas de tiro?
—¡Qué! ¿No creerás que desperdiciamos municiones en la práctica del rifle? ¡Nuestra Milicia hace toda su práctica de tiro en el frente!