La reciente incursión de las Fuerzas Armadas ucranianas en el Oblast de Kursk puede ser interpretada de diferentes maneras según se analicen sus objetivos en el nivel político militar, operacional o táctico; diferentes profesionales prestigiosos del análisis lo han hecho estos últimos días esgrimiendo diferentes hipótesis.
La comparación de las estrategias operacionales de ambos contendientes podría ser otro punto de atención, después de más de dos años de confrontación entre Rusia y Ucrania, en los que los grandes movimientos y maniobra de fuerzas han sido escasos.
Sin embargo, hay algo que destacar en la iniciativa ucraniana en Kursk, y es la negativa a ser tratada como un Estado subsidiario de Rusia, al que se le puede “domesticar” con una simple “operación especial”, al estilo de las que la URSS realizaba con sus países ocupados díscolos; ejemplos los hay, Primavera de Praga 1968, Represión en Hungría en 1956, Chechenia 1999/2000, y un conmovedor etcétera.
Este tipo de acciones del antiguo imperio se quisieron rememorar en febrero del 2022, con aquel esfuerzo operacional ruso que tenía como objetivo la rápida ocupación de la capital Kief, el derribo de su Gobierno, la posible implantación de un ejecutivo títere y una ocupación temporal, para la que esperaban las Grandes Unidades acorazadas en la dirección conveniente, embarrancadas por otra parte.
Ucrania, actuando en una defensiva por líneas interiores, defendió bien y redujo las ganancias territoriales rusas en el oeste y norte, delatando las debilidades operacionales rusas en materia de Mando y Control y Comunicaciones, obligando al Mando político militar a reorganizarse, aspecto que costó sus puestos a varios Generales, y en ocasiones sus vidas; en el frente oriental no tuvo tanta pericia, siendo este el nuevo esfuerzo principal tras el fracaso en Kief.
En el frente este, riberas de los mares de Azof y Negro, la estrategia rusa de negar el acceso a Ucrania a estos espacios marítimos tuvo parcialmente su recompensa, pues no solo no se consiguió totalmente sino que el objetivo final ruso, ocupar Moldavia, aprovechando su posición en Transnistria, neutralizando la zona de Odessa, queda todavía sin culminar en el propósito de los invasores, y de ello tienen también mucha responsabilidad las acciones operacionales ucranianas, pues la repercusión de sus objetivos superan lo táctico, dado que mantuvieron a raya a las Unidades de desembarco y apoyo naval rusas en esos mares, infligiendo pérdidas muy significativas, algunas con gran impacto en la gran potencia territorial.
Ucrania ha mantenido también otra actividad estratégica menos comentada, y es la agresión indirecta, herramienta que combina la acción de sus Fuerzas de Operaciones Especiales con las de sus Servicios de Inteligencia, actuando en la retaguardia rusa e inoculando en su población, cada vez menos adicta a la guerra, la sensación de que no hay terreno seguro, y a los círculos más próximos al liderazgo de Putin la necesidad de una protección y vigilancia cercanas.
En el ámbito estratégico militar, las acciones sobre su base de operaciones principal, Crimea, son permanentes, tanto sobre la Fuerza Naval allí estacionada como contra la logística que se mueve a través del estrecho de Kerch, objetivo repetido en sus ataques, muestra de su no renuncia a la anexión de 2014.
Este balance operacional rápido del comportamiento ucraniano, y desde un punto de vista exclusivamente militar, proporciona una visión mucho más rica del arte militar esgrimido por Ucrania que el que ha realizado Rusia, sumida en la confusión permanente de su Mando y Control, muy influenciada por la personalidad de Putin, la gran extensión de la línea de frente con Ucrania y la disponibilidad de efectivos jurídicamente incorporables.
Sin duda que la invasión ucraniana de Rusia, a través del distrito de Kursk, podrá ser reducida en un futuro más o menos próximo; el tamaño de los contendientes, a pesar del apoyo occidental a Ucrania, la potente industria de defensa rusa, en pleno apogeo, como motor de su economía ahora, los apoyos indirectos de China e India, comprando su energía barata, y el directo de Corea del Norte e Irán, en materiales de combate, etc, dan a Rusia un diferencial favorable a ello.
Pero hay resaltar un nuevo matiz en la acción de Kursk, se trata de una invasión en toda regla, y es la primera vez desde la IIGM (Operación Barbarroja) que esto sucede, aspecto que tiene repercusiones de toda índole. Se trata ya de una verdadera guerra, con violación de fronteras por ambas partes, con acciones militares significativas, que por otra parte siguen sin ser admitidas como tales por parte rusa, cuyos primeros momentos de desconcierto obligaron a sus autoridades a recurrir al tratamiento como acciones de terrorismo cuando se trata de abrir un nuevo frente en la guerra entre ambos países.
De nuevo se abre el concepto de” amenaza existencial”, todavía no esgrimido por Rusia, quizás porque una respuesta nuclear táctica en territorio propio nunca estuvo prevista y asumida.
Ricardo Martínez Isidoro. General de División Rdo.
De la Asociación Española de Militares Escritores