Arrastrados por la corriente europea de recuperar el servicio militar obligatorio, o como en Francia, u otros países, el voluntario, nos encontramos en España con multitud de artículos, conferencias, seminarios sobre el tema y por supuesto posiciones encontradas.
Lo primero que hay que constatar es que esta corriente se deriva de la amenaza de Rusia de atacar Europa, con un propósito desconocido, y que se pone como excusa. El problema es que analistas como el general Dávila o yo mismo, entre otros, hemos publicado artículos de opinión dudando de esa excusa y aportando hechos que lo corroboran, aunque algunos no quieran verlo.
Por otro lado, los gobiernos europeos y la Comisión europea están muy preocupados por la desinformación, intoxicación y operaciones de influencia en la opinión pública, pero omiten con ligereza que la mejor forma de combatirla es una relación con el ciudadano honesta y transparente y por ello creíble. El problema que observo es que los ciudadanos no encuentran creíble la mayoría de los planteamientos de sus gobiernos y se encuentran inmersos en una sociedad donde se debate en una «palestra», lugar apropiado para confrontar con violencia verbal, en lugar de asistir a un debate en un «foro» donde se puede discrepar o entrar en controversia inteligente sin ser acusado de nada por tener sentido crítico. Yo veo palestras incluso en las Cortes españolas en lugar de foros de dialogo inteligente y constructivos. Veo «mucho esperpento y poco parlamento», lo que desmoraliza al ciudadano que empieza a hacerse preguntas sobre la bondad del sistema. En esa situación es difícil convencer a los jóvenes europeos y naturalmente españoles actuales de empuñar las armas.
Pero dando por buena la amenaza, el servicio obligatorio llevaría consigo un derecho a la objeción de conciencia y a la objeción de usar armas, que es distinto. La primera suele ser por razones ideológicas y la segunda religiosa. Tengo para mí que en España la objeción ideológica superaría con creces el alistamiento y que el obligatorio sería un fracaso.
El caso es que observando la sociedad actual y las encuestas sobre si el europeo está dispuesto a dar su vida en defensa de la libertad y la democracia, sorprende ver como la mayoría deja en manos de los militares profesionales, de sus ejércitos de servidores públicos contratados para el servicio de armas, y las alianzas internacionales, esa defensa.
Por otro lado, tanto el servicio obligatorio como el voluntario sería igual para todos, con independencia de, como dicen algunos, la identidad de género y debería ser compensado con una retribución adecuada. Aquí entramos en otro problema. Si queremos o debemos retribuir a los soldados de servicio obligatorio o voluntario de forma adecuada, ¿qué pasaría con la retribución de los soldados profesionales o contratados temporales? Habría que subirles a éstos el sueldo de forma notable y adecuada, es decir, al nivel de policías autonómicas. Aquello del servicio desinteresado a la Patria ha quedado en el olvido.
Alguno puede decir que derivado de esa amenaza rusa hay financiación de sobra para programas de armamento y para reclutamiento de soldados. Es posible y no dudo que si es atractiva la retribución podría resultar que la objeción se diluye y el voluntariado aumenta. Los jóvenes actuales se debaten en una lucha por tener poder adquisitivo suficiente con un euro que cada día vale menos, y por lo tanto las cosas más, debido a la inmensa masa monetaria basada en deuda y no en riqueza.
En fin, supongamos que en España se levanta la suspensión de la ley de servicio militar, pues no se canceló, y aparecen en los ejércitos soldados de servicio militar. El primer problema es que las bases militares actuales no pueden alojar a esos soldados porque derivado de la transformación a fuerzas armadas profesionales se cambió totalmente la infraestructura.
Si se pudiera modificar esa infraestructura las unidades inmersas en un demandante círculo de disponibilidad operativa para desplegar en misiones, tendrían que detraer oficiales y suboficiales para la instrucción y adiestramientos de esos nuevos reclutas, en un escenario de escasez de cuadros de mando.
En definitiva, creo que para implantar un servicio militar, obligatorio o voluntario, habría que afrontar grandes retos, algunos como los que he indicado, y aportar una cantidad notable de presupuesto para resolverlos.
Mirando el escenario social y político actual, permítanme ponerlo en duda.
- Luis Feliu Bernárdez Luis Feliu Bernárdez es general de brigada retirado. Academia de las Ciencias y las Artes Militares
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