El Capitan de Navio, r, Aurelio Fernandez Diz, socio de AME, publica en La Critica el siguiente articulo
Dedico este articulo al Capitán de Navío de la Royal Navy Peter Pacey amigo personal y enamorado de España, en la que ha decidido vivir, al igual que más de 290.000 de sus connacionales. El noble pueblo inglés es, por sus propias cualidades, merecedor de nuestra admiración y respeto, aunque no se puede decir lo mismo de las instituciones políticas de las que se ha dotado, de un modo especial si tenemos en cuenta el inaceptable intento permanente de apropiación indebida de territorio español en Gibraltar, al margen del Tratado de Utrecht.
El Reino Unido (RU) mantiene su actual presencia en nuestro territorio justificada, en parte, por el Tratado de Utrecht de 1713 y, en parte, por imposición imperialista y neocolonial absolutamente inaceptable para España. El RU viene dándole forma a su ocupación de Gibraltar, durante los últimos 311 años, atendiendo solo a su propio interés y sin consideración ni respeto alguno hacia un importante aliado dentro de la Alianza Atlántica (OTAN) aprovechando, sobre todo, los momentos de más debilidad interna de la Historia de España.
Las limitaciones con las que el RU aceptó el Peñón en Utrecht fueron, principalmente, las siguientes:
-Disponer solo de las aguas interiores del puerto, no mar territorial alguno.
-No disponer de soberanía alguna sino solo de la propiedad de un terreno para el establecimiento de una base militar.
-Compromiso de retrocesión a España, llegado el caso.
-Absoluta incomunicación por tierra.
-Restricciones comerciales con España.
Todas estas limitaciones fueron impuestas por el rey francés Luis XIV durante sus conversaciones con la reina Ana de Inglaterra para proteger, precisamente, su propio interés. A Francia no le interesaba en absoluto un RU con demasiado poder sobre un Estrecho, como el de Gibraltar, que ya tenía una evidente importancia estratégica para cualquier nación europea en aquella época. En esta suculenta cena con la que se homenajearon ambos reyes, y que termino pagando España, no participo el candidato borbónico a rey, ya Felipe V, por maniobras política dilatorias de su tío, el propio Luis XIV.
Probablemente debido a esta falta de participación en la redacción del mencionado Tratado de Utrecht y su posterior dramática imposición al nuevo rey de España, fue muy probablemente la causa que provocó que el rey Felipe V, y sus sucesores, demostrasen un permanente afán de recuperar por todos los medios a su alcance, incluido el uso de la fuerza, la integridad perdida del territorio español.
Desde entonces la conducta inglesa se caracterizó por un permanente incumplimiento de lo acordado
en Utrecht mediante todo tipo de tretas políticas aprovechando siempre, en su propio beneficio, las debilidades y circunstancias internas de los sucesivos gobiernos de España. Quizá sea el incumplimiento más destacado la apropiación ilegal e indebida de la zona del istmo donde está hoy instalado el aeropuerto militar de la RAF.
“Gibraltar no merece una guerra porque caerá como una fruta madura”. Esta frase del general Franco, instalada en la conciencia de todos los españoles, es la verdadera razón por la que España haya aceptado de buen grado renunciar al uso de la fuerza para resolver un contencioso inaceptable. Pero mientras España renuncia al uso de la fuerza, se da la paradójica circunstancia de que el RU no lo hace, demostrando con ello una inseguridad y debilidad auto percibidas por parte de la potencia colonizadora.
No hace falta ser un gran estratega para comprender que, sin hacer nada por nuestra parte, como confirma la desconcertante pasividad de los sucesivos gobiernos españoles, la fruta gibraltareña no madurará jamás. Y España seguirá teniendo que asumir una humillación permanente mientras no atine a demostrar a la potencia neocolonialista la necesidad de poner bajo bandera española el territorio gibraltareño cedido en Utrecht, como ya ordenaron las NNUU desde hace años en numerosas Resoluciones, sin necesidad de que el RU tenga que perder, mediante el oportuno acuerdo con España, prácticamente las mismas facilidades navales de las que hoy disfruta en la zona.
Dentro de la voluntad de hacer todo lo posible para recuperar nuestra integridad territorial por métodos pacíficos, caben para España dos caminos a seguir. En primer lugar:
- Hacerlo mediante todos los instrumentos legales a nuestro alcance teniendo en cuenta los interese de las poblaciones locales, a uno y otro lado de la verja, pero no sus deseos, como en su día establecieron las NNUU. Esta parece la más completa y necesaria iniciativa política y diplomática para resolver el contencioso.
