La nueva Estrategia de Seguridad Nacional de EE UU es el acta de defunción del actual orden global. Gustavo de Arístegui Gustavo de Arístegui

 

► El giro radical de Washington obliga a Europa a replantear su seguridad, economía de guerra y alianzas tradicionales frente a China y Rusia

 

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La publicación de la nueva Estrategia de Seguridad Nacional (NSS) de Estados Unidos; es el acta de defunción del orden global tal y como lo conocíamos desde 1945. El documento consagra una ruptura radical con el globalismo y el intervencionismo liberal para abrazar un «Realismo Civilizatorio» y una doctrina de «Soberanía Dura». Establece una jerarquía de amenazas centrada en la competencia desnuda entre grandes potencias, con China como rival sistémico prioritario, Rusia como actor disruptivo pero gestionable, e Irán y Corea del Norte como amenazas regionales a contener. Al mismo tiempo, reordena las prioridades geográficas hacia el Indo-Pacífico y el Hemisferio Occidental, condiciona el valor de las alianzas a un reparto de cargas (burden-shifting) mucho más exigente y convierte el poder económico-tecnológico -deuda, inversiones, semiconductores, IA y control de rutas marítimas- en el nuevo campo de batalla central.

La taxonomía de la amenaza: Enemigos, adversarios y competidores

La Estrategia sitúa a China como el «principal competidor estratégico» y el único actor con la intención y, cada vez más, la capacidad de disputar simultáneamente la primacía estadounidense en los planos militar, tecnológico, económico e ideológico. Pekín ya no es visto como un socio comercial potencial, sino como una potencia revisionista depredadora que combina expansión militar naval, una ofensiva tecnológica (5G, IA, computación cuántica) y guerra de influencia política. Rusia aparece redefinida como una amenaza aguda e inmediata, peligrosa por su arsenal nuclear y su agresión a Ucrania, pero considerada a medio plazo como una potencia declinante con la que será inevitable, eventualmente, restaurar algún tipo de «estabilidad estratégica» para evitar su total satelización por parte de China.

Por otro lado, actores como Irán, Corea del Norte y las redes del yihadismo global han dejado de ser el eje central de la gran estrategia para convertirse en amenazas regionales. Argumentan, en mi opinión muy equivocadamente, evitar desviar recursos limitados de la gran competición con China y de la gestión del Hemisferio Occidental, especialmente frente a las «narcotiranías» en América Latina, que ahora se vincula con la seguridad fronteriza de EE UU.

Prioridades de la nueva estrategia: el retorno a casa

La nueva Estrategia abandona la retórica de la «transformación democrática» y la «construcción de naciones». Sus prioridades son claras: asegurar la prosperidad interna mediante la reindustrialización, evitar la emergencia de hegemonías hostiles en Eurasia y blindar las cadenas de suministro. En el mapa de prioridades, el Indo-Pacífico ocupa el primer lugar absoluto.

Le sigue, con una urgencia renovada bajo el llamado «Corolario Trump» a la Doctrina

Monroe (que ya algunos analistas denominan «Donroe»), el Hemisferio Occidental, donde se busca cortar la alianza entre potencias revisionistas extracontinentales y narco-regímenes. Europa aparece en tercer término, descrita con una mezcla de frustración y exigencia.

Temas como la seguridad energética y alimentaria dejan de verse como cuestiones técnicas para convertirse en armas geopolíticas. La seguridad alimentaria se perfila como un vector de presión, dada la capacidad exportadora de EE UU, mientras que el terrorismo y el narcotráfico se reconfiguran como amenazas híbridas conectadas a potencias hostiles (como el flujo de precursores de fentanilo desde China).

