Historia de dos Coreas: riqueza frente a miseria

Kim Jong-Un, el líder norcoreano que causa temor y burla en Occidente casi a partes iguales

“Con la economía totalmente controlada e intervenida, el resultado no es otro que la miseria más absoluta”

 

La mitad sur figura entre las 50 economías más libres y ricas del mundo. La mitad norte es una de las economías más pobres del mundo

El contraste entre Corea del Norte y Corea del Sur difícilmente podría ser más evidente. La mitad sur de la península asiática figura entre las 50 economías más libres del mundo, según un informe publicado por el Instituto Juan de Mariana. En cambio, la mitad norte se erige como una de las economías más intervenidas del mundo, con peores resultados aún que los asignados a Zimbabue o Venezuela.

Hasta su partición en 1948, Corea era uno de los países más pobres del mundo, situando sus indicadores de desarrollo a la altura del África Subsahariana. Tras la Guerra de Corea, la situación de partida era especialmente delicada en el caso de Corea del Sur, puesto que la franja norte recibía considerable apoyo por parte de la Unión Soviética y China.

Corea del Sur era un país agrícola sin apenas recursos naturales, puesto que el grueso de las reservas de hierro, oro, cobre, plomo, zinc, grafito, molibdeno, piedra caliza o mármol de la península se ubican en Corea del Norte. Además, la represión política y la planificación económica hicieron que la población de Corea del Sur se disparase de 16 a 21 millones en los años posteriores a la guerra. Con el grueso de su población sumida en la pobreza, y ante la ofensiva permanente del comunismo, llegó el momento de tomar medidas urgentes.

A comienzos de los años 60, el Gobierno japonés enumeró siete razones por las cuales consideraba inviable el sueño de independencia económica de Corea del Sur. Los nipones enumeraban la superpoblación, la falta de recursos y materias primas, la ausencia de industrialización, los enormes desembolsos militares derivados de la presión de Corea del Norte, la falta de liderazgo político, el escaso stock de capital y el excesivo peso de la burocracia administrativa.

El fracaso de Corea del Sur a la hora de consolidar cualquier tipo de progreso económico significativo en la década de 1950 había animado a los japoneses a asumir esta visión de la viabilidad del país. La renta media era de 80 dólares anuales, uno de los niveles más bajos del mundo, de modo que el atraso económico alcanzaba proporciones sin parangón.

Sin embargo, todo empezó a cambiar a principios de la década de 1960. A raíz de la introducción de reformas orientadas a asentar un modelo económico de libre mercado, hoy Corea del Sur es la sexta nación exportadora más importante del mundo y su PIB per cápita, de 33.393 dólares estadounidenses, está por delante del alcanzado por España (31.223 dólares). De hecho, el sorpasso a Japón, cuyo PIB per cápita es de 35.385 dólares, podría ser una realidad en cuestión de unos pocos años. Símbolos de este progreso son compañías como Samsung, Hyundai y LG, que figuran entre las empresas más grandes del mundo.

En cambio, la renta per cápita de Corea del Norte tras décadas de gobierno comunista se estimó en 2022 en poco más de 1,4 millones de wones, cifra equivalente a 1.116 dólares estadounidenses por habitante. Pero este resultado equivale a apenas un 3,4% de los 42,49 millones de wones que perciben de media los habitantes de la mitad sur.

En Occidente, el líder norcoreano, King Jong-Un, es objeto de temor e incluso de burla, pero los habitantes de su país están convencidos de que el mundo entero envidia su suerte. Una biografía del Líder Supremo señala que «su amor es tan verdaderamente grande que cura a los enfermos y da nueva vida, como lluvia de primavera que nutre a un país sagrado (…). Todo esto despierta admiración en los pueblos del mundo, que nos envidian».

El culto a la personalidad que han impuesto los sucesivos líderes comunistas de Corea del Norte no tiene precedentes en ningún otro lugar del mundo. Ni siquiera Stalin y Mao exigieron este nivel de devoción a los ciudadanos de Rusia y China. La situación es tal que el calendario norcoreano toma como referencia anual de partida el año del nacimiento de Kim Il-Sung, 1912. De hecho, todo objeto en el que Kim IlSung puso sus manos o fijó sus ojos a lo largo de su vida es venerado como una reliquia sagrada, como reflejan placas e inscripciones repartidas por distintos lugares del país que sitúan distintos lugares u objetos fuera de los límites que pueden superar los norcoreanos comunes.

Que Corea del Norte tenga un nivel de vida tan bajo a pesar de contar con grandes reservas de materias primas y depósitos naturales se debe principalmente a la insistencia del liderazgo político en mantener un sistema económico de corte socialista. Los dirigentes de Corea del Norte se enorgullecen de haber permanecido fieles a los principios socialistas y apenas han adoptado intentos temporales y marginales de reforma. De hecho, lamentan que China y otras antiguas naciones socialistas se han dejado llevar por las «tentaciones» del capitalismo. Ser el país más pobre del mundo mientras Corea del Sur prospera no parece ser motivo de reflexión.

Como explico en mi libro «En defensa del libre mercado», el sector agrícola de Corea del Norte emplea alrededor de seis veces más personas que su contraparte surcoreana, pero la producción agrícola del modelo comunista apenas satisface la demanda, incluso en años de buenas cosechas. Además, cuando los cultivos se ven afectados por sequías y otros desastres naturales, el resultado es la escasez de alimento y la hambruna generalizada, como sucedía hace siglos en otras partes del mundo.

La peor de estas crisis alimentarias ocurrió en 1996, cuando la mezcla de una mala gestión de los recursos naturales con una serie de sequías e inundaciones dejó más de 200.000 norcoreanos muertos por inanición, de acuerdo con las cifras oficiales. La cifra real de fallecidos es difícil de verificar, pero las estimaciones de las agencias internacionales de noticias hablan de hasta 3 millones, es decir, uno de cada ocho habitantes del país.

El problema sigue ahí, puesto que en 2022 y 2023 se han vuelto a dar graves problemas de hambre generalizada. Y es que, en la medida en que la economía sigue totalmente controlada e intervenida, el resultado no es otro que la miseria más absoluta.

Con la economía totalmente controlada e intervenida, el resultado no es otro que la miseria más absoluta

Fuente:

https://lectura.kioskoymas.com/la-razon/20240502