«Occidente da a Ucrania lo suficiente para no perder, pero no para ganar» Greg Mills

Greg Mills

 

▶ Asegura que Kiev ha pasado de ser un mero receptor de seguridad a un actor clave en la defensa de Europa

«¿Habría Putin invadido Ucrania seis meses después del colapso de Afganistán si Occidente no se hubiera retirado como lo hizo?», se pregunta el sudafricano Greg Mills, director de la Fundación Brenthurst y experto en conflictos. «Creo que él vio a Occidente como débil, decadente, probablemente reacio a brindar asistencia a Ucrania», se responde. «En ese sentido, los conflictos están vinculados. Además, tienen demasiadas similitudes. Como la guerra asimétrica o la dependencia del apoyo extranjero». Semejanzas que impulsaron a Mills a estudiar en profundidad las consecuencias de la invasión rusa.

Mills, quien ha trabajado como asesor militar en Afganistán, colaborado con gobiernos africanos y analizado procesos de paz en Colombia, acaba de publicar ‘El arte de la guerra y la paz’ (Crítica) y un nuevo informe sobre los posibles desenlaces de la guerra en Ucrania. «Dado que el conflicto ocurre en el corazón de Europa, quería analizar qué implicaciones tendrá para la seguridad continental y global».

Una de sus principales conclusiones es que «Ucrania ha evolucionado de formas que ni siquiera los propios ucranianos han comprendido del todo. No solo en cuanto a armamento, sino también en capacidad de organización». Según Mills, hace tres años eso no era tan evidente. «Si querían un dron, lo compraban en China. Si querían armas avanzadas, las obtenían de Occidente. Su cultura de servicios era muy pobre, inadecuada. Pero se han organizado increíblemente rápido». —¿Qué posibilidades reales existen de alcanzar la paz en Ucrania? —Una victoria total para Ucrania o para Rusia parece poco probable. En medio de esos extremos, hay varios escenarios posibles, pero para que una paz sea sostenible, se deben cumplir tres condiciones esenciales. Primero, ambas partes deben convencerse de que terminar el conflicto ofrece más beneficios que continuarlo.

Segundo, debe haber presión equitativa desde la comunidad internacional para que ambas partes negocien, algo que actualmente no sucede: Rusia cuenta con el apoyo de China o Irán, mientras que el respaldo occidental a Ucrania es a menudo condicionado. Tercero, se necesita liderazgo fuerte, empático y con visión a largo plazo, además de un proceso de negociación claro y bien estructurado, que hoy no existe.

—¿Cuáles son esos posibles escenarios?

—Existen tres posibles rutas: continuar la guerra en una dinámica de desgaste; establecer un armisticio al estilo coreano (o una división tipo Alemania), o adoptar un modelo como el israelí, con treguas intermitentes en un estado de guerra latente. Este último escenario requeriría que Ucrania fortalezca su defensa y modernice sus capacidades ofensivas. En cualquier caso, el desenlace dependerá de cómo se aproveche cualquier tregua futura.

—¿Qué lecciones deja esta guerra? —Ha demostrado la eficacia de la tecnología barata y ha evidenciado que Ucrania ya no es un beneficiario de la seguridad europea, sino que se está convirtiendo en un facilitador, gracias a su tecnología de drones. Pero Occidente, hasta ahora, no ha ayudado lo suficiente para ganar, solo lo suficien

“«En Ucrania, al inicio de la guerra, apelaban a la empatía internacional con una narrativa de debilidad, pero eso pierde fuerza con el tiempo»

te para no perder. Y esto ha prolongado el conflicto, con un altísimo costo humano y estratégico.

—Usted afirma que Ucrania debe superar la narrativa victimista. —Adoptar una narrativa de victimismo es peligroso, como se ve en Israel, donde la memoria del Holocausto ha influido en una política exterior que ha derivado en que el oprimido se vuelva opresor, especialmente en Gaza. En Ucrania, al inicio de la guerra, apelaban a la empatía internacional con una narrativa de debilidad, pero eso pierde fuerza con el tiempo, ya que el interés global cambia rápidamente de foco. Rusia ha mantenido una narrativa coherente basada en la fuerza, el destino y el derecho, mientras Ucrania ha evolucionado desde una narrativa de necesidad hacia una de autosuficiencia y capacidad.

—¿Cómo se evidencia eso? —Ucrania ha demostrado ingenio militar y ha desarrollado su economía de guerra, recibiendo más de 300.000 millones en ayuda externa, pero también generando más de 100.000 millones por sí misma. Esa imagen de fuerza es más persuasiva que la dependencia, como lo demuestra el fracaso afgano. A futuro, la ayuda a Ucrania se sostendrá más por motivos de seguridad europea que por razones humanitarias. Eso es más eficaz para convencer a los donantes. Como africano, reconozco un paralelismo: en África, la ayuda se convirtió en una industria basada en pedir, no en generar desarrollo interno, lo cual ha sido un error. El verdadero desarrollo depende de recursos internos, buena gobernanza y voluntad. Ucrania, pese a su historia de corrupción postsoviética, ha mejorado. Desde 1991 ha vivido transformaciones profundas: Revolución Naranja, Euromaidán, la invasión rusa. Ha ganado presencia internacional por méritos propios, no solo por apoyo externo.

—¿Cuál es la clave para ese desarrollo?

—La acción. Que no se puede delegar en Occidente. Las partes involucradas, ya sea en Ucrania o en Venezuela, deben apropiarse de su lucha. En África hablamos de tres liberaciones: del colonizador, de los primeros libertadores corruptos y la actual, que implica empoderar a cada ciudadano. La democracia es esencial en ese proceso. En Ucrania, esa transformación ha sido acelerada por la guerra. El país ha cambiado radicalmente en tres años, lo he visto con mis propios ojos. Ni siquiera puedo reconocer al país que vi al comienzo del conflicto, comparado con el que veo hoy, a pesar de la guerra. O tal vez precisamente por la guerra.

Fuente:

https://lectura.kioskoymas.com/abc/20250629