Implicaciones para los aliados: el fin del «viajero gratis»

Para los aliados europeos, la Estrategia es un ultimátum. Washington exige «mucho más» gasto de defensa, sugiriendo en foros privados cifras cercanas al 50% del PIB, y el fin de los desequilibrios comerciales. Estados Unidos reconoce que no puede estar en todas partes: si debe concentrarse en el Indo-Pacífico, Europa debe asumir el grueso de su propia defensa convencional. Como hemos venido insistiendo en estas páginas en los últimos años, esto implica para Europa una elección existencial: seguir instalada en la comodidad del «protectorado benévolo» o asumir que el mínimo exigible es un esfuerzo de defensa sostenido, capacidades industriales propias y voluntad de actuar en su vecindad -Mediterráneo, Sahel, Oriente Medio- sin esperar al «Séptimo de Caballería». La Estrategia advierte implícitamente que los aliados que sufran un «borrado civilizacional» o pierdan su cohesión interna dejarán de ser socios fiables.

La Guerra Híbrida como estado permanente

La distinción entre paz y guerra se ha desvanecido. El documento asume la guerra híbrida como el modus operandi por defecto de las relaciones internacionales. Esto incluye ciberataques contra infraestructuras críticas, campañas de desinformación masiva, sabotaje de cables submarinos y, de manera muy especial, la instrumentalización de la migración masiva como arma de desestabilización social, política y económica. China y Rusia son descritos como maestros de este arsenal, utilizando empresas pantalla, institutos culturales y plataformas digitales (como TikTok, implícitamente) para subvertir las democracias desde dentro. Para Europa, el mensaje es nítido: la línea del frente está hoy en sus redes eléctricas, sus procesos electorales y sus fronteras exteriores.

La guerra híbrida define las relaciones internacionales

Nuevos campos de batalla: la geopolítica de la deuda y la tecnología

La guerra ya no se libra solo con misiles, sino con aranceles, chips y bonos del Tesoro. La competencia tecnológica es existencial: quien domine la Inteligencia Artificial, la biotecnología y la computación cuántica dictará el futuro. Sin embargo, el campo de batalla más silencioso y letal es el financiero. La «guerra de inversiones» y la presión mediante la deuda pública son herramientas de coerción potencialmente devastadoras para los deudores.

Un análisis detallado de la tenencia de deuda estadounidense revela una vulnerabilidad asimétrica que Washington pretende gestionar. A día de hoy, Japón es el mayor tenedor extranjero, con más de 1,1 billones de dólares, actuando como un aliado «cautivo». China, en un proceso de desacople controlado, ha reducido su exposición a unos 700.000-760.000 millones.

Lo revelador es el peso de Europa. Si sumamos a la Unión Europea (con Bélgica y Luxemburgo actuando como gigantescos custodios), el Reino Unido (segundo mayor

tenedor mundial con más de 865.000 millones) y actores como Suiza y Noruega, el bloque europeo acumula varias veces el volumen de China. De hecho, Noruega, a través de su Fondo Global de Pensiones, detenta más de 215.000 millones de dólares en deuda estadounidense, situándose entre los mayores acreedores del mundo. Esta masiva tenencia de deuda por parte del bloque occidental (UE+UK+CH+Noruega) es el verdadero pulmón financiero de la superpotencia americana, un hecho que otorga a Europa una palanca de negociación geoeconómica que ha renunciado a utilizar.

Guerra por el control del mar: el estrangulamiento naval

El documento recupera una visión mahaniana del poder global (de Alfred Tahar Mahan finales del siglo XIX): quien domina el mar, controla el mundo. Se declara una guerra por el control de los puntos de estrangulamiento (chokepoints) de la economía mundial. La libertad de navegación ya no se garantiza gratis; se asegura para los amigos y se niega o se bloquea a los rivales. Estados Unidos pone el foco en asegurar el Canal de Panamá frente a la penetración china y mantener abiertos Suez y Bab el-Mandeb. Pero la estrategia va más allá: busca contener las salidas de China a aguas profundas, bloqueando el Estrecho de Taiwán, el Mar de la China Meridional y el vital Estrecho de Malaca, por donde pasa más del 80% de la energía que alimenta a Pekín y la mayoría aplastante de sus exportaciones. En el frente ruso, la estrategia de contención naval es de asfixia geográfica:

Mar Negro: Convertido en una ratonera para la flota rusa debido al bloqueo de los estrechos turcos y la presión de misiles antibuque.

