España nunca olvida

Fragata 104 Méndez Núñez de la Armada
«Vamos a recorrer una pequeña parte de las peripecias de las dotaciones de la Escuadra del Almirante Cervera tras su hundimiento, mostrando los valores humanos de los que no dudaron ni un minuto en dar todo lo que tenían por su patria, su vida, y revisando el final de algunas de las personas que la componían. Ello nos va a llevar a descubrir episodios muy poco conocidos de la historia común de España y los EE.UU., que sucedió en tierras norteamericanas hace 125 años»

CARBAJ0

CUANDO hablamos de un acontecimiento histórico, la Historia Naval, y por ende, los historiadores que la hacemos, solemos finalizar nuestro relato con el resultado final de la contienda y con la enseñanzas que este episodio nos puede mostrar, pero no solemos ir más allá. Es el caso del combate naval de Santiago de Cuba el 3 de julio de 1898. Este episodio significó para España mucho más que un combate donde se perdió una Escuadra, fue el fin de más de cuatro siglos de historia en América. Sin embargo, tras estos acontecimientos hubo mucho más desde el punto de vista personal y humano. A la angustia de 2.251 familias de miembros de la Escuadra por no tener noticias de sus seres queridos, hay que unir los sinsabores de todos los supervivientes.

En estas líneas abordaremos lo que pasó después de esa jornada, y trataremos de enfocar la cuestión desde una perspectiva diferente, la de la historia social de la Armada. Vamos a recorrer una pequeña parte de las peripecias de las dotaciones de la Escuadra del Almirante Cervera tras su hundimiento, mostrando los valores humanos de los que no dudaron ni un minuto en dar todo lo que tenían por su patria, su vida, y revisando el final de algunas de las personas que la componían. Ello nos va a llevar a descubrir episodios muy poco conocidos de la historia común de España y los Estados Unidos, que sucedió en tierras norteamericanas hace 125 años

Me ha resultado difícil precisar la suerte de cada uno de los marinos que participaron en estas jornadas, más de veinte años de trabajo continuado. Parte de los supervivientes consiguieron llegar a Santiago, otra parte fueron hechos prisioneros por los cubanos y entregados a los norteamericanos, otra parte fueron prisioneros de los estadounidenses, y algunos, incluso, fueron rescatados por buques fletados por periodistas. Alguno de los que murieron en esta jornada no era de la Escuadra, a pesar de estar embarcado en ella, como es el caso del Práctico de costa cubano, o habían embarcado como contratados en La Habana o en Santiago. Incluso hubo un niño de 12 años, que embarcó en Curaçao, que participó en el combate.

A los muertos en la mar y en tierra el día 3 de julio, hay que añadir los muertos de la Escuadra anteriores al combate, debido principalmente a los bombardeos en Santiago durante el bloqueo, a la acción de guerra en Las Lomas de San Juan del 1 de julio, a enfermedad contagiada en tierra mientras estaban en los trozos de desembarco de la Escuadra. Sumar los que fallecieron en los buques americanos o en el regreso a España, o a haberse ahogado, haciendo un total de 375 fallecidos. De los supervivientes, 193 regresaron por tierra a Santiago y la mayor parte de la dotación (1.737) fueron hechos prisioneros por los norteamericanos. Un total de 2.251 personas.

Pero hoy nos queremos centrar en algún caso concreto, en los que fueron trasladados a los Estados Unidos. El total de prisioneros, embarcaron en tres buques norteamericanos. El USS Harvard y el USS Sant Louis, que trasladaron al grueso de las dotaciones al campo de prisioneros en la isla de Seavey, en Maine, y a los oficiales y algunos marineros a la Escuela Naval de Annapolis. Aquellos que estaban malheridos fueron trasladados al buque hospital USHS Solace, para ser trasladados posteriormente al Hospital Naval de Norfolk. A estos últimos les seguiremos la pista

El 4 de julio de 1898, tras el combate Naval de Santiago de Cuba, el USHS Solace recogió a 49 heridos españoles de la Escuadra de Cervera en las proximidades de Santiago de otros buques norteamericanos, y se dirigió a Siboney, donde el día 12 de julio puso rumbo a Hampton Roads, y el día 16 desembarcó a 44 heridos del US Army en Fortress Monroe, y los 44 marinos españoles y 55 norteamericanos en Norfolk con destino al Hospital Naval.

A veces una fotografía es un documento histórico, incluso abre nuevas líneas de investigación. En ésta, se muestra el momento del desembarco de un cadáver de un marinero español en Norfolk. Por las fechas debe ser el marinero de 1ª José García López del Colón muerto el 16 de julio. En la foto hay unos treinta marineros españoles heridos, algunos vestidos con uniformes de la US Navy por haberlo perdido todo, hasta la ropa que llevaban, en el naufragio.

Destacar el excelente trato que recibieron de los médicos y personal sanitario, y la ayuda de Mr. Arthur C. Humphreys, antiguo vicecónsul de España, tanto durante la estancia en el hospital, como en el traslado a Nueva York cuando fueron evacuados para ser repatriados a España. Los heridos fueron instalados en el ala norte del hospital, con vistas al río.

De los heridos que iban en el USS Solace fallecieron 8. Al menos 3 de ellos continúan hoy en día en el cementerio antiguo del Hospital Naval de Norfolk. Los otros cinco murieron a bordo del buque hospital y fueron sepultados en la mar con todos los honores. Los tres que permanecen en el cementerio del Hospital, son el marinero de 1ª José Charlín Bouza, muerto el 23 de julio, y del soldado de Infª de Marina Jaime Doltre, muerto el 8 de agosto, ambos de la dotación del Oquendo y el marinero de 1ª José García López, del Colón, muerto el día 16 de julio. Este último marinero fue el que desembarcó cadáver en Portsmouth y aparece en la foto que inspira este artículo.

En abril de 2012, mandando la fragata Blas de Lezo, estuvimos durante una semana atracados en la base naval de Norfolk, estando integrados en el grupo de combate del portaaviones USS Ike Eisenhower. Como español, historiador y marino, no podía dejar pasar la oportunidad de rendirles un pequeño homenaje a los miembros de la Armada que llevaba 114 años en el cementerio del Hospital Naval, bajo los atentos cuidados de la US Navy. Solicité permiso a la Armada para ello.

Momento de poner las coronas en las tumbas de los miembros de la Armada en el cementerio del Hospital Naval de Norfolk. Un oficial, biznieto de un cabo de mar que estuvo ingresado allí, un suboficial y una cabo de la dotación de la fragata Blas de Lezo fueron los que hicieron la ofrenda. De los miembros de la dotación de mi buque, al menos cuatro éramos descendientes directos de miembros de la Escuadra de Cervera. El AN Damián Niebla era biznieto del cabo de mar del mismo nombre, que perdió un brazo en el combate, curado en ese hospital.

Recuerdo haber dado una conferencia a bordo de la fragata a mi dotación, y una de las preguntas que me hicieron fue relativa a la motivación de mis estudios y de mis acciones. La respuesta fue bien sencilla: es nuestra obligación, así nos lo mandan las Ordenanzas y además, España nunca olvida. Si alguna vez tenemos que dar nuestra vida por España, les dije, nuestra nación no lo olvidará.

ABC   POR JUAN ESCRIGAS RODRÍGUEZ – doctor en Historia Contemporánea y subdirector del Museo Naval