Y, en segundo lugar:
- Hacerlo, como se está intentando hacer ahora, mediante una iniciativa política y diplomática, que crea una” zona de prosperidad compartida” que puede sustituir, por la vía de los hechos consumados, la reclamación territorial tradicional. Se atenderían así los intereses de las poblaciones locales y sus deseos contraviniendo así, en el fondo y en la forma la Resoluciónes de NNUU.
Casi todos los gobiernos de España desde la transición a la democracia en el año 1978 se han movido entre una excesiva prudencia o una práctica inacción. El ministro que más interés puso en encontrar una solución al problema de Gibraltar fue probablemente D. José Manuel Garcia -Margallo cuyas iniciativas no fueron apoyadas como merecía. El ministro Garcia -Margallo supo tener el obligado e imprescindible “animus pugnandi”, del que carecieron sus antecesores y sucesores, para resolver el contencioso de Gibraltar ante una diplomacia británica que siempre antepone la defensa a ultranza de sus intereses, aunque esta defensa conculque la justicia y los intereses de un noble aliado. Esta pasividad e inacción de la que están haciendo gala la mayoría de los gobiernos españoles, es en la practica una grave señal errónea que lleva al ánimo de los “colonizadores” la creencia de que pueden hacer y deshacer en el territorio español, a su verdadero antojo, lo que más conviene a sus exclusivos intereses. De ahí la gravedad del problema que estamos considerando.
Una muestra de esta torpe ambigüedad de nuestros gobiernos, podemos reconocerla en el discurso del actual presidente del gobierno, nada menos que ante una reciente Asamblea General de NNUU, cuando manifestó que España, sin abandonar su permanente voluntad de recuperar su integridad territorial perdida, su gobierno estaba estudiando la creación de una “zona de prosperidad compartida” de la que verdaderamente nunca se ha informado al pueblo español en qué consiste esta iniciativa. El desconcierto en la Asamblea General debió de ser considerable por lo que, tal iniciativa, podría ser interpretada como una renuncia a los principios y fundamentos de las propias resoluciones de NNUU. Esta incoherencia presidencial debió de haber sido detectada y corregida por el ministro del ramo correspondiente.
De la lectura del reciente informe elaborado por la Universidad de Málaga[1] se desprende que el concepto de prosperidad compartida es un instrumento creado muy probablemente por la diplomacia británica para reafirmar su presencia en nuestro territorio, sin coste alguno por su parte. La diplomacia española, perdida y desorientada por lo que hoy parece, no encuentra otro camino para defender nuestra integridad territorial que no sea colaborar con la insidiosa diplomacia británica. Lo que parece confirma una lamentable pobreza diplomática.
Parece que, objetivamente, que los españoles tenemos que decidir entre recuperar nuestra integridad territorial o un supuesto y nada seguro bienestar económico de las poblaciones locales, española y gibraltareña. Todo indica que la verja, que no reconocemos como frontera, instalada por los “colonizadores”, conviene que se mantenga abierta hasta que convenga cerrarla. Si se eliminase completamente es posible que el RU vuelva a construirla de nuevo dejando a la ciudad de La Línea dentro de ella, a lo mejor a propuesta de los propios linenses, que todo es posible cuando se da a las poblaciones locales más derechos de los que les corresponden.
Para evitar que el RU encuentre amparo alguno para mantenerse en su “casi colonia” al margen de Utrecht, la herramienta que parece más efectiva para que el RU nos tenga en cuenta es la posibilidad de un gradual y progresivo cierre de la verja que haga comprender a los gibraltareños que su próspero futuro está dentro de España y no enclaustrados en una jaula de cristal, bajo la falsa protección de un RU demasiado acostumbrado a no tener en cuenta a las poblaciones de los territorios que ocupa, en especial cuando tiene que hacer un esfuerzo económico demasiado considerable para lograrlo.
Aunque el derecho y la razón están de parte española no parece prudente acudir a instancias judiciales internacionales que pueden caer con facilidad ante los encantos que sabe ofrecer la efectiva diplomacia británica. Y sobre todo si tenemos en cuenta que cualquier sentencia en contra de los intereses del RU, no sería cumplida por éste.
Además de la utilización de la verja como instrumento imprescindible para romper la política británica, habría que emprender una efectiva campaña para recabar el apoyo de toda la UE, de la OTAN y hasta de los EEUU para que reconozcan que el control efectivo del Estrecho está, por verdaderas razones geoestratégicas, en España.
Madrid, 8 de junio de 2025
[1] RANGEL ROJAS, Maria del Pilar. Directora y otros autores. RELACIONES ESPAÑA/REINO UNIDO EN RELACIÓN CON GIBRALTAR: ANÁLISIS DE PROSPERIDAD COMPARTIDA
Fuente: