…..pero nadie puede perdonar a quien no está arrepentido». Scobie en ‘El revés de la trama’. Graham Greene
« Graham Greene, en ‘El revés de la trama” nos presenta al intachable, estoico e incorruptible comandante de policía Scobie luchando por no venirse abajo ante profundos dilemas morales que dentro de nuestra cultura occidental hacen incompatible el perdón con la falta de arrepentimiento y la contumacia en la fuga y el delito. Aquí, con una ley de amnistía aprobada, en primera vuelta, por nuestros representantes en el Congreso de los diputados estamos sintiendo la vergüenza de ver cómo los posibles perdonados se regodean y alardean de su ausencia de arrepentimiento y de su intención de no cambiar su actitud. Tenemos que ser conscientes que esta forma de hacer política de alto riesgo para el «mantenimiento del sillón» provoca desconfianza y pérdida de fe de los ciudadanos en la democracia secuestrada y manipulada hasta extremos que rozan el nivel de fractura marcado por la Constitución. Esta desconfianza y pérdida de fe erosiona tremendamente los valores democráticos y alimenta intensamente los populismos desintegradores.
Cuando las preocupaciones tácticas de determinados grupos políticos se anteponen al bien común, a la concordia y a la paz social se toman decisiones temerarias sobre el alambre del funambulista, sin red de seguridad. Los responsables de este enfoque táctico se ven arrastrados a ejecutar acciones suicidas, ¡pobre comandante Scobie!, de alto riesgo que impulsan hacia una deriva iliberal. Esta política provoca que los equipos de gobierno sean más seguidores ciegos del líder que leales y eficientes colaboradores, algo que cada vez se ve más en el nuestro Gobierno y que será evidente, según su exconsejero Bolton, en el próximo equipo de gobierno de Trump, si vence en las próximas elecciones en los EE. UU. y que vemos ‘natural’ en regímenes autocráticos como el de Putin, Ortega, Maduro o Xi Jinping.
Dentro de un par de meses, previsiblemente, la ley de amnistía volverá a ser votada en el Congreso, para su aprobación definitiva. Nuestros representantes en el Congreso que apoyan este ‘perdón sin arrepentimiento’ ¿optarán por su libertad en vez de un seguimiento ciego?, ¿olvidarán que lealtad no es decir lo que el otro quiere oír?, ¿no serán conscientes de que la disciplina no es ciega, ni interesada?, ¿serán dignos de su libertad? Estamos ante tácticas irresponsables de una administración central incapaz de diseñar un proceso de estrategia de cooperación política con objetivos y medidores de eficacia basado en aspiraciones comunes, integrados en la Constitución y que apoyen al bien común. ¿Podremos sentirnos representados por hombres libres? ¿Tendremos que esperar a la futura generación de líderes? ¿Aguantaremos hasta entonces?