Báltico: Ahora un «lago OTAN», donde la flota rusa de Kaliningrado y San Petersburgo está monitorizada y encerrada.

Pacífico: La flota de Vladivostok enfrenta el cerco combinado de Japón y la US Navy en la isla de Okinawa.

Ártico: Incluso la poderosa Flota del Norte en Múrmansk ve su salida al Atlántico comprometida por la vigilancia en la brecha GIUK (Groenlandia-Islandia-Reino Unido) y la nueva postura agresiva de los países nórdicos (Noruega, y ahora Suecia y Finlandia) en el Alto Norte.

En nuestro flanco sur, el control del Estrecho de Gibraltar y la fachada atlántica africana se delega en la cooperación con Marruecos. La estrategia consolida a Rabat como aliado clave para la seguridad del tráfico marítimo y la contención en el Sahel, validando tácitamente su control del Sáhara Occidental como garantía de estabilidad en una región volátil, lo que ha sido refrendado por el Consejo de Seguridad de la ONU.

China es considerada el principal competidor estratégico global

La arquitectura de alianzas: círculos de confianza

La OTAN sigue existiendo, pero el núcleo duro de la seguridad se desplaza hacia alianzas anglosajonas y funcionales.

AUKUS: Se consolida no solo como pacto de submarinos, sino como la plataforma de integración tecnológica militar (IA, cuántica, hipersónica) entre EE UU, Reino Unido y Australia.

Five Eyes (Reino Unido, EE UU, Canadá, Australia y Nueva Zelanda): La inteligencia se comparte en este círculo íntimo, excluyendo a menudo a la Europa continental.

QUAD: La plataforma conjunta con Japón, India y Australia se convierte en el brazo operativo para cercar a China en el IndoPacífico.

Qué cambios profundos se avecinan y qué debe hacer Europa

El reloj corre en contra de Europa. La NSS 2025 deja claro que la protección norteamericana tiene fecha de caducidad si no hay reciprocidad. Los cambios necesarios son profundos y dolorosos:

1. Reinstauración del Servicio Militar:

Es inevitable reabrir el debate sobre modelos de servicio militar o cívico-militar (tipo nórdico) para generar reservas operativas y concienciación social ante la posibilidad de una guerra.

2. Economía de Guerra: Aumento drástico del gasto en defensa, no para pagar sueldos, sino para potenciar una industria de defensa autónoma capaz de producir munición a escala masiva.

3. Disuasión Propia: Desarrollo de capacidades estratégicas europeas, incluyendo misiles de crucero y balísticos propios, y sistemas antimisiles multicapa (capaces de interceptar amenazas hipersónicas) para no depender del paraguas estadounidense.

4. Contra-Guerra Híbrida: Potenciar agresivamente los servicios de inteligencia y contrainteligencia para neutralizar el sabotaje y la desinformación rusa y china. Europa debe aprender a «morder» en el ciberespacio, no solo a defenderse.

Conclusiones

La nueva Estrategia de Seguridad Nacional de Estados Unidos certifica el retorno pleno de la política de poder sin complejos. Consagra la primacía del interés nacional sobre los valores universales y redibuja el mapa del mundo en zonas de influencia y competencia feroz.

Para Europa, el mensaje es incómodo pero ineludible: la era de la adolescencia geopolítica ha terminado. O Europa asume su responsabilidad histórica en defensa de su propio modelo de libertad y prosperidad, con capacidades militares y tecnológicas duras, o se resigna a ser el tablero de juego –y el menú– en la mesa donde cenan los gigantes. La neutralidad y el pacifismo retórico ya no son opciones; son, sencillamente, formas lentas de suicidio estratégico. (2012-2016)

Gustavo de Arístegui Gustavo de Arístegui es diplomático y fue embajador en India, Bután, Maldivas, Nepal y SriLanka.    gustvodearistegui.substack.com

Fuente:

https://lectura.kioskoymas.com/la-razon/20251214